Entrevista a Alison Braun, fotógrafa que documentó el punk californiano y el grunge

Alison Braun disparó su primera fotografía en un concierto de Wasted Youth en 1981 cuando era adolescente. La imagen mostraba a su cantante arrojándose un vaso de cerveza en su cabeza, y enseguida se convirtió en icónica tras publicarse en la no menos icónica Flipside, una de las revistas de referencia de la escena angelina del punk que eclosionaba por entonces en la Costa Oeste. Desde aquel momento, Braun supo cuál era su camino, y se consagró rápidamente como una de las fotógrafas más habituales en el circuito hardcore de los 80 en California y de los inicios de los 90 en Seattle.

Esa horquilla temporal, con el grunge casi como epílogo, ha permitido que su archivo sea un tesoro documental de aquellos años, y una referencia visual de obligada visita para quien quiera entender, más allá del sonido, lo que supusieron estos movimientos. Hablamos con la célebre fotógrafa, una de las invitadas en la 9ª edición del festival Moments organizado por los 25 años de Staf. Nos recibe tras una charla sobre su trabajo en la tienda de Leica y antes de inaugurar la exposición que muestra parte de su trabajo en la madrileña Galería Le Mur, recogido también en su libro de autora IN THE PIT Punk rock photos 1981-1991, para que nos cuente sus experiencias como fotógrafa y, de paso, algunos secretos sobre sus vivencias para recrearnos en la historia de uno de los periodos más electrizantes de la historia de la música norteamericana.

«Lo más importante para mí es capturar la esencia de quién eres y seguir mis reglas. Yo no te digo cómo escribir música, ni te digo cómo tocarla. Te fotografiaré como sé hacerlo, es mi estilo y mi libertad»

Según has comentado en alguna ocasión, te consideras a ti misma más como una retratista que como una periodista, pero al final tu trabajo es documental. ¿Cómo lidias con ambas caras?

Creo que se trata de una diferencia estilística, un uso distinto. Puedo decir que soy una fotógrafa de retratos porque esa es mi forma de pensar, pero el medio en el que se utilizan las imágenes es un documento, ya sabes, algo más periodístico, como revistas, libros o álbumes. En definitiva, transmitir un enfoque histórico. No importa si mi mirada es de retratista; el uso es el mismo.

Algunos de los ejemplos que sueles emplear en las charlas y que podemos ver a lo largo de tu producción son fotos que cortan el encuadre. Tienen, por ejemplo, las manos cortadas, pero la expresión es muy fuerte. Entonces, ¿Si tuvieras que elegir entre la expresión y el marco perfecto?

¡La expresión! Siempre la expresión. Si miras mis fotos, no presto tanta atención al encuadre: no me importa cortar los pies o las manos. Para mí, lo importante es el alma, lo que la imagen transmite. Así que no es relevante si le cortas la parte superior de las manos a Chris (Cornell, muestra la foto) o la planta del pie a alguien. Lo que estás viendo es la expresión de sus cuerpos, su postura.

Siempre tenemos como referencia icónica a Paul Simonon, el bajista de The Clash, rompiendo su bajo, y es una foto que técnicamente en un desastre, pero es una gran imagen. Cuando estás en el concierto, ¿persigues algo como esto o buscas cierta perfección?

Si busco la perfección, nunca conseguiré una foto, porque sobre el escenario se está en continuo movimiento. Se trata de obtener imágenes suficientemente buenas en las que se capte la esencia de la persona; mi objetivo no es la perfección. Si la toma es lo suficientemente buena y capta lo que yo quiero, estoy satisfecha con ello. Si buscase la perfección en todo lo que hago, estaría, como la mayoría de los perfeccionistas, continuamente descontenta, y no soy así. Nadie dice: “Esta es una mala imagen porque está descentrada o no sigue las reglas de los tercios”.

Vayamos a Los Ángeles, a aquella escena punk de los 80. Al principio hubo tres grandes escenas principales: primero, Nueva York; luego, Londres; y, finalmente, Los Ángeles. Y cada una, más violenta que la anterior.

