Fangoria – Canciones para robots románticos (Warner)
Asumámoslo cuanto antes, Fangoria ya no cantan para los que viven al margen de convencionalismos viendo pasar cometas, porque hace tiempo que su realidad, o al menos la que nos venden como tal, es otra. Y da la sensación que no saben de la existencia de outsiders más allá de su círculo de amigas. Sólo hay que leer sus últimas entrevistas para entrever que, ni peor ni mejor, su realidad es otra, su universo particular, ese con el que consiguieron conectar con los jóvenes más inconformistas se ha trasformado y se ha anclado en un mundo tan artificial o tan personal (cada cual que le ponga la pizca de mala leche que le plazca) que a su público de antaño le costará encontrar familiar consuelo en la música del grupo, cada vez más hedonista y discotequera. Hay que asumir este desplazamiento del universo del grupo para entender que a día de hoy sólo una carambola conseguiría que Alaska y Nacho publicaran la continuación de “Me odio cuando miento”, un himno que cautivó a toda una generación muy particular. Con esta premisa clara se sufre menos y se prepara uno para enfrentarse a la inevitable decepción final que viene amenazando, sin terminar de confirmarse, la discografía del dúo desde hace unas cuantas publicaciones, quizás demasiadas ya.
Y tanto si quieres abrazar este credo como si no, es lícito y justo afirmar que el nuevo disco de Fangoria es su mejor colección de canciones desde la publicación de Arquitectura Efímera (2004). Un disco que podría haber devuelto a los titulares, la imaginación, el color y los claroscuros que siempre han caracterizado el sonido del tándem Gara-Canut, pero que no termina de convencer por culpa de una producción irregular. Si en la primera mitad del disco, es a Guille Milkyway a quien le debemos agradecer el Despertar de la Fuerza de Fangoria con temas tan redondos como “Disco Sally”, la segunda parte se desinfla, salvo honrosas excepciones, cuando toma la batuta en la producción Jon Klein. El primer tema, “Disco Sally”, es lo más cerca que están de sonar a su propia edad de oro. Un melodrama que canta la tragicomedia del paso de la vida, tomando como referente a la famosa millonaria, abogada y viuda que convirtió la fiesta en su modo de vida, hasta terminar muriendo en la pista de la Studio 54 de Nueva York. En su letra canta Alaska “alguien contó que en Nueva York Disco Sally ha dejado de bailar” una frase que resulta evocadora y que tiene una utilidad sanadora en la brecha que separa a su viejo público del nuevo concepto del grupo. A continuación el subidón de adrenalina llega con el acertadísimo single de presentación “Geometría Polisentimental” con cuya forzada y justificada letra, Fangoria se autoreferencian. Si ya lo hizo Madonna con Confessions on a dancefloor (2005) e incluso los Pet Shop Boys del “YES” (2009), por qué no le iba a funcionar a nuestros queridos amigos. No hace falta tener el oído muy fino para descubrir en ese tema elementos prestados de “Más es Más” o de “Mi novio es un zombi”.
En esta primera parte también se encuentra una de las mejores canciones de la historia de Fangoria. “Fiesta en el infierno”, un estupendo ejercicio de contención a base de subidones y programaciones EDM, prácticamente perfecta en su género, que puede mirar de frente a otros clásicos de nuestro tiempo como el “Titanium” de David Guetta ft. Sia sin avergonzarse lo más mínimo. La inclusión del piano aligera y dota de sentimiento a un tema que en manos de cualquier otro productor hubiera podido terminar en una torpe bacanal de rave noventero. Pero el acierto estilístico de Milkyway no solo salva los muebles, sino que afina tanto que consigue entregar a Fangoria un clásico para la posteridad.
Las melodías y personalísimas progresiones de acordes con las que Guille Milkyway firma todas sus composiciones también se hacen muy evidentes en esta primera mitad del disco. Casi me atrevería a decir que demasiado, lo que no deja de ser irónico cuando estamos defendiendo que esta es la parte más disfrutable del LP. También para esto hay excepciones, “Manual de decoración para personas abandonadas” consigue la mejor simbiosis entre el productor y los artistas. Ejemplo de todo lo contrario lo tenemos en “Voluntad de resistir”, un tema con un sonido tan característico de La Casa Azul que cuesta creer que no se trate de un descarte de su último álbum La Polinesia Meridional (2011).
