Lagartija Nick

Nunca hemos dejado nuestro espíritu punk, creo yo, eso ya viene con nosotros, está en la mochila que llevamos

Decir Lagartija Nick en el contexto del rock de este país es decir mucho. Un mundo propio de canciones y actitudes beligerantes hacia adentro, evolucionando sin dejar de mirarse el ombligo ni poniendo sus barbas a remojar después de ver cómo esquilaron a varios de sus vecinos. En una ciudad en la que hacer música resulta casi obligatorio si te has educado entre bares, bibliotecas y referencias culturales anglosajonas, la marca que hace casi veinticinco años crearan un todopoderoso Antonio Arias, Juan Codorniú (con los que hablamos minutos antes de su reciente concierto en Córdoba), Miguel Pareja y el incombustible Eric Jiménez renueva su carrera presentando de nuevo las mejores canciones de una discografía consolidada y esencial.

No olvidemos que fueron la banda que acompañó a Morente en la grabación de una obra maestra titulada Omega, que hoy es mucho más importante que ayer y es infinitamente más reconocida que en su nacimiento. A ella, y a la figura del monstruo del flamenco que les proporcionó prestigio y aprendizaje, dedicaron gran parte de la conversación. Un auténtico lujo.
 
¿Cuánto tiempo lleváis girando de nuevo con la formación original?
 
Antonio Arias: Es que como cada año reeditamos un disco y tenemos once…  Desde el 2007, que es cuando empezamos a hacer la reunión cuando reeditamos «Inercia». Luego reeditamos «Su», luego hemos reeditado «Hipnosis», y hemos utilizado siempre eso para reunirnos y tocar.
 
Se puede decir casi que ya sois como Dylan en la gira eterna del «Rolling Thunder Review»…
 
Juan Codorniú: Bueno, menos artística, menos poetas, menos locos, y menos drogas también.
 
El último disco es «Zona de conflicto» y data de 2011, o sea que la gente no sabe muy bien si aún lo estáis presentando, si esta es efectivamente otra gira de reunión o si simplemente Lagartija Nick no puede dejar de tocar en directo con cualquier excusa.
 
Antonio Arias: Bueno, obviamente ya después de estar tocando tanto tiempo en esta reunión, en verano nos meteremos a hacer algo, no sé, un mini elepé, un EP o ya veremos… Pero sí, ya que nos vemos y estamos tocando y tal, no nos cuesta ningún trabajo grabar algo nuevo, y sería más lógico para presentarlo. Esto es como que nos tiramos un tiempo tocando, luego presentamos algo y así podemos volver. Es nuestro amor por la gente.
 
En tu caso debe ser muy intenso, porque andas presentando también tus discos en solitario y formas parte del proyecto de Los Evangelistas.
 
Antonio Arias: Sí, tengo todos los frentes abiertos. Bueno, es un reflejo de la situación en la que vivimos, que no solo los necesitas para tener una actividad musical normal, porque con una banda nos miran mucho pero luego con diferentes proyectos puedes estar funcionando y en activo. Quizá la exposición es demasiada, estás demasiado expuesto, pero no se sabe si lo haces más por necesidad artística o económica, pero el caso es que no sé si es que el tiempo pasa más rápido pero siempre hay ganas de hacer más cosas, de decir «si puedo hacerlo, lo voy a hacer», porque eso nos completa. El hecho de trabajar con Los Evangelistas, con Soleá, hace que pueda seguir ahondando en la vena aquella que abrimos Enrique y nosotros con «Omega», así puedes seguir investigando sobre esas cosas. Con lo mío en solitario puedes seguir investigando sobre poesía de esta paranoica y tal, y con Lagartija Nick puedes sentirte parte de una banda, que es lo mismo pero no es lo mismo.
 
¿Seguís conservando el espíritu punk después de tantos años?
 
Juan Codorniú: Nunca lo hemos dejado, creo yo, eso ya viene con nosotros, está en la mochila que llevamos.
 
Antonio Arias: La base es «un, dos, tres, cuatro». Lo que suena después tiene ese carácter, hemos hecho discos de más versatilidad pero hay un sonido, una expresión en la música que hacemos, que sobre todo quiere ser expresionista en cierto modo, y eso se consigue con bastante energía, pero sale y suena. Si no sonara no lo haríamos, pero cada vez que nos juntamos hay un sonido… El otro día grabamos en el disco de Soleá dos canciones que hacíamos con su padre, Enrique Morente, y el sonido seguía siendo muy bueno, incluso cuando nos adentramos en otros territorios.
 
