Niños Mutantes

Esta banda no llevaría en activo veinte años si siguiéramos con el noise pop con el que empezamos, sería aburridísimo


 
 
El futuro ya ha llegado. Ha costado, tal vez más de lo que debiera, pero la gran recompensa siempre aguarda para quienes saben esperar.
 
Dos décadas en primera línea, intentando encontrar la última vuelta de tuerca del pop independiente en nuestro país y creando un sello, una marca, una forma de hacer y de sentir las canciones que en su presente encarnación, que a la vez entronca con El Futuro, les deja de nuevo a las puertas de la gloria. Además de mutantes, son currantes y creen en el esfuerzo y sobre todo en ellos mismos,  y eso ya merece que el público sepa por fin que en Granada hay bandas que empiezan a tornarse en imprescindibles. 
 
Charló con nosotros Juan Alberto Martínez, un veterano de sus escenarios y los de toda la península, comanda la nave que pilotan los otros tres Niños Mutantes y con sus palabras llena el motor de la gasolina necesaria para continuar un viaje que ya se ha ganado una plaza en la clase business.
 
Después de veinte años, de los cuales se podría decir que solo los diez últimos más o menos «en el candelabro», casi que esto de grabar discos y conseguir nuevo público se ha convertido en una grata inercia. Nada acomodaticia en vuestro caso, hay que decirlo.
 
Tenemos la suerte de seguir creciendo como grupo. Creemos que aprendemos cada vez más y vamos haciendo mejores canciones y mejores conciertos y eso hace que cada vez más gente nos siga. Desde luego nunca nos hemos dormido en los laureles, somos unos currantes de la música y afortunadamente parece que la inspiración nos acompaña en esta maratón que es nuestra carrera.
 
Y en Granada, si me lo permitís, ya habéis conseguido un estatus importante. ¿Creéis que podéis llegar a ser una referencia en el pop de la ciudad?
 
Probablemente eso del «estatus importante» lo tenemos no sólo en Granada. Aquí es bastante obvio.
 
Seamos sinceros: desde «Las noches de insomnio» (para mí vuestro mejor álbum junto con el maravilloso debut «Mano, parque paseo») el sonido de la banda se ha hecho, digámoslo de forma suave, más «accesible», y lo habréis notado en cuanto a popularidad o repercusión de vuestro trabajo.
 
Nunca hemos tratado de ser accesibles o inaccesibles. Hemos hecho siempre la música que nos ha salido del corazón, de la cabeza y de los huevos. Solo intentamos mejorar y no aburrirnos, introduciendo pequeños cambios en nuestra forma de componer o de instrumentar las canciones. Esta banda no llevaría en activo veinte años si siguiéramos con el noise pop con el que empezamos, sería aburridísimo. En los últimos años nos interesan las guitarras acústicas, el acercamiento al folk, los sintes… hemos estado quince años con el pedal de distorsión apretado. Está bien oír otros sonidos.
 
Al fin y al cabo se trata de disfrutar, y como dice una de las últimas letras, «solo tendré música». Por mucho tiempo que pase, ¿os seguiréis aferrando precisamente a eso, a las canciones, vuestras y de otros?
 
Nuestra vida es la música. Desde hace más de veinte años la gasolina que nos mueve es oír música, descubrir música, tocar música, crear música. Cuando criemos malvas no dejaremos a nuestros hijos chalets ni coches, les dejaremos colecciones de discos y de instrumentos.
 

 
En este álbum parece que los Niños Mutantes os vestís de optimismo, en contraposición a la incertidumbre y la cierta oscuridad como trasfondo que había en «Náufragos». ¿Es cierto que el futuro ha llegado, a la música sobre todo?
 
