Entrevistamos a Ramoncín (Primera parte)
Presentador, actor, tertuliano, crítico de cómics, miembro visible (y arrepentido) de la SGAE… pero, sobre todo, artista visceral. El periplo vivido por José Ramón Julio Márquez Martínez –aka Ramoncín– a lo largo de sus 63 años, incluye tantas mutaciones que incluso podría motivar el olvido de un axioma: el vocalista fue una figura imprescindible –por trasgresora y auténtica– en la escena rock (¿punk?) estatal de finales de los 70 y posteriores 80.
Fue entonces cuando vio la luz “Barriobajero” (EMI, 79), segundo disco del vallecano (de adopción), reeditado ahora por la discográfica Warner con motivo de su 40 aniversario. Además, Ramoncín estará actuando este mismo sábado día 18 de mayo en la céntrica sala Joy Eslava de su ciudad.
Por todo ello contactamos vía telefónica con el músico, que responde a nuestras preguntas con inconfundible deje madrileño y también su abrasiva (y agradecida) sinceridad de siempre. La charla inicialmente fijada en 25 minutos terminó alcanzando casi la hora de grabación, a lo largo de un desarrollo que reproducimos de manera íntegra distribuida en dos partes. Ésta es la primera de ellas.
“La mayor censura que existe ahora es la falta de difusión”
“Barriobajero” (1979), el disco que ahora se reedita, fue publicado hace nada menos que 40 años… ¿Cómo recuerdas todo el proceso de grabación y posterior publicación en torno a aquel disco?
Joder, lo primero es que el impacto de los 40 años no me lo quito tío (Risas). Si es que hay discos que seguimos oyendo y nos maravillan y que tienen ya 45 o 50 años. Pues mira, después de grabar el primer disco (que fue en el 78… lo grabamos en el 77 y salió en el 78 en realidad), y con el alborto que se montó en torno a él, yo tuve una reflexión volviendo de un concierto en París, en donde estuve una semana tocando. Y a la vuelta dije: ‘hostia tío, “Barriobajero” que buen título, qué buena idea ¿no?’. Y más o menos escribí la letra y dije, voy a hablar de toda la gente del barrio, voy a hacer un retrato más o menos del barrio, de los chicos y de la gente que conocía y seguía conociendo… de las historias que había vivido. Y nos metimos a grabar en un estudio pequeñito que tenía EMI en la Plaza Ramales, y allí había una mesa en la que habían grabado los Beatles. Era un estudio de EMI y el material de que tenían en Inglaterra al final se movía por todo el mundo… y esa mesa la habían mandado aquí. Y yo me arrimaba a ver si se me pegaba algo… y, por cierto, en la reedición le hemos pedido a Raúl Ros (que ha sido técnico mío muchas veces, me ayuda con las remasterizaciones y llevamos mucho tiempo trabajando juntos) que contará exactamente cómo era técnicamente ese estudio. Y ha hecho una descripción cojonuda de todos los aparatos que había allí. Y bueno, total que grabamos un disco de rock-blues. La idea era hacer una cosa con letras muy poderosas y tal. Y muy bien, porque me había pasado tanto tiempo en la carretera el año anterior que me gustaba la sensación de salir de casa caminando (yo vivía entonces en la calle Toledo) y llegar a ese estudio donde trabajaba sin la presión del tiempo ni de obligaciones inmediatas. Montamos una banda muy interesante con dos guitarras, bajo y batería, y la verdad es que fue fantástico. Cuando estuvo terminado me di cuenta de que ese disco venía a decir a la gente que yo no estaba allí para hacer un único disco. ‘Yo no estoy aquí porque hay una moda y he hecho este primer disco y el “Marica de terciopelo”, y “El rey del pollo frito” y el “Rockandroll dudua” y tal… como una moda’, ni era ese ser esperpéntico que le parecía a algunos. Con este segundo disco vine a decir que yo estaba aquí para hacer esto para siempre. Ese fue el momento en el que consideré que había dos opciones: hacer una carrera de cien metros o hacer un maratón. Y decidí hacer un maratón. Y ese disco ayudó muchísimo a eso… pero muchísimo.