El álbum todavía da para seguir halagando sus virtudes un poco más. Incluso en su cara B, la parte menos inspirada del disco, también hay piezas dignas de elogio, “Mentiras de folletín” supone un brillante y sencillo ejercicio nostálgico de discoteca con un gancho especial y un ritmo endiablado que en modo bucle atrapa tras las primeras escuchas. Algo que desde luego no ocurre con el resto de canciones que quedan por comentar de la cara B. “La marisabidilla, el escorpión y la que quita la ilusión” es un insulto al resto del disco, una canción tan chirriante y de métrica desorbitada que da por pensar si con su inclusión, el dúo no estará saldando una deuda con la mafia china. Y si aquello no te parece suficiente motivo para que la mandíbula se te desencaje a ritmo de bostezo, minutos después tendrás que sufrir “Delirios de un androide cardado”, una cosa llena de guitarras estridentes que nunca se terminan de oír en primer plano, con la que suponemos, por suponer, que querrían añadir al disco una atmósfera fría e industrial, pero se queda en un pastiche, un conglomerado insustancial al que para más enconamiento le han añadido una letra estudiada a conciencia para ser fácilmente ignorada. Una pena, porque en la producción Jon Klein esta vez ha estado más inspirado que en las anteriores colaboraciones con el grupo. Aunque me temo que si su parte del disco se salva de la tragedia, lo es más gracias a las reconocibles melodías, que a la titubeante producción. Claro ejemplo lo encontramos en el tema que cierra el disco, “Larga vida y prosperidad”.
Con el paso del tiempo y la pérdida de un discurso propio (que no remita a tiempos pasados), da la sensación de que Fangoria, como tantas otras rutilantes estrellas clásicas del universo pop, se ha convertido en un grupo que en determinadas ocasiones todavía acierta de pleno con canciones redondas, pero que resultan insuficientes para justificar la publicación de un larga duración. ¿Quién se acuerda ya de las canciones que contenía el álbum en el que se incluían “Más es Más” y “La pequeña edad de hielo”? Aunque este sin duda es su disco más acertado y más completo en mucho tiempo. Con sólo dos odiosas excepciones el resto del álbum se escucha y se disfruta de manera placentera y divierte. Incluso, como ya hemos mencionado, contiene momentos estelares en su primera mitad. Pero la ausencia de la huella personal, musicalmente hablando, de Alaska y de Nacho Canut lastra el conjunto. Tras su escucha es inevitable preguntarse si no se tratara simplemente del resultado de un pedido por encargo a sus productores para justificar y facilitar una nueva gira del grupo. Aunque eso sí, sólo por escuchar “Fiesta en el infierno” en directo, bien merecerá la pena asumir una vez más la poca trascendencia que el nuevo disco de Fangoria tendrá en nuestras vidas. Y eso que esta vez la fiesta está asegurada.
Disco Sally, Fiesta en el Infierno, Delirios de un androide cardado, La procesión va por dentro y Larga vida y prosperidad, los mejores temas. Nombrando también a Sinesetsia, la canción inédita. Temazo y qué pena q no lo incluyeran.
La cara B para mí es más atractiva. Pero canciones más flojas claro q el ep oscuro de Cuatricomía. Ya me gustaría un disco como los principios de ellos, o al menos como el ep amarillo y negro de Cuatricomía, sin olvidar de Desfachatez y Viaje a ninguna parte o Tormenta Solar, buenos temas también.
Lo que de verdad ocurre es que La marisabidilla está siempre presente en todas las críticas a Fangoria. En todas las críticas sus discos habláis de producción y productor, y otra vez lo mismo. Me tenéis aburrido en toda la extensión de sus significado. Que sí tiempo pasados, bla bla bla. Repeticiones durante décadas.