Juan Codorniú: El verano pasado tocamos en Bilbao en una fiesta donde había esta gente del centro de la ciudad, ya sabes, bastante punk, y Eric dice «aquí la única manera de empezar el concierto es decir ya», nos comimos directamente el «un, dos, tres».
 
Antonio Arias: Exactamente, en cuanto eso ocurre se abre la caja.
 
Además siempre habéis sido un grupo muy directo en sus planteamientos y con referencias muy por encima de la media en el momento en que empezasteis. No todos sabían quiénes eran Sonic Youth ni todas esas bandas independientes.
 
Antonio Arias: Sí. En aquel momento, a finales de los 80, había una escena de grupos moviéndose. El otro día vimos al guitarrista de Los Bichos, y yo los recuerdo principalmente a ellos, a Cancer Moon, El Inquilino Comunista, Sex Museum, Los Enemigos… Había una cantidad de grupos haciendo cosas y editándolas de manera independiente pero quizá la música no era la misma. Ahora el panorama es más homogéneo pero hay poquísimas variaciones musicales. Hay una escena, y por supuesto ha salvado muchísimos festivales. ¿No has oído una teoría que es buenísima del indie que ha hecho Nando Cruz sobre todo esto que estamos hablando? Hay una teoría genial que dice que el indie es un eco del boom inmobiliario, y dices «¡toma!» Porque claro, ¿dónde se desplaza todo? Para la costa, que es donde están construyendo. ¿Cuáles son los festivales que caerán primero? Los del interior. El de Barcelona es distinto, es más cool y tal. ¿Pero de qué estábamos hablando?
 
Por ejemplo, y ya que lo citas, de que Lagartija Nick no es un grupo de festivales. ¿O sí?
 
Antonio Arias: Bueno, al principio sí los hacíamos, y si nos llamaran seguro que estaríamos, pero también da mucha pereza, tío. El trato es horrible, no puedes probar, no tienes tiempo, y cuando sales esos escenarios suenan fatal, peor que fatal.
 
Juan Codorniú: Nosotros queremos no probar cuando lo decidamos nosotros, o porque hemos llegado tarde, pero no dejar de probar porque ellos no tienen tiempo.
 
Antonio Arias: Claro, pero también nos da un poco de pereza lo mal que se pasa ahí, aunque seas cabeza de cartel. Yo recuerdo una vez que estuvimos en Benicàssim con Enrique y aquello era un desastre, tío, era horrible, y aquel concierto lo pusieron como el mejor de la vida. Se cayó el metacrilato de Eric, él no veía sin las gafas, no terminaba las canciones, y ocho tíos grabando al lado tuya y tú nada más que pensando en acabar… Hay un oficio subyacente, interior, o por lo menos yo lo vi así. Otra gente lo vio como un pedazo de bolo y se lo pasaron de puta madre. Yo tiendo a pasarlo mal en esos eventos tan grandes, no mal de vomitar pero de estar un poquito tenso y de no acabar de relajarte y de meterte en el bolo.
 
¿Hasta qué punto marcó vuestra carrera aquella gira y sobre todo aquel disco?
 
Juan Codorniú: Nos marcó muchísimo. Todos tuvieron su incidencia, pero evidentemente aquel fue bastante importante, por lo que supuso y por lo densa que fue la colaboración. Yo quizás abandoné en determinado momento, Antonio siguió con esa colaboración, o sea que lleva en la mochila más peso todavía.
 
Antonio Arias: Eso es lo bonito de trabajar con Soleá, o las veces que trabajamos en colaboraciones con Estrella. Hicimos el año pasado en apoyo a la Vega granadina el «Omega» con ellas dos y eso es una maravilla, porque no es que intentes usurpar el trabajo de Enrique ni menospreciarlo porque lo estás haciendo con los hijos y el hecho de que ese repertorio siga vivo… A veces hablaba con él y le decía «tío, vamos a grabar algo y tal», y él «Antoñico, parece que estas canciones le gustan a la gente y suenan bien». Esa trascendencia es muy bonita, creo que es muy digna del proyecto en sí, ese valor familiar añadido que a todos nos aporta unas ganas de hacer el bien.
 
Juan Codorniú: Fue un disco también en el que pasaron muchas cosas. En aquel tiempo se fue Eric, nos quedamos Antonio y yo.
 
Antonio Arias: Unos follones… Cuando explotó fue en el 98 pero nosotros ya llevábamos tres años trabajando con él. Unos desastres… Nos quiere muchísimo la gente, pero en este país es una pena que sea una excepción cuando podría ser algo normal que se pudiera investigar y hacer discos con presupuestos dignos. El hecho de que sea un ejemplo único lo demuestra el pobrísimo panorama del negocio en apoyo a la música, es tristísimo, y la cosa es que ha ido siempre a peor. A la gente le flipa, pues vamos a hacer todos los discos de esto, pero dices «no, que nos echan de la compañía», como a nosotros. Te quedas más solo que la una y encima se ríen de ti.
 



