Mercromina – Joy Eslava (Madrid)

El reencuentro con Mercromina el pasado viernes en Madrid era una de esas fechas que uno aguarda con impaciencia y algo de nervios. De esas fechas en las que te vas a encontrar con alguien que lo ha sido todo para ti, pero hace mucho que no ves. Y sí, como en los mejores finales posibles, el reencuentro fue una celebración plena de sentimiento donde la emoción se palpaba tanto en ellos como en nosotros -no sé quiénes estuvieron de ambos bandos más al borde de las lágrimas en numerosas canciones-.
Abrieron la noche Havoc presentando el que es su nuevo LP, Lo saben los Narvales (14). Irradiando magma eléctrico a través de un binomio perfectamente equilibrado entre melodía y distorsión, su actuación convenció con facilidad en una suerte de híbrido entre La Habitación Roja, Sexy Sadie y Maryland.

Con un poco de retraso llegaron al escenario nuestros exploradores perdidos albaceteños -un tiempo que luego hizo perder dos canciones anunciadas en su set-list como «Encadenados» y «Sobre una nube», ésta última en lo que hubiera sido un hipotético tercer bis-. Su concierto guiñó un ojo a sus dos discos más exigentes y, con la perspectiva del tiempo, más valientes y consecuentes: Bingo (02) y Desde la montaña más alta del mundo (05).

Un antológico inicio con «La gran aventura», «Huracán», «Lo que dicta el corazón», «Entrevista a un abducido», «El libro de oro de la congelación», «Ciencia ficción» -su primera y brutal composición- y «Caterpillar» -uno de mis temas preferidos llevado en su desarrollo hasta el paroxismo-, supuso sin lugar a dudas los minutos más grandes de este año en directo para el que escribe: tensos, ruidosos, desatados, agradecidos, convulsionados y tremendamente emocionados, consiguieron empapar de su atmósfera de melancolía huraña, rara y áspera a todo el respetable.

Antes del bis, tremendas sonaron también «Pájaros» -recuperen Acrobacia (95) y sorpréndanse de lo bueno que era su debut- y «Chaqueta de pana», exuberante de esa suerte de shoegaze bastardo que tanto echamos de menos.
Por ponerle un solo pero al concierto, el previsible y algo acelerado bis con las obligadas «Evolution» y «En un mundo tan pequeño», muy buenas, pero que supieron a poco después de un repertorio tan bien elegido que atestigua la gran falta que hacen hoy día bandas convertidas por derecho propio en estandartes del sonido independiente español como lo son Mercromina.
Grandes, vosotros sí que seguís alzados en la montaña más alta del mundo, aquella a la que muy pocos talentos y corazones pueden aspirar coronar.
 

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