Sr. Chinarro – Perspectiva Caballera (Veemmm)

Hay algo de renacimiento, si no mucho, en Perspectiva Caballera (14). No porque a estas alturas Antonio Luque tuviera nada que demostrar, faltaría más, pero sí porque su prolífica última etapa estaba generando más de un debate, a veces sano, a veces vacío, sobre la posible necesidad de filtrar la calidad de lo publicado, llegando a hacer olvidar por momentos que cualquier entrega firmada por Luque encierra siempre momentos para recordar.

Equilibrado y certero, éste nuevo esfuerzo supone su estreno en el mundo de la autogestión, y sin duda brilla orgulloso consolidándose como su mejor obra desde, pongamos, El mundo según (06), dejando ciertas huellas que resucitan el espíritu del fundamental El fuego amigo (05), probablemente el primero de sus trabajos en el que producción e inspiración caminaban incuestionablemente de la mano.

Arranca de manera brillante con el trotar de un Aidan Moffat en la exuberante «Droguerías y Farmacias», una canción que vale un disco y que deja el listón bien alto (ninguna votación de lo mejor del año debería ignorar semejante hallazgo). De un plumazo, desaparecen las dudas y se recuperan sensaciones que quizás ya sentíamos lejanas. Así de rápido cambian nuestras emociones, así de fácil nos dejamos de nuevo embaucar por los grandes poetas. Probablemente la magia siempre estuvo ahí, pero el pellizco en el estómago no era el denominador común en trabajos de alguna manera menores, como Presidente (11) y toda la polémica que generó a su alrededor sobre su supuesta bajada de pantalones al público «algo» más mainstream, o el capricho que supuso Menos Samba (12).

Bien pensado, ¿acaso no se merecía Luque buscar nuevos caminos y enseñar que lo suyo también puede funcionar por la vía rápida?. La crítica, siempre insatisfecha, no perdona, y es capaz de aniquilar cualquier movimiento que requiera predisposición e implique cambio, pero también será inflexible si el artista decide que todo es más fácil cuando repites una y otra vez la misma fórmula.

Volviendo al presente y centrándonos en las muchas y buenas noticias aquí brindadas, las letras, llave para acceder al imaginario intrincado y en ocasiones indescifrable de nuestro protagonista, siguen dibujando numerosos acertijos por descifrar, multitud de  muecas abiertas a la interpretación pero cada vez más acordes al momento vital de un artista único y fundamental en la historia de la música pop de este país.

Hacía mucho tiempo que medios tiempos como «Mudas y escamas», «Ácido fórmico» o «Nod», con su fantástica progresión final, no dolían tanto. Es un Chinarro mucho más borroso y opaco de lo que nos tenía acostumbrados últimamente. Es una vuelta al mejor pasado o por lo menos, al que llevábamos tiempo echando de menos.

No faltan los singles redondos, de ésos que fabrica sin apenas inmutarse, de ésos que fluyen ligeros dejando un poso de cínica felicidad, como la magnífica «El gato de S». Los arreglos arropan y visten, no se imponen pero ayudan a las composiciones en su contenida progresión. Mención especial  en este apartado para el magnífico trabajo de Javier Sanchís (violín), Lucas Valera (violín) y Antonio Fernández (chelo).

Y aunque momentos de incómoda obviedad como «Mi sapo» puedan difuminar los logros de este trabajo mayor, no sería justo ignorar sus méritos, claros y bien localizados, que dibujan un panorama alentador y que dejan bien a las claras que nunca hubo razones de peso para dudar del talento de un personaje tan impredecible y necesario como Antonio Luque.

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