Herman Dune – Heineken (Madrid)

La gira que ha traído a Herman Dune a España a presentar su último álbum, Next Year In Zion (2008), tuvo su primera parada en Madrid, el 11 de febrero, en una sala Heineken a rebosar. Murcia, Zaragoza y Durango completaron el resto de los destinos peninsulares.

Entrar a describir la procedencia de la banda (Suecia, Suiza, afincamiento en París…) y su larga evolución discográfica, puede restar demasiadas líneas a esta crónica, y para eso están las hojas de promoción o los sitios web oficiales.  Entrar a describir sus influencias y a encasillar su música sería más de lo mismo.  Además, Herman Dune es Herman Dune. Si se acercan al folk (o anti), que lo hacen, ya es “folk Dune”. Hace tiempo que el grupo tiene un nombre y sonido propio, hace mucho que este nombre merece más; y en su tiempo, que es ahora. Algo que quedó demostrado la otra noche en Madrid, con un concierto de 2 horas exactas (2 bises incluidos) que rozó la perfección.

Lo que sí merece la pena detenerse a destacar (por ser un error común y lógico de grafía), es la ausencia de la diéresis en el nombre original del grupo. Cuando uno de los hermanos Dune, André (ahora Stanley Brincks) abandonó el barco tras la grabación del imprescindible Giant (2006), la diéresis del grupo se fue con él. Cambio, respeto, rabia, nuevos aires, quién lo sabe. Yo no. Decir adiós y afrontar ciertas cosas nunca es fácil, cada uno lo hace a su manera. El cambio de nombre fue leve pero llamativo cuanto menos. El trío de hermanos se convirtió en dúo. El dúo (como antes, eso no lo han perdido) se hace acompañar esporádicamente por músicos cercanos.

El carismático líder David-Ivar Herman Dune (apodado Ya Ya, como él mismo se presentó), apareció solo, guitarra en mano, a las 21.15 horas. Gorra, traje, corbata (sorprendente para algunos, que en su concierto en el FIB de 2007 llevaba una suerte de túnica azul celeste y pelo y barba descuidados). La chaqueta del traje caería luego dejando libre una camisa de cuadros. Las primeras canciones, pues, fueron a su cargo y se mostró seguro, educado, tierno, más maduro y rockero, menos hippie. Y el público respetuoso, silencioso, como pocas veces se ha visto en Heineken, poco pocas veces se ve en Madrid. Una sala llena y la gente ya entregada. Parecía que viniera lo que viniera a continuación iba a gustar igualmente, afortunadamente fue uno de esos casos en los que las cosas cuadraron de verdad y no por fanatismo, que hoy no había túnica.

Al poco aparecieron sus dos acompañantes al bajo y a la batería (el hermano, “el otro”, Neman Herman Dune, un prodigio rítmico). El buen sonido inicial siguió y se hizo más compacto. Y los espectadores comenzaron con las palmas. Tras la “intro”, aquello empezaba (de nuevo). Desde ese momento la cosa fue lineal. En el buen sentido. Y la alternancia se repitió. Ya Ya volvió a tocar solo. Sus “acompañantes” se iban. Volvían a escena. Aquello daba igual. Todo sonaba sorprendentemente bien. Cada canción lo suyo, sin necesidad de tocar todos “porque sí”.  Lejos de centrarse únicamente en Next Year In Zion, el repertorio se fue alternando, improvisando, con conversaciones entre ellos sobre la marcha. Naturalidad, frescura y comodidad, como lo que transmiten sus álbumes. De éste último trabajo es imposible no destacar la maravillosa letra, canción e interpretación de «My Home Is Nowhere Without You». Uno de los momentos que recuerdan al espíritu del anterior álbum, a unas señas de identidad plagadas de heridas psíquicas bien llevadas, exorcizadas con alegría y humor (por momentos), y en este punto del concierto, el frontman abordó el tema de la soledad con un estilo y honestidad de carne de gallina. Pero estos momentos fueron los menos representativos del show, algo ha cambiado con el último trabajo, donde el mismo Ya Ya reconoce haber conseguido componer por primera vez estando contento mientras lo hacía.

«Not On Top», uno de los primeros hits de su carrera, fue probablemente el momento de la noche en cuanto al acompañamiento del público se refiere, y es que contiene versos tan geniales sobre el paso del tiempo como  “Me siento un poco extraño / Parece que nunca conseguiré ordenar mi mierda / 27 años y estoy jodido/ Bien, hace ya 10 años de la adolescencia / y eso asusta mucho / Pienso que envejezco / Y pensé que nunca diría / Que compré el Nevermind / Y cambió mi vida / Hará unos quince años / (Coros: Hace 15 años del Nevermind) /”. Y es que por echar algo de menos, fueron los coros, por mucho que la gente los cantase a voz en grito. Los discos de Herman Dune no suenan como en sus directos. Eso es un hecho. Si alguien fue buscando eso, no era el plan. Se pudieron echar de menos arreglos y, sobre todo, algún de esos coros (femeninos, sobre todo) pero uno bien prefiere escuchar una versión bien diferente de la imperecedera «I Wish I Could See You Soon», en cuya letra vuelve a tener momentos memorables como “no tengo planes para verte, yo tenía un millón de cosas que hacer, pero esto golpeó mi corazón con un arpón, desearía verte pronto”, y ver cómo él mismo escucha los coros en su cabeza y los recita “¿Hace cuánto que no puedes verla?”, y ver cómo espera unos segundos para contestarse a sí mismo y decir “Cuanto más pronto, mejor”. Una versión simple pero nada sencilla, efectiva pero no efectista. Una versión imposible de escuchar en el disco, única.

Por lo demás, que hubo mucho más, Ya Ya tuvo sus arrebatos en “castellano” entre canción y canción, referencias a Shane McGowan y homenajes a Madrid, mostrando cómo había introducido la ciudad en una de sus nuevas composiciones. Se marchó del escenario dándose cuenta de que Madrid también se había quedado prendado de su simpatía y su genialidad.

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