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Screamin’ Cheetah Wheelies (La Paqui) Madrid, 30/11/23

Si tuviera que ahondar por un segundo  en la memoria del largo periplo de conciertos al que he asistido en mi vida, hay uno que, sin ningún género de duda, acudiría a mí como inevitable magdalena proustiana. Me refiero al show que ofrecieron  Screamin’ Cheetah Wheelies en el ya tan lejano Azkena de 2004.

Aquella actuación, su primera en España por entonces, supuso una asombrosa celebración comandada por la portentosa voz de Mike Farris en la que la batidora de música de raíces norteamericana, encarnada en sus diversas formas (southern rock, blues, country y hasta góspel), alcanzó un pico de excelencia que pocas veces han visto y verán mis ojos.

Casi treinta años después (cómo pasa el tiempo, que de pronto son años, que diría el trovador Silvio Rodríguez), me disponía a disfrutar en Madrid de una casi milagrosa ceremonia, evocando el espíritu de aquella experiencia  inmortal para muchos de los presentes.

La reunificación, fruto del exacerbado entusiasmo de su frontman al invocar a sus ex compañeros, se plasmó hace un año a través de unos cuantos shows por Estados Unidos. Pero Screamin’ Cheetah Wheelies tuvieron claro que, si volvían a reunirse, sí o sí tendrían que regresar a España, demostrando que en su memoria pervive tanto como en nosotros el relato mencionado por quien les escribe.

Las dudas sobre el estado de forma de la banda se disiparon desde el primer segundo. Resultaba asombroso comprobar la conservación de la voz de Mike Farris, por no decir de su aspecto. Habían pasado 30 años y casi parecía 30 años más joven con su nuevo look, una vez limpio de cualquier rastro de antiguas adicciones. Y el plano vocal, imponente. Resulta difícil explicar las virtudes de este hombre sin que sea el juicio de los oídos propios de un ser humano el que dicte sentencia. Increíble.

Arrancaron la velada muy centrados en su tono más festivo y enérgico, con un binomio ganador engrasadísimo: “Boogie King” y “Shakin’ the blues”. El concierto se fue desarrollando a través de esa faceta suya trepidante y trotona, más sureña y abigarrada, con el contoneo constante de una audiencia que desbordaba una sala La Paqui del todo entregada a la banda. Por mi mente y mi corazón acudían pasajes rememorando otras bandas noventeras cruciales para mi persona como Blind Melon, o pasajes de guitarras muy emparentables con los primeros y mejores Pearl Jam, gracias al trabajo imponente a las seis cuerdas de Rick White y Bob Watkins.

Pero sin duda lo mejor estaba por llegar, con una segunda parte muchísimo más centrada en su universo más sensible y emocionante, aquel en el que impera el espíritu bello y redentor de una obra maestra como lo es Magnolia (96), poseedora de una magia que, desde mi punto de vista, no logran igualar el resto de trabajos de Screamin’ Cheetah Wheelies.

Fue la llegada de la bonita “Gypsy Lullaby”, seguida de una maravillosa “Sister Mercy” –joya imponente de su disco debut–, la que definió el tramo más ensoñador de la noche, anticipo de auténticos momentos épicos de erizamiento epitelial como los vividos con “Father Speaks” o “Magnolia”, que cerró el grueso del show antes de un bis culminado por el hermoso viaje ventricular que supuso “Hello from Venus”, alegato sobre aquellos que transitamos juntos por los márgenes, surfeando un mundo cada vez más ininteligible.

Foto Screamin’ Cheetah Wheelies: Raúl del Olmo

 

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