The Drones – Havilah (ATP Recordings)

Los 2000 iban a traer la revolución de las máquinas, y ahora, mientras los casquetes polares se derriten, la economía mundial está a punto de partirse por la mitad. El futuro es incierto y cambiante, pero una de las cosas más seguras es que The Drones van a seguir sacando buenos discos. Lo llevan haciendo desde que se inició el nuevo siglo: en 2002 (Here Come the Lies), en 2005 (cuando editaron el enorme Wait Long by the River and the Bodies of Your Enemies will Float by), y en 2006 (Gala Mill). Ahora, en el ocaso de la primera década del siglo XXI, dejan para el recuerdo otro buen disco: Havilah (ATP Recordings).

Según cuentan, el disco fue grabado en una casa rústica que Gareth Liddiard y Fiona Kitschin tienen a los pies del Monte Buffalo de Victoria (Australia), y que funciona sin electricidad, sólo con generadores de gasolina. En cualquier otro grupo este dato podría responder a la clase de excentricidades típicas de una banda de rock; sin embargo, en Drones es un dato que ayuda a comprender su sonido. Crudo, desgarrado, sucio y sinuoso, este Havilah sigue alejándose de los parámetros tradicionales del rock con una colección de canciones bajo el sello Drones: incómodas y difíciles, sinceras y cautivadoras.

A estas alturas todavía hay mucha gente que no ha escuchado la visceral voz de Gareth Liddiard, pero los que sí lo han hecho saben que detrás de esas canciones de seis, siete y ocho minutos se esconden historias auténticas recubiertas de fango, sudor y sangre. Ese es el sello de los australianos, paren las canciones y las presentan tal y como han llegado a la vida; nadie se atreve a hacerlo como ellos, quizá nadie sabe, y eso les da un plus de originalidad en vías de extinción actualmente.

Para muestra, una de las mejores canciones del disco. “Oh my” es un tema que en manos de Chris Martin o Bono sería una conmovedora canción de crítica y conciencia medioambiental. Sin embargo, con la voz de Liddiard se convierte en una acusación (“Porque la mitad del mundo que pasa hambre sabrá que la mitad en la que estás no merece comer”), demoledora (“¿Quieres reducir tu apestosa huella? Hazte una ligadura de trompas o mejor, suicídate, no podrán decir que no lo intentaste”) y apocalíptica (“Es hora de sacar la licencia de armas, veo cuatro jinetes cabalgando en una fría e interminable noche”). Una de las canciones del año.

Junto a ella, nueve temas más que vuelven a demostrar la versatilidad de Drones; en algo más de cincuenta minutos, Havilah se retuerce entre la rabia inmediata de “The minotaur” y la intimidad de “Cold and sober” o “Careful as you go”, pasando por los sucios medios tiempos marca de la casa de “I am the supercargo” y “Like in odd numbers” (más de ocho minutos y medio con un Liddiard mágico y más melódico que nunca). Para terminar, “Your acting’s like the end of the world”: un bonito tema folk de lírica dylaniana que abre otra puerta más en el apasionante laberinto que han construido los australianos.

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