Cuéntame una canción: ‘Rhythm is a Dancer’, de Snap!
Hubo una época de transición a finales de los años ochenta que, tanto por su afán creativo como por su reivindicación de las influencias, acabó en una maraña estilística que aventuraba un espacio de líneas poco definidas. Se intuía por entonces una abolición de los compartimentos estancos que se habían venido desarrollando en las facetas electrónicas de la música menos oscura y menos comercial. El rápido ascenso del electro durante los primeros años de esa década en Estados Unidos se convirtió en el cimiento de dos géneros que, si bien no eran nuevos, sí que vieron en este estilo una forma de pulir su personalidad.
Tanto la música de baile como el hip hop tuvieron en este estilo una fuente común de la que beber, aunque su posterior evolución fuera radicalmente distinta. Sin embargo, existieron intentos de aglutinar todo o, por lo menos, de estirar un poco más el chicle tanto estético como musical: si esa intención tuviera que llevar un nombre, ese sería el de Snap!, gracias a sus “The Power” y, sobre todo, “Rhythm is a Dancer”. Esta es, pues, la historia de cómo el electro hizo encontrarse al house y la música negra con el hip hop y el dance para comenzar a cimentar el eurodance.
Para entender (y quizá, hacer entender) la idiosincrasia y relevancia de “Rhythm is a Dancer” habría que empezar por eliminar ciertos prejuicios y trazar tres caminos que saldrán de las escenas afroamericanas del house y la electrónica más bailable de Alemania. Relacionemos desde ya esas partes y pongámosles nombres: las bases electrónicas a través del house y el electro; la aventura sincrética del old skool; y una parte vocal más musical a través de la tradición de vocalistas afroamericanas.
Snap! había sido creado como un proyecto musical en 1989 por los productores alemanes Michael Münzing y Luca Anzilotti para dar rienda suelta a sus temas más orientados a la pista de baile. Ambos habían comenzado a experimentar los sonidos electrónicos de la ebm y de la new wave (y alguna que otra horterada) en su época en OFF junto al ahora celebérrimo Sven Väth, por lo que, además de tener experiencia, sabían (y sufrían) la mala prensa que tenía por entonces la escena alemana. Con Snap!, sin embargo, decidieron plantearse el proyecto de otra manera e incorporar vocalistas que tuvieran un peso mucho mayor y que, además, les permitiera explorar la dupla cantante-rapero que se haría con las pistas en la década de los 90 apuntalando el eurobeat y el eurodance y que otros proyectos como 2 Brothers On The 4th Floor o 2 Unlimited también pondrían sobre la mesa desde principios de la década. Sin embargo, todavía con los 80 coleando, ellos habían comenzado a tender puentes entre escenas hasta la fecha un tanto distantes.
El house norteamericano, que estaba centrado en los núcleos afroamericanos de Chicago y Detroit, había comenzado a emerger y a despegarse de otras escenas urbanas como las del electro y la de un hip hop que comenzaba a evolucionar poco a poco desde el old skool. Aun así, todo parecía tener una conexión quizá no tan remota, algo que acabaría resultando en el hip house, un concepto un tanto efímero y acuñado por los teóricos para definir ese encuentro. Esa sinergia también comenzaba a recuperar el empleo de voces femeninas provenientes del soul, del R&B y de la disco integrándose, de nuevo, en las bases electrónicas, algo que cerraría el círculo de influencias.
La cuadrilla de Münzing y Anzilotti, con Turbo B (izq.) a finales de los 80
(Foto: Myspace de Münzing y Anzilotti)
Así, el plan del dúo de productores tomaba forma, y, tras varias consultas con algunos de los agentes de las diversas escenas, lograron ensamblar una primera formación que ayudaría a plasmar todas esas trazas en un proyecto sólido. El reclutamiento de un rapero con formación en la vieja escuela como Turbo B en conjunción con la incorporación de la cantante de tintes R&B Penny Ford debería comenzar a funcionar rápidamente: la estrategia en la producción estaba, y mimbres tenían de sobra.
Al rapero Turbo B Alemania no le era desconocida, pues había realizado el servicio militar en una de las infames bases que Estados Unidos todavía mantenía (mantiene) en suelo teutón. Tras finalizar su mili, volvió a su país natal, pero regresaría muy pronto a Alemania como parte del cartel de la gira del grupo de hip hop y electro The Fat Boys por Europa. Esa exposición fue la que convenció a Münzing y Anzilotti de que él era su hombre y, sin más dilación, le invitaron a embarcarse en el proyecto.