(Enfatiza con los gestos de su cara) ¡Uffff! ¡Sí, sí que lo fue!

¿Cómo percibiste desde dentro esta evolución del punk desde los inicios en Nueva York hasta el final en California?

El clima político que había en Inglaterra e Irlanda en ese momento era completamente diferente al de los Estados Unidos. Las personas en el Reino Unido vivían en un sistema muy distinto al estadounidense que, de hecho, en muchos aspectos aquel era peor. En Los Ángeles existía un fuerte elemento de pandillas que reflejaba esa cultura de la calle, y no solo en Los Ángeles, también en Nueva York. En Estados Unidos, la mayoría de los grupos, y esto puede ser controvertido para algunos de mis amigos, no eran tan políticas como lo eran en Europa. Pero eso no quiere decir que fuera menos significativo, aunque algunas bandas sí que aludían a la política, como Dead Kennedys. Estaban allí, pero, en general, no era la política lo que impulsaba el punk rock en California.

Después, de alguna manera, lo de California se extendió al resto del país: el hardcore en Washington o Milwaukee, o la escena de Chicago, aunque algunos de ellos sí que entraron de lleno en un terreno más político. Pero la escena californiana comenzó a entregarse a una cultura del skate, ¿menos agresiva, quizás más pop?

No diría que fuera menos agresiva, sino distinta. Dentro de las escenas del skate y el surf hubo, como las de Hermosa Beach o Huntington Beach, y ,en general, lo que se conocía colectivamente como South Bay, algunas escenas muy violentas. Eso se contagió a algunas de las otras escenas, donde también las pandillas impregnaban el punk rock en aquellos ambientes. Quizá Oxnard, donde el skate estaba mucho más presente, o Hollywood, podrían considerarse un poco más moderadas.

Como fotógrafa de la escena, y sigo en California en los 80, sabías que había continuos problemas con la policía, que en más de una ocasión entraban a los locales a dar por finalizados los conciertos y se formaban revueltas, como algunos de Bad Religion…

Sí, aunque no fue tanto Bad Religion como Black Flag. Creo que los policías miraban el LA Weekly e iban a donde tocasen Black Flag. Quiero decir, nunca fui perseguida por policías en un show de Bad Religion, pero me persiguieron policías en media docena de espectáculos de Black Flag.

¿Y cómo impactaba eso en tu trabajo? Apuntas a la incomodidad y riesgo de llevar una cámara como las de entonces… y de repente la policía está entrando y se lía.

Nunca he estado en el ejército, pero aprendí conciencia situacional. Desarrollas un sentido a tu alrededor y puedes intuir sin mirar lo que va a pasar. Creo que todos lo tenemos, pero que simplemente no lo usamos. Seguimos siendo animales en ese sentido. Salimos de los árboles no hace mucho tiempo y en nuestro cerebro reptiliano tenemos esta capacidad de interpretar nuestro entorno y saber cuándo va a liarse. Me volví muy buena sabiendo cuándo era la hora de irse (risas) y eso es lo que aprendí.

A principios de los 90 te mudaste a Seattle, donde entraste en contacto con un ya más que incipiente grunge. ¿Cómo de diferente encontraste aquella escena de la del punk californiano?

Lo que pasa con la Costa Oeste de los Estados Unidos es que se viaja fácilmente por ella. Antes de mudarme, muchas bandas de Seattle ya tocaban en Los Ángeles y en Portland. Hubo mucho movimiento a lo largo de la costa, muchos grupos que hacían minigiras. Seattle no surgió de la nada. Quiero decir, muchas bandas tocaron en California y así fue como vi por primera vez a Soundgarden, cuando estaba en Los Ángeles. Me mudé a Seattle, donde todos subían y bajaban por la costa; no era un viaje tan largo, había muchas conexiones. También San Francisco fue un excelente punto medio, entre el norte y el sur de California. El área de la bahía de San Francisco era muy activa y muy grande, incluso las bandas como D.O.A. que venían de Vancouver, iban a San Francisco.

