Música y boxeo: besando la luna juntos

“El boxeo es el único deporte en el que puedes conseguir que te sacudan el cerebro, perder tu dinero y poner tu nombre en la lista del enterrador”, Joe Frazier.

Cambien “boxeo” por “rock” y tendrán una frase que podría haber pronunciado cualquier músico con gafas de sol y una resaca del tamaño de Wyoming. En realidad, esa cita tampoco estuvo tan lejos de pertenecer a un músico. De hecho, fue Joe Frazier quien la pronunció. Él, que escribió en dorado y rojo los momentos más espectaculares del boxeo junto a Ali, también tuvo sus escarceos con el mundo de la música. Para la historia quedarán temas como “Gonna spend my life” o “Knock out drop”, y su formación: Smokin’ Joe And The Knockouts. El hombre que hacía salir humo de sus guantes tenía el funky en el cuerpo. Descanse en paz.

Pero, la relación entre boxeo y música no se queda en Frazier. Ni empieza en él. Otros, como Joe Louis, dejaron una sufrida carrera pugilística por una no menos extenuante vida de artista. También lo intentó con un disco –I Am The Greatest-, el propio Mohammed Ali(todavía como Cassius Clay), al que se llegó a ver en la Rolling Thunder Revue de Bob Dylan para apoyar la liberación de su compañero de fatigas Rubin Carter.

Dylan y Rubin Carter: posiblemente la mejor y más paradigmática unión entre música y boxeo. La emblemática “Hurricane” (hit de su disco Desire, de 1976), que cuenta la injusta encarcelación de Rubin ‘Hurricane’ Carter en medio de la agitada lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, es la unión más aclamada entre ambas disciplinas. Pero no fue la única canción que Dylan le dedicó a un boxeador: “Who killed Davey Moore?”, compuesta en 1963, adornó su repertorio en directo durante un tiempo y finalmente fue incluida en su Bootleg Series. La muerte en 1963 de ‘The Little Giant’ Moore (medía 1’60 y era campeón mundial del peso pluma) a raíz de las lesiones cerebrales causadas durante el combate en el que cedió el título al cubano Ultiminio ‘Sugar’ Ramos, abrió un debate del que también participó la música; como Dylan, el cantante de folk Phil Ochs le dedicó un tema.

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A pesar de que la de Rubin Carter es quizá la canción más representativa de esta relación, resulta bastante sencillo imaginar quién es el púgil retratado con mayor devoción en la música. Mohammed Ali, Cassius Clay, o el hombre más famoso del mundo en los 70 es una constante: desde los añejos Georgie Fame (“The Ali Shuffle”) o Johnny Wakelin (“In Zaire”, “Black Superman”) a referencias más actuales como Faithless o The Verve (ambos con “Muhammad Ali”), The Wave Pictures (“Cassius Clay”) o The Hours (con la emocionante “Ali in the jungle”). Tanto Wakelin como The Hours hacen referencia al mítico combate que Ali ganó por K.O. a George Foreman en 1974 en Zaire, y que se bautizó como ‘The Rumble in the Jungle’. Por supuesto, Dylan también se acordó de Clay; fue en “I shall be free No. 10” (Another Side of Bob Dylan, 1964), utilizando la misma fanfarronería de la que hacía gala el boxeador (“voy a hacer que tu cara se parezca a la mía… Cassius Clay, más vale que corras”).

Pero, ni toda la música es Dylan ni todo el boxeo es ‘The Greatest’. Han sido muchos los que antes y después de Ali han inspirado a músicos. El mismo Joe Frazier tuvo una canción dedicada en el Gradually Going Tornado (1980) del grupo del que fuera batería de Yes o King Crimson, Bill Bruford. Y como él hay otros. De hecho, uno de ellos se acerca a Ali en influencia. Hablamos del enigmático Charles ‘Sonny’ Liston. ‘The Big Bear’ había conseguido el título mundial de los pesos pesados noqueando a Floyd Patterson en el primer asalto, pero aquel 25 de febrero de 1964 un Ali (por aquel entonces Clay) de tan solo 22 años consiguió derrotarle. Y volvería a hacerlo en la revancha. Sin embargo, la polémica figura de Liston (ex presidiario y supuestamente protegido por la mafia), de quien ni siquiera se conocía la fecha de su nacimiento, se lo sigue poniendo difícil a Ali en el terreno musical. A Liston le dedican canciones Chuck Prophet (“Sonny Liston”) y Mark Knopfler (“Song for Sonny Liston”), y se le menciona en multitud de temas; “I’m mad again” de John Lee Hooker (“estoy loco como Sonny Liston… como Cassius Clay”), “Swingin’” de Tom Petty  (“ella se balanceaba como Sonny Liston”), “Babe, I’m on fire” de Nick Cave & The Bad Seeds (“el salvaje Sonny Liston”) o “Triumph” de los raperos Wu-Tang Clan, todos ellos evocan al que fue tío de B.B. King.

 

 

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Otros como Warren Zevon se acuerdan de Ray Mancini; en “Boom Boom Mancini” repasa la carrera del púgil italo-americano, incluida la muerte de Kim Duk-Koo tras un combate frente a él en 1982. El surcoreano también aparece en Ghosts of the Great Highway, debut de Sun Kil Moon -grupo cuyo nombre viene, a su vez, del también boxeador surcoreano Sung-Kil Moon-. Lo de la banda de San Francisco es pura atracción por el olor de la lona: en el mismo disco hay otra canción llamada “Salvador Sánchez”, dedicada al boxeador mexicano de los 70 que murió invicto a los 23 años tras un accidente con su Porsche, y su EP anterior -Rock ´n´ Roll Singer- comienza con “Find me, Rubén Olivares”, en referencia al considerado como uno de los mejores boxeadores de la historia del peso gallo que dominó alternativamente la categoría entre 1969 y 1975.