Por su parte, la historia detrás de la incorporación de la vocalista, la estadounidense Penny Ford, mantiene una curiosidad musical. Mientras que hacía sus primeros pinitos en la industria musical, Ford comienza a forjar una amistad con Chaka Khan, que venía cosechando ya cierto reconocimiento en el pop de baile, tras su colaboración en «Our Day Will Come». Su relación fue creciendo hasta formar parte de la gira de esta última como cantante de apoyo. En 1989, durante una visita a Alemania, Chaka Khan le pide a Penny Ford que acuda a una audición a la que ella no podrá asistir: la audición de la que saldría la cantante para el proyecto Snap!
Con la primera alineación ya en funcionamiento, no pasaría ni un año hasta que el proyecto de Münzing y Anzilotti reventase las pistas. El barniz de apertura que rezumaba su primer single, “The Power”, venía alimentado por el éxito previo de importantes aproximaciones al house y al dance con presencia vocálica. En 1989, los belgas Technotronic habían ido pavimentando el camino con sus «Pump up the Jam” y «Get Up! (Before the Night Is Over)», por lo que no fue extraña la enorme aceptación un año después de Snap! que, además, incluía un rapero en su propuesta, un guiño que incorporaba los lejanos ecos de Afrika Bambaataa & The Soulsonic Force y del electro más rapeado.
“The Power” había colocado en órbita a Snap! y allanó el terreno para World Power, su primer álbum, un compendio de hip house y de incipiente eurobeat con algunas joyas del género como “Cult of Snap!” u “Oooops Up”, pero, sobre todo, con una aureola de electro más bailable. Y es que la importancia del electro dentro del eurodance primigenio venía reconociéndose desde hacía unos años. No obstante, algunas de las características más notables del género, como los efectos sintetizados y la repetición de melodías, servirían de base, junto a la inclusión paralela de ritmos acelerados de house, para crear las primeras señas de identidad del eurobeat.
Durante ese periodo de gestión del nuevo género de baile entre 1990 y 1992, World Power vendió unos cinco millones de copias y el eurobeat empezaba a tomar forma . Era el momento de plantearse un nuevo objetivo: superar el éxito o morir en el intento, pero Snap! tenía que resolver antes ciertos temas. Penny Ford había abandonado el grupo por discrepancias con los productores en plena producción del que sería su segundo álbum. Sin embargo, fue ella la que recomendó el fichaje de la que sería su sustituta. Thea Austin, con carrera previa en la música de baile, llegó a tiempo para escribir las canciones de ese segundo elepé que vendría en llamarse The Madman’s Return.
Aquel álbum contendría algunas evoluciones significativas hacia el subgénero que arrasaría en los 90, pero siempre con el sustrato del electro y el hip hop en su genética. Quien recorra The Madman’s Return descubrirá esa progresión en temas como “Colour of Love”, “See The Light” o “Exterminate”, aunque quizá la más evidente y, a la postre, seminal, fuera “Rhythm Is A Dancer”.
Este tema se adelantaba a la perfección a un futuro no muy lejano en el que esas tres vertientes, voz, un barniz mínimo de hip hop y house, cobraban forma en una pieza memorable. A mediados de la década, varios grupos habían desarrollado un estilo muy peculiar centrado en la exaltación de la ciencia ficción a través del uso mayoritario de sonidos de pad. Quizá, de todos ellos, Newcleus fueran quienes facturasen el paradigma de esa aproximación en su Jam On Revenge, un álbum lleno de referencias al espacio, a los robots y a los autómatas. Dentro de ese disco se escondía “Automan”, que fue la elegida, ralentizándola, para darle una nueva vida con la reconocida melodía de “Rhythm is a Dancer”.
Al muestreo de “Automan” se le suma un beat puro y repetitivo y una línea de bajo sintetizado de aquella forma que le otorgaron la personalidad definitiva y reconocible a este tema desde sus primeros acordes. En la versión que aparece en The Madman’s Return prima ese sampler como parte reconocible, quizá dejando en un segundo plano las limitadas aportaciones líricas, restringidas al estribillo y sin rastro de Turbo B al que el ingeniero de sonido Daniele Iribarren “usurpó” sus funciones.
Sin embargo, la versión que todos conocemos parte de otra historia. Ante el debate interno de cuál debería ser el lanzamiento del sencillo que presentaría el álbum surgieron, sin embargo, dudas: ¿debería haber cierta continuidad y, por lo tanto, un mayor protagonismo del hip hop o, por el contrario, la demanda de sonidos bailables debería ya primar sobre cualquier otro aspecto musical? Turbo B apuntaba claramente a la dirección que le era más favorable, incidiendo en que la elección correcta sería emplear “Colour Of Love”, un tema muy equilibrado entre las voces negras del rapero y la deliciosa entonación de la cantante. Así fue, pero, a pesar de la calidad de este corte y entrar en varios top 10, no alcanzó el éxito esperado.