Y otros se sentirían más cómodos reuniéndose en San Francisco, ¿no? Incluso algunos también atraídos por la experimentación que abanderaban grupos como The Screamers.

Nadie hacía eso. Ellos fueron los primeros en hacerlo. En realidad, nunca vi a The Screamers en directo, ya que ellos tocaron algo antes de mi época, pero escuché sus discos. Sabía quiénes eran, pero me los perdí, al igual que a The Germs, que también fueron anteriores.

Mencionas a The Germs, y me surge una duda. ¿Cómo crees que habrías fotografiado un concierto de suyo? ¡Sobre el escenario eran totalmente desastrosos!

(Risas) Durante un tiempo fueron incapaces de tocar sus instrumentos. Pat Smear era muy sincero al respecto. (Por cierto, tengo fotos de él tocando con Nina Hagen Band). Pero tienes que amar eso. Quiero decir, si alguien dice que no puedes estar en una banda porque no puedes tocar, que te jodan, voy a aprender a tocar. Es realmente genial porque era la actitud que se perseguía. Puede que no te guste la banda, pero debes respetar lo que estás haciendo. No estás hablando de hacerlo, lo estás haciendo. No importa si no puedes hacerlo. Suenas como una mierda. ¿A quién le importa?

En esa transición cronológica entre el punk californiano y el grunge hubo un catalizador común e infame: la heroína. Ello acabó con gente muy joven y prometedora, como Andrew Wood…

Andrew Wood murió en marzo de 1990 y yo me mudé a Seattle en septiembre de ese año. Sí, él acababa de fallecer cuando yo me mudé a Seattle.

Mi pregunta es, ¿cómo crees que la heroína perfiló ambas escenas?

¿Has escuchado la música?

Pero hay algo en el tipo de música en California que era diferente a la del norte. Puedes percibir, por ejemplo, a finales de los 80 en Seattle a grupos con tintes oscuros y opresivos, pero también puedes percibir en bandas como Circle Jerks mucha más diversión, menos oscuridad.

Creo que es una buena observación.

Y luego llegó esa evolución californiana a mediados y finales de los 80 con NoFX o The Offspring, que era totalmente diferente a esa oscuridad que tenían, por ejemplo. T.S.O.L.

Conozco a Fat Mike desde hace mucho tiempo. De hecho, trabajé para su primer álbum, que era melódico. Bueno, y T.S.O.L. era muy melódico. Luego ya se pintaron la cara de blanco y se pusieron a dar cera. Eran parte de esa escena dura y violenta del condado de Orange y tenían que hacerse valer. Pero su música era realmente buena, melódica pero oscura, algo como la evolución de The Damned. A veces pienso en Jack (Grisham, de T.S.O.L.) como un mini Dave Vanian. Alice In Chains también tuvieron su etapa de glamour, con peinados y maquillajes, pero eran punk; solo tienes que escuchar algunas canciones previas a su primer álbum.

Quiero preguntarte sobre la libertad que existía antes en la fotografía de conciertos y las enormes restricciones que se encuentra uno ahora: tres minutos, al foso, posición única, sin flash, y ya estás tardando en irte…

Ese es uno de los principales motivos por los que dejé de fotografiar conciertos. No lo quiero hacer así, no es divertido. No sé qué pasa con los fotógrafos. La falta de respeto que recibimos es increíble. Pero es nuestro trabajo y el arte que creamos y es importante. Somos personas que muestran al mundo quién eres. Visualmente, ya sea en un video o en una imagen fija, sabes que una buena fotografía te seguirá el resto de tu vida y una mala fotografía desaparecerá. Permítenos crear imágenes para mostrarle al mundo quién eres. Somos los profesionales y esta es nuestra forma de arte y no es menos válida que otras.

Es imprescindible recuperar esa libertad.