Como decías antes, «Barriobajero» (1979) se lanzó sólo un año después de tu debut, «Ramoncín y W.C.?» (1978) ¿Qué diferencias principales había de un disco al otro? ¿Crees que hubo cambios significativos en el sonido de uno a otro o para ti fue más bien una continuación lógica?
No. Hubo mucho cambio. Porque yo asumí la producción. Tú te metes en esto y aprendes una serie de mañas que sobreviven al tiempo. Aprendes cómo funciona todo. Igual que en directo llevas pedales, una cosa en la oreja, emisoras, la guitarra… Pues pasa lo mismo en el estudio. Hay muchos medios a tu disposición pero la puedes cagar, y se puede hacer todo muy bien o todo muy mal. Yo decidí asumir esa producción para hacerla sencilla. La producción en “W.C.” fue tremenda. De hecho en esa producción (que yo no participé en ella… estuve presente todo el rato pero no era mi negociado) me dio la sensación de que me estaban jodiendo alguna canción (Risas). Pero lo oigo ahora y escuchó la primera canción, “Cómete una paraguaya”, y pienso ‘¡Hostia cómo suena esto!’. Es que ni ahora suenan así la mayoría de los discos. Pero este segundo quería que fuera más simple, más sencillo, más roquero. E hice cosas que estaban bien y otras que no estaban tan bien, pero me sirvieron para aprender para luego hacer el siguiente, “Arañando la Ciudad”. La sensación que tuve fue de continuidad, en el sentido de decir ‘Hostia, esto va en serio’. Estaba grabando un disco y a la vez tomando notas porque ya pensaba que cuando hiciese el siguiente quería grabar ese poema que se llamaba “Arañando la ciudad”. Me di cuenta de que me había metido en un engranaje que ya no era ‘Vamos a ver si grabamos un disco y a ver qué pasa…’. La mayoría de los grupos graban el primer disco y el último a la vez, porque solo sacan uno y con eso está todo resuelto. Es lo que pasa en este negocio. A mí me dio la sensación de que podía seguir aprendiendo. Pero, efectivamente, el sonido de primer disco y de “Barriobajero” no tiene nada que ver.
“Con el segundo disco vine a decir que yo no era una moda e iba a hacer esto para siempre”
Seguramente fue también muchas otras cosas pero… ¿dirías que “Barriobajero” (79) fue, sobre todo, un retrato fiel, indiscriminado y realista acerca de cómo era la urbe, el entorno social y también la vida (nocturna) en los barrios de Madrid a finales de los 70 y principios de los 80?
Totalmente, totalmente… pero incluso echando la vista poco atrás. O sea, al Chuli lo habían matado hacía 3 o 4 años ya; y Félix todavía seguía trabajando en la fábrica. O sea, eres el prota de una canción pero mañana te tienes que levantar igual para ir a currar a la fábrica. Y el tipo ese que en “Barribajero” cuenta ‘Me siento orgulloso, cuando las horas empiezan yo salgo a la calle’… tiene una cosa que era completamente normal. Con ese disco ocurrió que como luego yo me enfrenté a la compañía: con EMI tenía un contrato de cuatro discos y uno en directo, y cuando hicimos este segundo, hubo un gracioso… ya se ha muerto, ya se puede decir quién era… Rafael Gil (Ray Girado), que era un escritor de letras de canciones con mucho éxito, y con unas recaudaciones en la Sociedad de Autores impresionantes. Hizo, por ejemplo, “Charly” de Santa Barbara, que fue un éxito en los 70. Pues me citó allí y era un tío que había sido muy amigo durante el periodo de grabación del primer disco, y me dice que le gusta y tal pero que a ver si entre los dos podíamos arreglar algunas letras y tal. Ya te puedes imaginar a dónde le mandé… De ahí viene toda la mitología aquella de la carta de libertad, la lata de gasolina y todo aquello. Y entonces decidieron no hacer nada con el disco. El disco salió, lo movimos nosotros en la medida que pudimos, y lo que pasa que entonces ocurría una cosa que ahora no ocurre. Que, por lo menos, el disco llegaba a la radio y la gente en la radio lo ponía. Todo se ponía, todo se difundía y yo creo que la mayor censura que existe ahora es la falta de difusión. Es la censura con la que menos te ensucias los dedos, y deja menos mancha que todas las demás censuras. No lo pongo y a tomar por culo ¿no? Pero aquello se difundió, y nosotros lo tocamos mucho en directo. Pero no había manera de encontrar el disco y se convirtió en una especie de ‘Hostia, Barriobajero, Barribajero, Barribajero’… lo oía todo el rato y las canciones que entonces incorporé al repertorio ya nunca las he abandonado. Creo que no hay ningún concierto mío en el que no haya habido dos, tres, cuatro temas de “Barribajero” al lo largo de estos 40 años. Era un reflejo de lo que ocurría, los chavales lo entendieron perfectamente y luego todos los intentos que hubo luego por sacarlo a posteriori… Hubo una edición de “Fama” que era un horror… luego ya cuando lo remasterizamos nosotros… Siempre la gente ha agradecido mucho la vida de ese disco. Yo leo ahora mucha gente que dice ‘para mí el mejor, es el mejor’ Bueno, para gustos los colores ¿no? Pero hay algo en ese disco que es muy de verdad.
