Bill Callahan – Sala Apolo (Barcelona)

Hay artistas que son maestros: la edad, el talento y el trabajo los hace poseedores de una magia que proyectan perfectamente sobre el escenario. Seducen sin pestañear, convencen y sus canciones ejemplares llenan el aire incluso rato después de haberse ido. Bill Callahan es uno de esos. Un artista con galones, un maestro. Lo demostró el lunes en una Sala Apolo abarrotada de fans incondicionales.

Empezó la noche con un chavalín plantado en medio del escenario, cantando con su voz desnuda y clara, sin más acompañamiento que una leve percusión. Sencillo y algo medieval, con melodías bonitas y letras juguetonas. Más tarde nos enteraríamos de su nombre: Neal Morgan. Pero eso vendrá luego.

Porque después del experimento, los catalanes Bedroom, proyecto de Albert Aromir, tomaban el escenario para presentarnos su pop intimista y naïf. Empezaron muy bien con el primer tema, perteneciente a su disco de debut La casa dins la casa, pero poco a poco fueron perdiendo fuelle y el set se volvió insulso y monótono, allá por el cuarto tema. Se despidieron tras la media hora de rigor, y quince minutos más tarde aparecía en el escenario Callahan.

Se plantó allí arriba con su guitarra, con el único acompañamiento de un batería  que poco después se descubrió en un instrumentista espectacular y que nos sería presentado por Callahan como Neal Morgan. Exacto, el mismo de un rato antes. Y mientras ambos ponían “orden sobre el escenario” (palabras textuales), muchos nos preguntábamos que tal sonaría el estupendo Sometimes I wish I were an eagle sin banda. Duró la duda tres canciones: llegados a un punto, ni nos acordamos de los arreglos, porque no hicieron falta. Y es que Callahan llegó para vencer: abrió el set con “Jim Cain” y su voz y su presencia lo llenaron todo. Con un golpe de varita, se metió al público en el bolsillo.

Musicalmente elegante y sobrio, centró el concierto en su último trabajo, del que, si me permiten, me voy a quedar con las magistrales interpretaciones de la enigmática “Eid Ma Clack Shaw” y de “Too Many Birds”. Con su característica  intensidad contenida, el imaginario de vientos, pájaros y naturaleza salvaje de su último disco se manifestó allí con todo su poderío: “Rococo Zephyr”, “All Thoughts Are Prey To Some Beast” o “The Wind and the Dove” nos recordaron por qué gusta tanto este disco.

Aún así, Callahan tiene una larga carrera y a ella hizo referencia acordándose de “Sycamore” y de la preciosa versión de Kate Bloom “The Breeze / My Baby Cries”. Combinando arrebatos de guitarras y batería con momentos más reposados, Bill nos fue llevando hacia el territorio dominado por Smog, un territorio que el público esperaba: “Say Valley Maker” desembocó en una locura de acordes arrancados con fuerza de la guitarra y un tremendo torrente de batería que se alargó varios  minutos, en medio del éxtasis colectivo. “In the pines” iba a ser la última, también del periodo Smog.

Pero tras desaparecer unos minutos, decidieron volver y rematar la faena a lo grande: “Rock Bottom Riser” y la magnífica “The Well” (aplausos del público por la elección y de nuevo, impecable Neal Morgan) servían como colofón a una de esas noches perfectas que ni la lluvia a la salida iba a poder estropear. Teníamos todos claro que acabábamos de ver a un maestro.

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