Si vas a faltarme al respeto, no te voy a dar ese regalo. Lo más importante para mí es capturar la esencia de quién eres y seguir mis reglas. Yo no te digo cómo escribir música, ni te digo cómo tocarla. Te fotografiaré como sé hacerlo, es mi estilo y mi libertad. Nunca le dije a HR (de Bad Brains) “¿puedes hacer menos volteretas esta noche porque tengo problemas para tomar las fotos?” o “¿puedes quitarte el pelo de la cara? Porque estás constantemente mirando hacia abajo y no puedo ver tus ojos”. Eso es ridículo. Nunca le diré a alguien cómo actuar. No me digas cómo hacer fotos.

Hablas de HR, pero Jello Biafra es la persona más teatral sobre un escenario…

Sí, sí, tengo una foto de él que es su favorita.

¿Es difícil hacer una buena foto de gente como Jello Biafra o, precisamente por esa teatralidad, es más fácil capturar un buen momento? ¿U otros como HR o Henry Rollins (de Black Flag), si hablamos de expresión?

HR fue difícil de capturar. No paraba. Le gustaba mucho saltar y moverse. Sabes que Jello tenía esta cosa de sostener el micrófono y gesticular con la mano. Lo hacía mucho y tenía el pelo corto, así que no tenía que preocuparme por el pelo en la cara. Pero ponía esas caras, esa pantomima, así que tenía que conseguir en el momento adecuado cuando él no estaba forzando demasiado su rostro. Conoces los grupos y sabías lo que hacían en ciertas canciones, porque conocías su música. Pero Jello fue mucho más fácil de fotografiar que Bad Brains, porque su movimiento no era tan acrobático. Aunque Jello saltaba mucho, sus saltos eran mucho más fáciles de atrapar para mí que los de HR. Podría tener un portafolio completo de fotografías fallidas de Bad Brains.

En San Francisco hubo algunas iniciativas de video muy enfocadas en la escena, como fueron aquellos conciertos grabados por Target Video. ¿Viste este tipo de videos para explorar nuevas opciones para tus fotos?

Nunca hice nada con video, y no sé por qué. Tuve la experiencia y el acceso al equipo. Trabajé en una tienda de cámaras. Podría alquilar lo que quisiera, pero nunca filmé un video. No me llamaba. Algunos de mis amigos tenían cámaras de 8 milímetros, cámaras de 16 milímetros que llevaban a los conciertos. A mí solo me atraían las instantáneas, que es lo que yo quería hacer.

Entre tus fotos encontramos algunas de Butthole Surfers, una banda tan caótica y tan genial. ¿Cómo te sentiste fotografiándoles? Debe ser un auténtico reto.

Tenían a una mujer que bailaba desnuda en el escenario (Kathleen Lynch) y pensé que era realmente buena. Eran unos auténticos maniacos sobre el escenario, pero te diré que su poder estaba en su música. Mis fotos de ellos no tienen un aspecto tan activo como las de Dead Kennedys, pero porque su impacto estaba en su sonido. Y eso es lo que me gustaba de ellos.

Casi todo lo que viviste en aquellos años ha desaparecido. ¿Echas de menos esa parte de la historia?

Eso es todo. Soy pragmática. Cuando empecé a ir a conciertos, todos nos burlamos de los hippies de los años 60. Todos teníamos amigos, padres, y los mirabas y parecía que nunca salieron de los años 60. Crecer, seguir con tu vida… Yo miro a aquellos años y esa era yo de adolescente, de joven. Mi vida sigue, yo evoluciono. Me aseguré de tener diferentes intereses. No soy la misma persona que era cuando tenía 16 o en mi veintena. Del mismo modo, cuando hablo con gente de aquellos años, muchos han cambiado su perspectiva de la vida y, aunque algunos todavía están tocando música, son algo diferentes. Y luego hay otros que dicen “agárrate al sueño”, pero la magia se ha ido. Si estás tocando la misma música que tocaste en 1981 y todavía la estás tocando para una multitud ahora, no es lo mismo. No estoy siendo discriminatoria; solo digo que el tiempo se acabó. Haz música, ama la música, pero haz algo diferente, porque el tiempo es diferente.

Fotografías: cortesía de Alison Braun

 

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