En «Naúfragos» dedicamos un disco entero a sacar fuera la rabia y el cabreo que invaden a este país desde hace ya varios años. En este nuevo disco no queríamos seguir instalados en la misma postura. Seguimos enfadados, alucinando con este espectáculo interminable de codicia, corrupción y dictadura de las grandes fortunas, con la destrucción de las clases medias y el imperio del neoliberalismo vencedor. La cuestión es que no queremos dedicarnos sólo a criticar, sino a aportar algo con lo que intentar construir un nuevo orden. Obviamente no tenemos posibilidad de llegar a las altas esferas, pero cada uno en su pequeña vida puede cultivar con una actitud de cambio y de búsqueda de un futuro más limpio. Ese es el mensaje de «El Futuro», es un empujón a la movilización hacia un futuro personal y social mejor, un paso adelante después de la crítica.
 
El vuestro parece bastante halagüeño. Llenos en Madrid, donde abarrotasteis la Joy Eslava, ida y vuelta en una gira por toda España, festivales casi como cabezas de cartel (dueto Raphael-Juan Alberto incluido en el Sonorama)… ¿habéis cambiado vosotros o las circunstancias durante todos estos años en el mundo del pop independiente?
 
Las dos cosas, claramente. Nuestras canciones de los últimos años llegan más a la gente, quizás por lo directos que son sus mensajes y lo fácil que es identificarse con ellas. Hablamos sinceramente, sobre sentimientos comunes, y la gente encuentra en nuestras canciones palabras para lo que a ellos les pasa. Pero obviamente eso ha ocurrido en el marco de una expansión del mundo «independiente», puede que por moda, puede simplemente que porque la música se difunde hoy de otra forma, puede que porque vuelve a haber música en español de calidad con vocación de llegar al público. Hubo años en que el más guay era el que le gustaba a menos gente. Eso de sentirte especial por gustarle a los cinco más modernos de España es de un clasismo y un esnobismo absurdos. Afortunadamente la mayor parte de bandas ha superado esos planteamientos, que solo permiten sobrevivir a los grupos de burgueses con dinero de papi y mami.
 
Por cierto, hace pocas fechas tuvimos la oportunidad de veros por fin en Córdoba, una de vuestras ciudades «malditas». Me contasteis en la anterior entrevista que un cúmulo de circunstancias había hecho que le tuvieseis cierto respeto a esa plaza.
 
Ufffff…. Nos quitamos la espina, gracias a Dios. En la anterior visita a Córdoba no hubo ni cincuenta personas. Fue un bajón importante, estábamos sacando «Todo es el momento» (2008), que nos parecía un disco estupendo… No queríamos volver ni para ver la Mezquita. Afortunadamente ese día nos llevamos la sensación opuesta y nos sentimos muy queridos y con una sala llena.
 
Y por fin pudimos comprobar que el directo mutante no solo sigue en perfecto estado operativo sino que va a más, y si la acústica del local acompaña yo diría que está alcanzando cotas de grandísima altura.
 
Te lo decíamos antes. Nos lo trabajamos, hay que tenerle al público un respeto enorme, más en tiempos en que no todo el mundo tiene fácil comprarse la entrada. De todos modos, al final lo importante es que el grupo disfrute: es la única clave para conseguir que la gente también disfrute.
 
Ahora hacéis canciones que quizá no os habíais atrevido a hacer nunca, como ese «Barronal» tan mediterráneo y aparentemente tan alejado de vuestros presupuestos sonoros. ¿Una muestra de que las influencias más evidentes son en vuestro caso solo la punta del iceberg?
 
No queremos prejuicios. En nuestros inicios éramos integristas del pop alternativo de finales de los 90. Somos conscientes de nuestras limitaciones, pero dentro de ellas nos gusta buscar nuevos caminos. Oímos de todo y si una canción te lleva a Serrat y a Santana, ¿por qué no intentarlo? Es la forma de aprender. Y si no sale bien, no pasa nada.
 
Imagino que no es ni buscado ni consciente, pero fue grabar «Errante» y acostumbrarnos a escuchar al menos un «hit» en todos vuestros trabajos; sucedió también con «Hundir la flota» y ahora con «Hermana mía». Y eso no es fácil de conseguir.
 