Así, la segunda bala tenía que ser la buena. Cuenta la historia que la discográfica hizo un experimento y la hizo sonar en un pase privado: la comunión entre público y la canción fue instantánea. El 24 de marzo de 1992 se lanza el álbum y, en menos de una semana, se publicó una versión distinta de “Rhythm Is A Dancer” para el 7 pulgadas. Esta incluía la novedad de una estrofa de rap añadida, ampliando el rango original de esta disciplina y alentada en parte por el incipiente éxito de la fórmula. A pesar del recelo inicial (y posterior), Turbo B se vio casi obligado a incluir esa referencia que finalizaba con aquel infame “soy serio como el cáncer cuando digo que el ritmo es un bailarín”.
El lanzamiento como sencillo fue un auténtico acierto. La promoción, acompañada por un videoclip rodado en Cabo Cañaveral y que aludía a esa ciencia ficción primigenia del origen del “Automan” de Newcleus, fue todo un éxito: parecía no haber ni un minuto en todo aquel 1992 en el que las radiofórmulas no quemasen los surcos (o los “incipientes” cedés) de aquel sencillo.
Aunque la letra podría pasar por una mala fortuna, lo cierto es que a nadie más que a Turbo B y a algún crítico le importó, porque “Rhythm Is A Dancer” fue la coronación de una fórmula en que la importancia de una estrofa rapeada -que ya habían empleado en la música de baile, por ejemplo, Deee Lite en su “Groove Is In The Heart” (1990) o los neerlandeses 2 Unlimited con “Get Ready For This” (1991)- iba de la mano de la relevancia del sampler y de una voz femenina de tintes afroamericanos.
La mecha se había encendido antes, pero los quince números 1 en países tan diversos como su natal Alemania o Reino Unido (donde, además, fueron el sencillo más vendido de aquel año), Zimbabue, Israel, Italia, Países Bajos y España de “Rhythm Is A Dancer” certificaron una fórmula que no dejaría de sonar en todos los 90. “More And More”, de Captain Hollywood (1992), “Slave To The Music”, de Twenty 4 Seven (1993); y, sobre todo, “Mr. Vain”, de Culture Beat (1993), siguieron la curva ascendente hasta la cúspide de 1994.
Aquel año, la festiva “Dreams (Will Come Alive)”, de 2 Brothers On The 4th Floor; la inmortal “Think About The Way”, de Ice MC; o “Sweet Dreams”, de La Bouche, se juntaron en las listas de éxitos de todo el planeta con la misma estructura, repetida hasta la extenuación del género para morir tras habernos brindado unas cuantas noches divertidas e inolvidables. Porque, por mucho que te niegues a reconocer que quemaste con su melodía más de un par de zapatillas, como aquel ritmo, tú también fuiste bastante pieza bailando.
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Ficha técnica:
Composición: Michael Münzing y Luca Anzilotti, bajo los alias Benito Benites y John «Virgo» Garrett III, respectivamente, y Thea Austin.
Producción: Michael Münzing y Luca Anzilotti, bajo los alias Benito Benites y John «Virgo» Garrett III.
Discográficas: Anzilotti & Münzing / Arista
Fecha de grabación: 1991.
Fecha de lanzamiento: 24 de marzo de 1992 (versión del álbum), 30 de marzo de 1992 (como sencillo)
Letra:
Rhythm is a dancer
It’s a soul’s companion
You can feel it everywhere
Lift your hands and voices
Free your mind and join us
You can feel it in the air
Oh-oh, it’s a passion
Oh-oh, you can feel it in the air
Oh-oh, it’s a passion
Oh-oh, oh, oh, oh
(x2)
Let the rhythm ride you, guide you, sneak inside you, set your mind to
Move to its’ pulsation, bass vibrations, synth sensation
Pause is not a place in mind and body must be free to
Please take it all in, nothing to lose, everything to win
Let it control you, hold you, mold you back to order
New touch, it taste, it free your soul and let it face you
Got to be what you wanna, if the groove don’t get you, the rifle’s gonna
I’m serious as cancer when I say rhythm is a dancer
Rhythm is a dancer
It’s a soul’s companion
You can feel it everywhere
Lift your hands and voices
Free your mind and join us
You can feel it in the air
Oh-oh, it’s a passion
Oh-oh, you can feel it in the air
Oh-oh, it’s a passion
Oh-oh, oh, oh, oh
Rhythm, you can feel it, you can feel it
Rhythm, rhythm is a dancer (x2)