Discos

Phosphorescent – Muchacho (Dead Oceans)

Muchacho es, digámoslo ya, uno de los discos del año. En realidad esta afirmación tan llena de rotundidad puede extenderse a prácticamente cada disco que el señor Matthew Houck, alma mater del proyecto Phosphorescent, ha sacado desde hace una década. En un mundo más justo debería gozar ya del mismo status que Bill Callahan, Bon Iver, Iron & Wine o Bonnie Prince Billy. Digo más, alguno de esta lista escupiría sobre la tumba de Woody Guthrie a cambio de publicar en la actualidad un disco como «Muchacho».

Así pues mientras unos dejan que su reputación trabaje para ellos, el desgraciado de Houck aún debe esforzarse de lo lindo para ser por fin considerado como uno más entre los grandes del folk rock actual. Pero la verdad es que afortunadamente Muchacho ha representado un salto enorme en la popularidad de Phosphorescent, un proyecto que según parece el mismo Houck estuvo a punto de finiquitar. Los mejores late-shows estadounidenses, que a veces tienen el buen gusto de hacer primar la calidad de la actuación sobre el conocimiento popular, han tenido a bien contratarlo para tocar y no hay festival con un mínimo de interés musical que no lo busque para que entusiasme al público con una de sus actuaciones, uno delos mejores directos que pueden verse en estos momentos, por cierto.

Muchacho no es un cambio radical en su fórmula tradicional, recuerda poderosamente a Pride (2007), pero ni el más fanático de sus seguidores sentirá que sea más de lo mismo.  Después del comienzo operístico con la primera canción, la primera estrofa de esa maravilla que es «Song for Zula» («Some say love is a burning thing , that it makes a fiery ring, Oh but I know love as a fading thin,just as fickle as a feather in a stream«) es una bofetada en la frente. De un plumazo derriba dos tótems como Elvis y Johnny Cash para dejar bien claro que la nostalgia es el refugio de los mediocres. Sorprende constantemente la ligereza de sus temas, no por su temática si no por el aire etéreo con el que toca y la extraña sensación onírica que transmite. La voz de Houck suena más lánguida y pausada que nunca pero logra provocar profundas sensaciones de emoción en el que posiblemente sea su mejor ejercicio vocal. En resumen, una obra brillante y magníficamente ejecutada y producida. Una pequeña maravilla que nadie debería dejar escapar.

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