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El revuelo de KKR y sus silencios cómplices

El pasado mes nos hacíamos eco de la entrada del fondo de inversión estadounidense KKR (Kohlberg Kravis Roberts) en varios festivales españoles según informaban los compañeros de El Salto.

Este fondo adquirió Superstruct Entertainment en 2024 por aproximadamente 1.4 mil millones de dólares, consolidando su control sobre más de 80 festivales en todo el mundo, incluidos importantes eventos en España como Sónar, Viña Rock, FIB, Resurrection Fest, Arenal Sound o Tsunami Xixón.

La implicación de KKR como promotor inmobiliario en territorios ocupados por Israel, que continúa masacrando la población de Gaza en un genocidio apoyado por EEUU y permitido por la comunidad internacional, generó una fuerte controversia y varios artistas empezaron a desvincularse de estos festivales.

El revuelto hizo que cerca de 100 artistas españoles e internacionales firmaran un manifiesto en apoyo a Palestina y exigieran el cese de los vínculos con KKR. Incluso en ministro de cultura Ernest Urtasun comentó: «los fondos de inversión y de capital que»participan en la expansión de los asentamientos ilegales en Palestina no son bienvenidos en España y no son bienvenidos a la cultura española».

Varios festivales se pronuncian

Por su parte, Sónar, Viña Rock, Resurrection Fest o Tsunami Xixón emitieron unos comunicados en sus redes denunciando el genocidio y desvinculándose. Sónar quiso «expresar de manera explícita la solidaridad con la población civil palestina atrapada en la catástrofe humanitaria que se vive en Gaza» y Viña Rock quiso dejar claro que «no financia ninguna causa violenta ni contraria a los derechos humanos, ni directa ni indirectamente. Afirmar lo contrario no solo es falso, sino profundamente injusto. Ya hemos puesto en marcha acciones legales frente a quienes están detrás de esta campaña de difamación, detrás de la cual también se mueven intereses económicos que nada tienen que ver con la defensa de los derechos humanos».

Tsunami Xixón tampoco titubearon ea la hora de dar su opinión: «Condenamos el genocidio del pueblo palestino» ni tampoco Resurrection Fest: «Resurrection Fest quiere dejar claro que no está vinculado a ninguna acción de los posibles inversores de sus socios, distanciándonos de ellos y sus acciones. El festival se mantiene independiente a ellos y estos no tienen ningún tipo de control sobre la gestión del mismo». De eventos como FIB, Arenal Sound y otros, no tenemos noticias -y de prácticamente la totalidad de sus artistas tampoco-.

Algunas cancelaciones

Sónar, que terminó dando la opción de poder devolver las entradas, vio como varias decenas de artistas cancelaron sus actuaciones, lo que no impidió al festival celebrar su reciente edición con éxito de público.

La Élite o Samantha Hudson se negaron a actuar en el FIB (esta última también en Sónar) y aunque Fermin Muguruza, Reincidentes, Dakidarría, La Fúmiga, Sínkope, Non Servium, Porretas, Kaus Urbano, Los de Marras, Dakidarria, No Konforme, Free City, Kamikazes o Tremenda Jauría, han confirmado que se negarán a actuar en festivales bajo el paraguas de KKR, llama poderosamente la atención la falta de posicionamiento de la mayoría de artistas que siguen en esos carteles. Su silencio advierte de cómo una red de intereses económicos termina por hacer que gran parte de la industria se ponga de perfil.

¿Hay compromiso por parte de los músicos? Poco.

La desigual respuesta ante KKR

Al final, la respuesta es muy desigual. Mientras que unos pocos artistas ha alzado su voz, la mayoría de la industria —festivales, promotores y la gran mayoría artistas— se ha refugiado en la neutralidad o el tecnicismo para mantener carteles y no perder contratos.

Kase.O ha sido muy criticado por su respuesta ante esta situación: “si cancelo, voy a juicio, pierdo, y tengo que pagar una elevadísima sanción de mi bolsillo a los dichosos fondos. Si no cancelo, cobro de los fondos, pago gastos, sueldos e impuestos (no voy a dejar a mi gente y a sus familias sin un dinero con el que ya contaban) y dono mi sueldo a las víctimas. No es lo mismo decir “yo nunca actuaré en un festival financiado por estos fondos” que tener un contrato firmado desde hace un año, salte la noticia, y cancelarlo”.

La transformación de los festivales en vehículos de inversión ha retratado cómo el arte y la cultura han terminado cediendo ante intereses financieros. El silencio cómplice no hace más que favorecer este modelo mercantil frente a cualquier tipo de ética o compromiso.

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