Lo de los «hits» es un misterio. «Errante» fue una canción abandonada en un cajón durante años, teníamos un estribillo y no teníamos estrofa. Yo creo que habíamos hecho ya algún pequeño «hit» en el disco anterior, hablo de «No puedo más contigo» o de «Te favorece tanto estar callada». Es divertido ver que canciones que no pensabas que tenían ese tipo de poder acaban siendo canciones queridas por la gente…. Nunca se sabe, pero es divertido ver ese efecto, crea cierto placer eso de ver a la muchedumbre dando saltos y cantando a voces.
 
La vena inconformista y a rebufo de la realidad imperante sigue latente con «Robot», «Todo va a cambiar» (fantástico vídeo, por cierto) y «La epidemia». Sin embargo, en general parece un disco más hacia adentro, más de traer lo colectivo hacia lo íntimo y no al revés.
 
Es cierto, es un disco más de revolución interior que exterior. Como un paso necesario que todos deberíamos de dar para poder pedir otros cambios con autoridad moral.
 
Luego está el otro lado, el íntimo, y ahí Juan Alberto se destapa con la bonita historia de «Santo domingo». Pura autobiografía, supongo, pero ¿cómo venciste al pudor?
 
Llega un momento en que pierdes la vergüenza totalmente. Cuando empecé a hacer letras solo yo sabía a quién iban dirigidas, estaban llenas de metáforas y de juegos que hacían que no te desnudaras. Llega un momento en que dices: en las canciones dejo mi corazón y mi vida, fuera tonterías, hablemos claro. Yo quería hacer una canción contando la suerte que tengo de haber encontrado un amor que me llena. Después de años de búsqueda sufriendo y haciendo sufrir uno encuentra a la persona con la que quiere vivir. Eso hay que cantarlo.
 
Hay una canción de la que se ha hablado poco y que me parece preciosa. Es la que cierra el álbum, «Olvídate de ti», que crea un clima a la vez plácido y atormentado. ¿Otra historia confesional?
 
Claro, todas lo son. Hay veces en que nos creemos tanto nuestras propias historias que perdemos la perspectiva, pensamos demasiado en nosotros mismos. Así no podemos ser felices, hay que dejarse llevar y sentir lo pequeños que somos, tomar conciencia de nuestra verdadera dimensión mínima y aceptarla para no vivir atormentados con las expectativas que nos imponemos. Hay que disfrutar con cosas pequeñas. Es una canción que ha pasado inadvertida, nos alegra que te haya gustado.
 
¿Es el inconformismo con la propia obra o el impulso de la realidad que nos rodea lo que mueve el motor creativo de una banda como vosotros?
 
Las dos cosas. Nunca hemos pensado «por fin hemos llegado» o «lo hemos conseguido». Somos perfeccionistas y jodidamente autocríticos, aún soñamos con nuestro mejor disco. Y a la vez hay una necesidad de sacar a través de la música lo que se te atraviesa por dentro. Como decía un flamenco de nuestra ciudad, «yo no cantaba pa que me escucharan, ni porque mi voz fuera buena, yo canto pa que se me vayan las fatiguillas y las penas».
 
Curiosamente, en una ciudad en la que la mayoría de músicos se diversifican en colaboraciones, cohabitaciones con varias bandas o proyectos paralelos o en solitario, vosotros parecéis unidos por y para la misma única causa desde hace muchos años. ¿Mutantes inmutables?
 
Mutantes monógamos. O «endógamos». Compartimos gustos y nos queremos, disfrutamos juntos. No sentimos la necesidad de buscar nuevas compañías, pero cada vez que alguien trabaja con nosotros disfrutamos el aire fresco. Pasó hace ya diez años cuando Andrés entró en el grupo, ha pasado con Ricky Falkner en este disco, y con colaboradores en discos y en conciertos. Pero la verdad es que desde que Mama Baker colgaron los hábitos no hemos tenido a ningún miembro que milite en otras bandas. Habrá que probar eso también.
 

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