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Shinova: poesía transformada en un grupo de rock

Gabriel Celaya decía “en el poema debe haber barro. Debe haber ideas. Y debe haber retórica, descripciones y argumentos, y hasta política”. Muchas veces, la poesía no se encuentra solo en los libros, sino que se escapa de ellos para anidar en las calles, en los silencios, en las miradas y, sobre todo, en la música.

Cada vez que escucho a Shinova esta frase se convierte en una verdad irrefutable.  Hay canciones suyas que nos enseñan que no se puede encerrar una sonrisa, una brisa, una idea. Y lo mejor de todo es que cada canción es única. En cada una de sus obras late, con mayor o menor grado, toda la poesía. Cada oyente busca algo en sus letras. Y no es insólito que lo encuentre: porque, en cierta manera, ya lo llevaba dentro. Sus versos en forma de canciones tienen la capacidad de tener vida propia cambiando de aspecto según se encuentren con la persona que las escuche.

Shinova

Shinova nace en Vizcaya en el 2009 y desde el primer momento entendieron que la fórmula para hacer música es que te provoque algo, te haga sentir. Eso es lo necesario para hacer arte. A fuerza de rasgueos de guitarra y una voz única y envolvente han conseguido que las palabras de sus canciones suenen libres.

A pesar de estar una década en la carretera, este grupo comienza a tener un peso importante en el panorama nacional tras su disco Ana y el Artista Temerario (2014) para posteriormente tener una fuerte consagración con Volver (2016). Su último trabajo, Cartas de Navegación (2018), es un disco que pretende guiarnos, orientarnos hasta nuestras utopías pero sin perder jamás el norte; que surquemos nuestro propio mar aunque haya un temporal salvaje y tengamos nociones nulas de navegación.

Shinova portada

Canciones de amor como «Utopía» nos hablan de cómo con tan solo un beso uno puede encontrar la libertad. Otras como «Expectativas o espejismos» nos comentan que, muchas veces, lo verdaderamente importante lo tenemos delante de nosotros. Pero un tema muy recurrente en sus canciones es como diría Kerouac: el camino es la vida. Por un lado, ajeno a las normas del tiempo y buscando nuestro «Trayecto Natural», por otro, entendiendo que la felicidad más real es la compartida porque no estamos hechos para caminar solos como nos muestra «En el otro extremo».  Porque esa es la única forma de huir del gris y de vencer los gigantes (“Mirlo blanco”) entendiendo, como dice la canción «Aurora», que cada final sea solo el principio de una nueva oportunidad.

 

Como he dicho antes, las canciones de Shinova tienen la capacidad de trasmitir diferentes mensajes, entenderse de formas diversas según el oyente. A mí lo que me trasmiten es que es la propia vida la mayor expresión de poesía.

 

 

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