«Barriobajero» (1979) fue, por tanto, tu segundo disco… Ese que siempre se considera complicado y definitorio a la hora de marcar el devenir de un artista ¿Notaste tú en aquel momento (con solo 23 años) esa presión tradicional y supuestamente inherente al segundo álbum?
Era tremendo porque era como ‘A ver qué hace este chaval ahora, después de este disco que ha sido una bronca tremenda y un escándalo de la hostia’. El primer disco se vendió muchísimo, pero más de lo que se vendió era lo que había significado ¿no? Y estaba todo el mundo con el ojo puesto. Cuando este tipo que te decía antes oyó el disco dijo ‘Yo quiero participar de esto. Si yo meto aquí mis letritas, sé que voy a pillar… Además sé cómo mover el negocio’. Porque además entonces sabía muy bien cómo mover el negocio, quÉ puertas tocar y a quién pedir favores… y cuando yo le dije que de ninguna manera, pues ahí nos quedamos solos, el grupo, mi manager y el grupo de personas que estábamos en torno a esto. La presión era tremenda, pero la mayor presión la tienes tú, porque cuando haces tu primer disco es un mundo desconocido, es como meterse en una cápsula espacial. Antes de eso, yo había grabado algo en Radio Nacional de España con Juan Pablo Silvestre en “Bailando en las Calles”, y con la primera banda que tuve grabamos cuatro temas allí, que los sacamos en la reedición de “Ramoncín y W.C.?” porque eran muy auténticos, es lo que sabíamos hacer entonces y hay que contar las cosas como eran en ese momento. Pero no había hecho nada más que cantar. Es decir, los técnicos de Radio Nacional hacían sus cosas. Yo me senté en la mesa esa y me pusieron en medio y me dijeron ‘¿Ahora qué hacemos?’ Y para mí era como estar a los mandos de un Boeing… ‘¿Y ahora qué coño hago?’ Entonces yo estaba todo el rato mirando lo que hacían los técnicos, apuntaba todo, me bajaba a ver cómo se controlaba todo, cómo iban las líneas… Y es cuando dices ‘Venga pues el segundo lo hago yo’. Entonces lo simplifiqué todo mucho. Lo simplifiqué a grabar bajo, batería y la guitarra rítmica… pero la responsabilidad que asumes en ese momento es la de superar que la gente piense ‘Bueno, lo de este ha sido una aventura y no va a continuar y ya está’. O por el contario puedes decir ‘Tengo que ver todo lo que no he aprendido del primero, ver lo que no me ha gustado o lo que yo he entendido que se ha hecho mal, y tratar de hacerlo mejor’. Pero es un aprendizaje, Raúl, que no termina nunca. Yo aún me pongo delante de una mesa y digo ‘¿Ahora qué?’ Y ya no te digo nada cuando empiezo a ver dibujitos en vez de los vúmetros y tal… Es acojonante porque lo peor que te puede pasar es pensar que estás en manos de los técnicos. Eso es una sensación horrorosa. Por eso luego ya buscas un equipo con el que trabajar y tal. Este Raúl Ros que te decía antes… pues he seguido grabando con él y masterizando y tal. Todos los discos en Hispavox los hice con el mismo técnico… Tienes que tener confianza en ellos porque sino hay algo que no capturan. Cuando me fui a Inglaterra a grabar en el 92 ya veía los estudios de otra manera y lo tenía clarísimo, pero de pronto llegan los dosmiles y te sientas delante de la pantalla de un ordenador. Y yo digo ‘Vale, está muy bien, pero yo quiero grabar en analógico’ porque sino no lo haces tú. Es verdad que es más cómodo todo el procedimiento y tal. Que no sabes lo que era antes, que había un ruido y había que coger la cinta, pasarla, buscar el ruido, cortar ese trozo milimétrico de cinta y empalmar, y lo escuchabas y ya no se oía nada. Hoy en día cuando coges unas cintas de esas y te pones a masterizar se ve todo y se pillan los sitios en donde se cortó para quitar un ruido. Es acojonante… tremendo. Es una cosa que nunca terminas de aprender. Yo para componer sigo cogiendo la guitarra o el piano y pillo para grabar un mini-disc o lo que sea, y me lo grabo y ya está. Y a partir de ahí a tirar, porque es que si no… ¡hostia! (Risas).
