Festival BAM – 1ª jornada – Estació de França (Barcelona)

Un año más – y ya van 11 – Barcelona acoge el BAM dentro de la celebración de las fiestas de la Mercè, la patrona de la ciudad. Un año que, a diferencia del anterior, no se está caracterizando por la asistencia masiva de público. El primer día, el viernes 19, no se llegó ni a la mitad del aforo con un cartel quizás demasiado heterogéneo.

Zola eran los encargados de abrir las actuaciones del escenario Mondo Sonoro en la Estació de França, recinto que, a pesar de su pésima acústica, sigue siendo el lugar en el cual tienen lugar la mayor parte de los conciertos del BAM. Apenas unas docenas de personas siguieron la actuación del grupo barcelonés, que presentaron los temas de 7 maletas (Jabalina, 03). Y aunque fue una actuación algo deslucida, se los notó más segura y a Núria, la vocalista, mucho más firme que en sus anteriores actuaciones.

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Lo de Camping fue muy diferente. Están mucho más rodados y saben como sacar el mejor partido de su sonido, a pesar de que en el escenario grande ya había empezado la actuación del rapero Nach y en los momentos más sutiles de sus temas, el sonido se sobreponía. Destacable, sin duda alguna, ‘Nic 09’, donde las guitarras lograron vencer al contrario e impresionar con su sonido más limpio.

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Nacho Vegas era uno de los artistas más esperados de la noche. No es la primera vez que trae a Barcelona el directo de Cajas de música difíciles de parar (Limbo Starr, 03), pero la gente le sigue aclamando y sigue disfrutando de sus directos como si fuera el primero. Suena mucho más acústico que en el disco, sin demasiados artificios, pero igual de herido y de frágil, en temas “El jardín de la duermevela” o “En la sed mortal”, dos de los que sin duda sonaron más desgarradores.

Zola Zola

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El final de fiesta del escenario pequeño en el primer día empezaba con Dwomo, un dúo de lo más singular que sorprendieron a muchos de los que estaban ahí por casualidad con sus micrófonos distorsionados, sus marcadas bases electrónicas y su mezcla de pop, mestizaje y letras reivindicativas, como “El turco”. Para bailar son parar.

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Y para cerrar, Ellos protagonizaron la actuación más concurrida y entregada de la noche, en la que no importó que Guille Mostaza desafine en los temas, o que volvieran a recurrir a “Diferentes” para cerrar su show. Sus melodías pegadizas, su desenfado y descaro encima del escenario, la buena selección de temas – los de su primer trabajo tienen tanta importancia como los del último, Lo tuyo no tiene nombre (Subterfuge, 03) – y, sobre todo, la solidez que les da el hecho de convertirse en quinteto sobre el escenario, en cuanto a sonido se refiere, hicieron que el viernes el escenario Mondo Sonoro cerrara por todo lo alto y con ganas de seguir al día siguiente.

Zola Zola

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Como decíamos al principio de nuestro escrito, la heterogeneidad del cartel pudo ser una de las causas de la poca asistencia de público, durante el primer día. Pero si a esta heterogeneidad le sumamos la poca potencia de la mayor parte de los grupos que están desfilando por el escenario grande de la Estació de França, nos daremos cuenta del porqué del vacío.

Así, el viernes por la noche sólo merecía la pena presenciar el histórico concierto ofrecido por el colectivo Quannum Projects, una crew de raperos de San Francisco ligados, cual alioli gustoso y sólido, entorno a la cocina de DJ Shadow. Hablamos metafóricamente, claro. Pero es que es así: Quannum es la reunión, en directo y en estudio, de varios grupos discográficamente independientes: Latyrx, Blackalicious, Life Savas y la soul-diva (preciosa, por cierto) Joyo Velarde. Y todos ellos son amigos íntimos del genio californiano, que sólo se juntan cuando DJ Shadow es el alma máter instrumental del proyecto. Discos como aquél imprescindible recopilatorio Solesides Greatest Bumps, certifican esta gloriosa conjunción: recomendable al cien por cien. Y, si el sonido fue malo, a causa de la acústica de la inmensa estación de trenes (una joya arquitectónica construida en 1929 pensando en trenes de vapor), la solidez de raperos catárquicos como Lateef the Truth Speaker (al límite de las posibilidades físicas de la pronunciación) o Lyrics Born, el sol epicúreo y polinesio sugerido por Joyo Velarde, y la voluntad de hablar de cosas trascendentes de Gift of Gab de Blackalicious, nos hicieron olvidar que casi no se oían las melodías, ni los múltiples matices que adornan ésa vertiente del hip hop. Gran concierto, pese al mal sonido (se necesitan a técnicos que sepan hacer sonar el hip hop, por favor).

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Antes que ellos actuó Nach, uno de los artistas de hip hop español del año, gracias a su estilo conciliador y maduro. Estuvo correcto. Pero después de la actuación de Quannum, la mediocridad absoluta se apoderó de la situación: unos Spacek que no conectaban ni con las primeras filas (su música tampoco es tan innovadora como se ha leído por allí: es soul electrónico correcto –que no llega adónde Carl Craig, por nombrar al maestro); UNKLE, con un James Lavelle que no hace nada interesante desde 1999 –y cuyo nuevo álbum ha recibido una mala crítica aquí- y un Todd Terry bajo mínimos que personifica el ocaso del house de Chicago, un género que antaño fue vitalista e innovador (hoy sólo DJ Rush mantiene aquella tensión, como demostró en julio en el Nitsa-Apolo, con su noise-house). Noche, en general, discreta, aunque hay apoyamos sin fisuras que las subvenciones públicas nos permitan disfrutar, a precio de saldo o gratuitamente, de artistas más que grandes, como es el caso de Quannum. Para que no se pierdan, consulten la web del colectivo, que, además está muy bien: www.quannum.com (una guía de nombres, temas, inquietudes y muchas canciones para escuchar).

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Puedes leer lo que ocurrió en la segunda jornada del BAM haciendo clic aquí.

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