MGMT (fiesta post concierto) – JAMM (Londres)

Cuando llenas durante tres días consecutivos la O2 Academy Brixton – votada mejor sala del Reino Unido durante doce años consecutivos – el sentimiento de alegría debe ser incontenible. ¡Tres días! ¡15.000 personas! Algo así hay que celebrarlo, no es para menos. El problema está en que al día siguiente tienes que volver a la carretera, pero… ¿y si te ofreciesen dar una fiesta en una antigua casa de dos plantas, situada dos calles más abajo y en la que tú fueses el protagonista a los platos? No suena mal, ¿verdad? Bien, esto tiene nombre y se llama Jamm. Un concepto diferente. Algo que nos encanta.

El nombre no parece escogido al azar. Jamm ofrece a sus visitantes un ambiente distendido en el que liberarse y redimirse; en el que bailar y pasarlo bien. Una sensación que abre la puerta de salida a todas las preocupaciones de la semana para dar paso a la diversión. Se corean emblemas de varias generaciones: The Jam, The Clash, The Damned, Joy Division, The Charlatans, The National o The Coral. Nos encontramos muy lejos del ambiente prefabricado del centro de Londres o del clónico y volátil del Este. Jamm está al lado de la catedral del sonido y su ambiente, por ende, es único.

Pero, volvamos al inicio. Supongo que tanto Ben Goldwasser como Andrew VanWyngarden – o lo que es lo mismo, MGMT – debieron pensar eso mismo: “no suena mal”. Mucho más si las referencias eran excelentes. The Maccabees, Franz Ferdinand, Hot Chip, Massive Attack o The Pogues ya habían celebrado sus respectivas fiestas post-concierto allí y todas habían sido un éxito. Ahora sólo hacía falta denominar de algún modo a esta sesión y se podría dar el pistoletazo de salida. El resultado: MGMT Psychedelic Smirking Worm Rock Freakout DJ Set. Casi nada.

El tirón actual que tienen este par de norteamericanos es gigantesco. Desde una posición privilegiada, soy testigo de la formación de filas de un ejército de fans deseosas por ver a sus ídolos. Un móvil de última generación o una cámara compacta, junto a un griterío estridente, son sus armas. Ocupadas tomando posiciones, pocas parecen darse cuenta de que en ese momento suena un as en la pista; “Cassius” de Foals. En general, pocas son las que prestan atención a la sesión del Dj residente. Lo asombroso de todo esto es que su último disco, Congratulations, no ha acabado de ser muy bien recibido. Supongo que cuando escribes himnos como “Electric Feel” o “Kids” consigues de inmediato un crédito a largo plazo. Eso, en tiempos de crisis, es un colchón. Un colchón que te permite apartarte del éxito de la radiofórmula para poder experimentar, crear y ahondar en tus influencias musicales sin perder a toda esa legión de fans. Hasta que no se dicte lo contrario, va a dar igual lo que hagas siempre y cuando lleves en tus oraciones los temas que te han sacado del anonimato.

La sesión que ofrecen sigue ese mismo patrón. Un set compuesto por piezas incapaces de hacer descontrolar la adrenalina de los cuerpos presentes en la pista baile. Ninguna sorpresa; ni un solo aliciente. En rasgos generales, un resultado indolente; pero da igual, los que están en el escenario son los de “Time to Pretend” y todo les está permitido. Pueden cogerte de la mano y guiarte al “Inferno” descrito por Dante, pero si en el camino van tarareando

“Control yourself, take only what you need from it” entonces el viaje, parece ser, merece la pena.

Un último sorbo a mi cerveza sirve, al mismo tiempo, para echar una última ojeada al escenario. Allí permanecen ambos. Uno titubeando con los platos y el otro jugueteando con su iPhone. La sentencia es justa: esto está acabado. Cuando cruzo la puerta y me adentro en la sala contigua la impresión es muy distinta. Puede que me haya equivocado de sala.

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