¿Y qué sientes (o cómo te sientes) ahora cuando lo escuchas, tanto tiempo después? ¿Cómo crees que ha envejecido ese disco?
Yo tengo un problema con mis discos: los escucho mucho mucho mucho cuando los estoy haciendo y después cuando salen… y luego los dejo de oír. Te hartas de oír un disco durante una temporada, y luego ya solo me interesan las versiones en directo. Ahí intento cambiar lo que no me gusta, hacerlo de otra manera… Por eso en los directos cambian cosas. Pero ahora con la masterización me ha tocado escucharlo, claro. Y la sensación es que lo pones y empiezas a encontrar todas las cosas que no harías ahora (Risas). ‘Hostia esto está mal. Hostia qué error hay aquí. ¿Pero cómo pudimos hacer esto?’ Vas flipando. Pero con el tiempo te curas, porque ¡ése! es el disco que llegó a la gente. Yo siempre digo ‘No me pongas el Litros de Alcohol’ de “Arañando la Ciudad”, si lo vas a poner en la tele o tal, te pido por favor que me pongas la versión en directo. Y no te das cuenta de que la gente, el recuerdo que tiene de esa canción es la versión del disco. Y esa es la que les recuerda cosas. Si a mí me pasa igual: yo oigo temas en directo de grupos que me gustan mucho, pero luego hay un momento en el que vuelvo al original de un disco de hace 30 o 40 años y cuando suena la canción original es cuando me vienen todos los recuerdos y cuando me viene todo a la memoria. Y eso es algo que tenemos que saber los músicos, porque sino estaríamos todo el tiempo cambiándolo todo. Yo hubo un momento en el que hubiera ido por todas las casas en las que hay una disco de “Arañando la Ciudad” (casi 40.000 discos en su momento), los cogería, me los llevaría a casa, los cambiaría y se los mandaría de vuelta a la gente. Bueno, pues no, eso no es posible y además les harías una putada porque ellos se acuerdan de lo que estaba originalmente. Entonces lo que tienes que hacer es masterizar. Nunca tienes que remezclar, ni nada de eso, porque eso es un error y le quitas la esencia y el sonido. Así que, claro, cuando me lo he puesto ahora y lo he oído para remasterizar he dicho ‘¿Qué podemos evitar de aquí? Este bajo está mal, la caja no encaja del todo…’ Bueno, pues todo eso puedes limpiarlo un poquito, que suene un poquito diferente pero no he cogido las multipistas ni he cambiado las cosas, ni he cambiado guitarras ni teclados ni nada de nada… están tal cual.
“Me enfrenté a la compañía y decidieron no hacer nada con el disco”
Justo después de «Barriobajero» (1979) llegaría precisamente “Arañando La Ciudad” (1981), tu disco habitualmente más celebrado ¿Qué pasó para que aquel trabajo fuese tan exitoso entre el público? ¿Qué había cambiado con respecto a los dos primeros?
