Ocean Colour Scene + Stay – La Riviera (Madrid)

Los catalanes Stay añadían dos fechas más a la extensa gira que les está llevando por buena parte de España y además Reino Unido y Alemania, estas dos fechas serian para abrir los dos únicos conciertos en España de Ocean Colour Scene, con todas las complicaciones y ventajas (al mismo tiempo) que otorga el ser teloneros de una banda de alto nivel como son los británicos. A saber, entre las ventajas podemos destacar el simple hecho de compartir escenario con prácticamente unas leyendas del rock británico, más allá de etiquetas, o el llegar a un público más amplio.

Entre las complicaciones o los contras, Stay se encontraron, al menos en el concierto madrileño, con un sector de público que, lógicamente, había ido a ver a los británicos y que no parecía prestarles mucha atención, y con un sonido no muy digno de elogio.
Con todo y con eso Stay supieron salir del paso con un set sin peros,  en apenas media hora de concierto, presentado su excelente trabajo The Fourth Dimension, que les revalida como el único grupo patrio (no vale negarlo aunque estén abiertos a otras influencias) que ha sabido asimilar y sobrevivir a la impronta que dejaron toda una generación de músicos británicos en los noventa.
Ver un lunes cualquiera del mes de abril una de las mayores salas de Madrid casi completa dice mucho del grupo y más de los aficionados. Un encuentro entre una formación ya madura que ha sabido aguantar modas y un público igual de maduro que ellos, que ha seguido siendo fiel a lo auténtico. Eso se respiraba momentos antes de que Ocean Colour Scene saltaran al escenario.

Mientras Oasis se marchitaban, Blur y Pulp, lo dejaban (aunque ahora vuelvan) y Suede hacían lo que podían, ellos seguían adelante con su clasicismo y grandes melodías. Quizás fuera ese sonido ajeno a los hypes de la época que bebía de lo mejor del rock inglés de los 60 y 70 lo que les mantuvo a flote. Sin grandes roces, pasando del fanatismo de la prensa británica y sacando discos respetables después de sus tiempos heroicos. Ah, y ante todo contando con la inquebrantable voz de Simon Fowler.

Tocaba despachar su último trabajo, Painting (2012), recibido con un entusiasmo más que comedido. Rompió el hielo la alegre «Painting» para enganchar con su clásico «The Circle», pureza en la melodía que fue recibido con júbilo por el público. Pero la motivación se vio mermada al enganchar medios tiempos de aires country como «So Low» o «Second Hand Car», sumado al siempre difícil sonido de la sala. La combinación inicial de temas no consigue levantar al público, a pesar del oficio de los de Birmingham. «Doble Book» de su último largo ayuda mover algo más al respetable, volviéndolo a meter en el letargo con la convincente «Emily Chambres» y «Jane She Got Excavated», ambas del One From The Moderm (1999). Justo cuando uno piensa lo que le está costando arrancar al show, suena uno de los riffs más grandes y magnéticos de siempre, el de la canción que les puso en la cúspide, la pantanosa «Riverboat Song», seguida de otro clásicazo, «Profit in Peace».

La sixtie «Goodbye Old Town» y «If God Made Everyone» nos traen a la influencia de The Who que aparece en su último largo, pero desmerece los dos momentos anteriormente vividos. Pero eso sí, la voz de Fowler se quiebra igual de bien ante cualquier registro aunque pasen los años. En plena ebullición el grupo tira de hits como si fueran un escalón perfecto: la facilidad pop de «One Fort the Road», electrificándose en «Travellers Tune» para ensuciarse con el rock de «Hundred Mile High City». Gran triada.

Hora de los bises. La hermosa balada «Robin Hood» con la presencia solitaria de Fowler en el escenario dio paso para cerrar a otras dos canciones de su mejor álbum, Moseley Shoals (1996), las beatelianas «It´s my Shadow»  y la imprescindible «The Day We Caught the Train», donde demostraron que un coro, un simple LaLaLa, puede ser lo más grande del mundo. Ya ves.
 

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