Si nos remontamos aún más en el tiempo, en blanco y negro encontramos otros ejemplos de unión entre puños y escenarios. Uno de ellos es el de The Dixieaires, grupo preeminentemente vocal que a mediados del siglo pasado consiguió con “Joe Louis was a fighting man” uno de sus principales éxitos. Cuando Louis apenas llegaba a ser un adolescente, el marine Gene Tunney reinó invicto entre 1926 y 1928; sus combates contra Jack Dempsey, el segundo de ellos recordado como ‘The Long Count Fight’, le valió para que casi ocho décadas después Richard Thompson hablara de una mujer que se creía Tunney (“She twists the knife again”). De boxeadores en blanco y negro también se acuerdan grupos tan actuales como Yeasayer que, en su último disco (Old Blood, 2010), recuerdan al ex forzudo de circo Primo Carnera en “Ambling alp” -bautizado así (‘La Montaña Andante’) por sus más de 2 metros de altura-; a él y a Max Schmelling, aunque italiano y alemán jamás llegaron a enfrentarse en los años 30.

Versionada por Dylan, Emmylou Harris, Joan Báez e incluso Cecilia, “The boxer” fue uno de los éxitos de Simon & Garfunkel en Bridge Over Troubled Waters (1970); la letra, autobiográfica según el propio Paul Simon, cita al boxeador sólo al final y como ejemplo de aguante y resistencia a pesar de recordar “los golpes que le han tumbado y hecho sangrar”. Una frase que años más tarde encarnarían Ali y Frazier en Manila; el primero, cayendo a la lona extenuado después de que el entrenador de su rival tirara la toalla en el decimocuarto asalto; el segundo, prácticamente ciego, con un ojo cerrado y otro a punto de hacerlo, escupiendo sangre pero resistiendo en pie de forma sobrehumana.

Otros músicos se han acercado a la figura del boxeador de una forma más apasionada, como Morrissey en su single “Boxers” -y la aparición del púgil británico Cornelius Carr en «World Of Morrissey» y el single de The Smiths «Sweet And Tender Hooligan»-, o Bruce Springsteen en la melancólica confesión de alguien que luchó contra Jack Thompson en un campo lleno de barro (“The hitter”, Devils & Dust, 2005). Como ellos, Eels (“Prizefighter”), Elvis Costello & The Attractions (“TKO (Boxing day)”), Editors (“The boxer”), The Chemical Brothers (“The boxer”), Johnny Flynn (“The prizefighter and the heiress”), Kimya Dawson (“For boxer”), Kaiser Chiefs (“Boxing champ”), Fiona Apple (“Shadowboxer”), Of Montreal (“My favourite boxer”), Bush (“Prizefighter”) e incluso Everything But The Girl (“Boxing and pop music”) han sentido la necesidad de incorporar el boxeo a sus respectivos imaginarios en algún momento de sus carreras.

Hay que considerar también el atractivo y el magnetismo romántico del boxeo, en especial cuando se trata de hurgar en el lado tenebroso del que es derrotado en el cuadrilátero y también fuera de él. Quizá por eso no sea extraño encontrar al escocés Benny Lynch, ex boxeador alcohólico que murió de malnutrición, en la portada del segundo disco de Gun (Gallus, 1992) o a un pugilista de once dedos en la de Peace & Love (1989), de The Pogues; ni imaginar a un boxeador vencido tras los guantes de oro en la cubierta del disco de Cat Power, The Greatest (2006), . En el caso de Aimee Mann, lo suyo es más conceptual: desde la portada a las letras, The Forgotten Arm (2005) se inspira en la relación entre un pugilista, drogadicto y ex combatiente en Vietnam, y su novia. Casos diametralmente opuestos son las portadas-pantomima de David Bowie en Let’s Dance (1983), Sabina en Dímelo en la Calle (2002) o Bunbury en Flamingos (2002), que posteriormente acabaría publicando un tema llamado “El boxeador”.

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Han pasado 40 años desde ‘El Combate del Siglo’ en el Madison Square Garden. Y en el Araneta Coliseum de Quezon City, que se sigue estremeciéndose por el recuerdo del inhumano ‘Thrilla in Manila’, aún se escuchan los ecos de los guantes de Ali y Frazier castigando al rival sin piedad. Su percusión contra los cuerpos, las respiraciones agitadas de los contendientes, el baile de pies sobre la lona y la excitación del público componen un escenario lleno de sonidos que recuerdan a los de la música en vivo. Un concierto, el de aquella noche, de 14 canciones. Parafraseando al entrenador de fútbol Vujadin Boskov: boxeo es boxeo. Y música es música. No es lo mismo, pero no se pueden obviar los lazos que les unen, por muy invisibles que sean.

George Foreman dijo alguna vez que el boxeo es como el jazz: cuanto mejor es, menos lo aprecia la gente. Es quizá esa unión íntima y aparentemente invisible entre música y boxeo la que hace que tantos artistas hayan explotado las apasionantes historias que se suelen esconder tras los boxeadores; hombres que, al fin y al cabo, suben a un cuadrilátero con la única intención de tumbar a un semejante.

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