Yo creo que como el primero hubo mucha bulla, se oyó mucho y hubo mucho escándalo, y el segundo se quedó al nivel de los ya muy fans y la gente que te seguía y los conciertos en directo y tal… Y cambiamos de compañía (estamos hablando del 78, 79, 80… sin parar) y con “Arañando la Ciudad”… Primero, se hizo una promo cojonuda: salió en todas partes, se hicieron unos cartelones enormes cuando se pegaba en Madrid a tope. Y luego tenía mucha magia. Ahí estaban “Hormigón, Mujeres y Alcohol”, “Putney Bridge”, “Ángel de Cuero”, que eran tres canciones que tenían una magia muy especial… Y “Litros de Alcohol” fue un tema que desde la primera vez que la tocamos vimos que capturaba a la gente por todo: el ritmo, la armónica, los tiempos, la letra por supuesto… Y tuvo luego ese halo porque era un disco que estaba muy bien diseñado, con la portada con un dibujo muy bonito basado en unas calles de Lavapiés, se había matado Javier Lozano “El Guebo” y yo le dedicaba una canción como “Flores Negras” dentro del disco, “Mey, La Lumi” era un tema muy llamativo porque hablaba de las prostitutas y tal. Es un disco que juntaba un montón de cosas. Y lo peor de ese disco es la producción (Risas). Luego en directo (en el doble disco en directo o en las versiones en directo que he hecho) lo que he intentado ha sido cambiarle todo eso. Sin estropear las canciones, pero que tengan ese sonido que yo quería. Yo tengo la voz con un punto de desgarro que he tenido siempre y sin tirar de cuerdas vocales, y que se ha convertido en mi forma de cantar. Pues todo el mundo me decía que tenía que cantar en limpio, que era mejor cantar más limpio. Allí bajaba el director de la compañía, el subdirector y el director artístico y tal, y me decían ‘mejor en limpio ¿no?’. Si es que metíamos la batería en una habitación y le metíamos unos módulos para que no sonara nada raro… era de locos. En ese disco no se oye un rasgueo de guitarra, no se oyen los dedos pasando por las cuerdas, la voz no está nada desgarrada, la batería está metida en una habitación… No sé, cosas de los tiempos pero que a mí en ese momento ya no me gustaba nada.
Este mismo sábado estarás tocando en la sala Joy Eslava de Madrid ¿Cómo son los actuales conciertos de Ramoncín y qué debe esperar el público que vaya a verte?
No diría que yo soy bastante humilde porque eso es mentira, pero sí bastante ponderado en lo que pienso. Hay una cosa que decía Pepito Risi que era que cuando subes al escenario tienes que pensar que eres el mejor. Y eso yo lo he tenido claro desde el primer día. Pero eso es muy fácil pensarlo. Lo que no es tan fácil es demostrarlo. Yo llevo una banda ensayadísima, preparadísima, que la mayoría de miembros llevan ya mucho tiempo conmigo. Yo soy muy muy muy pesado con los ensayos y los arreglos, los tiempos y la concentración en el escenario. Y lo que hacemos es subirnos siete músicos a un escenario y dar un concierto de Rock & Roll sin duda, sin fisuras… No hay nada que no sea rock. Subimos ahí y hacemos un rock de guitarras, a veces hay tres guitarras a la vez, a veces cuatro, todo el tiempo dos, hay teclado, bajo, batería, violín eléctrico. O sea, un concepto musical muy roquero, y desde el principio hasta el final sin parar. A veces me gusta contar cosas en los conciertos, porque a veces creo que hay que recordar cosas. Pero básicamente lo que me gusta es tocar el mayor tiempo posible, y solemos hacer 24 o 25 temas y nos vamos a las dos horas y media o dos horas y tres cuarto de concierto. Así que eso es lo que hay… (Risas).
Podrás leer la segunda parte de la entrevista con Ramoncín en unos días en MUZIKALIA.
Pues iba a despotricar un rato porque siempre me ha caído fatal pero me ha gustado la entrevista
Gracias por la parte que me toca. No te pierdas la segunda parte que publicaremos la semana que viene, porque es todavía mejor.
Buena entrevista, con ganas de leer el siguiente paso.
¡Gracias Chema! A principios de la semana que viene estará en MZK 🙂