Arctic Monkeys – Palacio de Vistalegre (Madrid)

Hacía tiempo que no iba a un concierto en el Palacio de Vistalegre en Madrid, y creo que no recordé lo que aquello significaba, hasta que en torno a las nueve menos cuarto de la noche comenzaron a tocar Mystery Jets, en unrecinto ya lleno en sus tres cuartas partes, de una inmensa mayoría de jóvenes (en gran parte menores de edad) que posiblemente llevarían desde las seis de la tarde agolpados en torno a las vallas del mencionado pabellón, para esperar el concierto de sus idolatrados Arctic Monkeys, mientras se entonaban con un macrobotellón, ante la atenta mirada de la policía nacional.
Y como venía diciendo, no me acordé de lo que suponía cambiar la sala Riviera, por el Palacio de Vistalegre, hasta que a duras penas pude escuchar la agradable voz de Blaine Harrison, entre insoportables ecos, un murmullo generalizado de todo el aforo que se escuchaba más alto que la música, y unas mezcla borrosa de guitarras, bajo, teclados y baterías, que sonaban de fondo en el ambiente.
Y es que me duele comenzar la crítica de dos grandísimas bandas como son Arctic Monkeys, y Mystery Jets de esta manera, pero sinceramente creo que fue lo más destacado de una velada, que todos esperábamos con muchas ganas desde hace más de seis meses, pero que pasó con más pena que gloria, víctima del mal sonido que garantiza el mencionado palacio, y a las constantes pausas que protagonizaron el concierto, de los de ahora melenudos de Sheffield.
Pero volvamos al principio, y a la media hora de buena música que volvió a hacer Mystery Jets, y con la que pese al mal sonido, y a la poca claridad de su voz, y de las melodías, agradaron a todos los conocedores, y convencieron a la mayoría de los no conocedores, por medio de algunos de sus temas más conocidos, como son “Half in love with Elizabeth”, “Flakes” o “Two doors down”.
Así que a eso de las nueve y cuarto, supongo que ya estaban las 10.000 almas que abarrotarían el pabellón, animadas, y lamentablemente dispuestas a esperar los tres cuartos de hora que tardaron en salir el cuarteto británico, acompañados en esta ocasión, por un miembro más en los teclados.
Y por fin, pasadas las diez, decidieron comenzar la noche Turner y los suyos, de una de las maneras más potentes posibles, por medio, de un quinteto inicial formado por “dance little liar”, “brainstorm”, “this house is a circus”, “still take you home” (que supuso la auténtica locura en la pista, con empujones y mareas de esas que recuerdan a los de los conciertos de cabezas de cartel en los mejores festivales del mundo) y finalmente “potion approaching”.

Pero curiosamente como si de una cerilla se tratase, creo que el concierto se fue apagando y se fue viniendo a menos, una vez pasaron esos veinte minutos iniciales en los que la banda no paró de tocar, y realmente enloqueció al público. No sé si por un error en la elección de los temas (donde faltaron muchas grandes canciones de la banda), o si debido al error que supone parar tres minutos en cada canción (y que creo que una banda tan joven como experimentada como Arctic Monkeys no puede cometer), pero el caso que el ánimo entre el público fue decayendo poco a poco, y toda la parte central del concierto, pasó de manera extremadamente tranquila, salvo excepciones como “i bet you look good on the dance floor”, o la dupla final que supuso “scummy” + “secret door” (con sorprendente confeti dorado para acabar).

Había pasado una hora larga de concierto, y ya se estaban despidiendo, por lo que muchos ilusos como el que hoy escribe, se esperaban un bis de esos de cinco canciones indiscutibles y sin parar, que te hacen irte a casa con el mejor sabor de boca posible, independientemente de lo que antes hubiese pasado. Pero es que en esta ocasión, ni eso fue así, y cinco minutos después de que el pabellón al completo les corease, volvieron a aparecer en el escenario, para tocar casi con prisas, “flourescent adolescent”, y su ya tradicional final “505”, que creo dejó demasiada indiferencia entre el público.

Sinceramente, me fastidian estas cosas, me fastidia que bandas, con muchísimo potencial, con un repertorio más que contrastado, con muy buenos discos y muy buen directo, me deje un sabor de boca regulero. Puede que a la inmensa mayoría del público joven y adolescente que asistió les sirviese el concierto, pero creo que cuando estás pagando cuarenta euros en taquilla, te mereces algo mejor que una hora y cuarto de música interrumpida, y con mal sonido (aunque lamentablemente, puede que inmejorable).
Supongo que lo mejor será olvidar lo que sucedió la noche del viernes y esperar a las citas veraniegas y festivaleras, para poder volver a disfrutar del directo de esta banda, como lo hicieron en el FIB de 2007.

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