Sin embargo la cosa siguió por ahí e hicisteis «Val del Omar», que fue como la huella del Omega.
 
Antonio Arias: Sí, «Val del Omar» tenía que haber tenido una presencia más notoria de Enrique pero no sé qué pasó en aquel momento, estábamos muy liados con los bolos y luchando por nuestras vidas, esquivando las balas. Pero luego me lo dijo en alguna ocasión, me lo recriminó, que nuestra presencia en el trabajo conjunto no era la misma que él tenía en «Val del Omar», y yo pensaba que no le gustaba, no sé. Como ocurrían tantísimos desastres al mismo tiempo pues no te daba tiempo a nada, si la gente lo hubiera apoyado en su momento lo que lo apoya ahora otro gallo habría cantado, nos lo habríamos pasado de muerte.
 
Juan Codorniú: Había más material también. Como decía Antonio, acabamos de grabar con Soleá dos temas que hacíamos con Enrique.
 
Antonio Arias: Hay mucho material inédito también de aquellas sesiones. Nosotros evidentemente tirábamos para hacer un disco conjunto los dos solos, Enrique y nosotros, pero claro, el problema es que cuando le presentamos la maqueta a Sony ya nos echaron de la compañía, ¿cómo lo íbamos a hacer? Fue un milagro también, pero hay inéditos como para sacar uno o un par de discos. Además era un proyecto con el que giramos por todo el mundo, en algunos sitios gustaba más y en otros gustaba menos, pero podías presentarlo por todas partes y me parece que hay un anglicismo muy potente que también está bien, a todos nos gusta la música inglesa porque hay gente a la que le sale de puta madre. El otro día estuvo en Granada Jason Pierce de Spiritualized y echamos unas risas, no sé qué ocurre que Granada tiene conexión primero con el país vasco, mucho, y luego con la gente de Londres también. Todo lo que trajo Joe Strummer era bueno.
 
Juan Codorniú: ¿Será por el nombre de la ciudad? (risas).
 
Antonio Arias: Aunque no te muevas de rarillo, conoces todas las músicas del mundo y por ahí pasan, te quedas en el bar y los ves a todos, desde Joe Strummer a Jason Pierce (risas), no te mueves del centro y ahí los tienes. Además es muy bonita la ciudad, tiene mucho rollo. Córdoba también es cojonuda.
 
Juan Codorniú: Yo alguna vez lo he hablado con Álvaro Tarik, un gran músico cordobés, que cuando fueron los Yacentes a Granada yo creo que de los cinco que había uno era Eric y otro era yo. Había cinco o seis personas, era en el Zaidín en un sitio rarísimo.
 
Antonio Arias: Yo los vi de teloneros de los Kinks en Sevilla a los Yacentes.
 
Tenían un nivelazo como banda, y Álvaro continuó una carrera interesantísima con Tarik y La Fábrica de Colores, pero por aquel entonces eran como muy after punk, tenían una imagen muy definida y un público tal vez demasiado sectario. Es como vosotros, porque sobre todo al principio la gente se podría preguntar: ¿Qué son exactamente Lagartija Nick? Y fijaos que ahora hasta podríamos decir que estáis cercanos al flamenco.
 
Antonio Arias: ¿Se puede ser más flamenco que nosotros? La experiencia con Enrique también era muy bonita en el sentido de querer ser uno el otro. Él siempre decía que quería ser vocalista de un grupo de rock y nosotros nos hicimos más flamencos, vestíamos más flamencos, con los botines, los chalecos… Era intentar vivir esa experiencia un poco más, querer ser el otro y a través de la música y casi de disfraces lo consigues, logras una profundidad y una experiencia mucho más potente.
 
Juan Codorniú: Tú que eres mejor para las anécdotas que yo, ¿cómo era aquello que decía Enrique? «Yo voy siempre a este barbero porque es el único que me pela como Van Morrison»… Lo decía con toda la intención del mundo.
 
Antonio Arias: Enrique era un pozo de frases y de cosas y te meabas de risa con él. Cuando vamos con Soleá o con la mujer de Enrique, Aurora, nosotros recordamos los bolos más desastrosos, las tonterías más grandes, y mira que hemos estado en sitios guapos y con gente ahí llorando, pero ¿te acuerdas en Fuente Vaqueros cuando se lió a patadas con las cortinas? ¡Qué risa, tío! «Que no es por ahí, Enrique», y él seguía, y lo estaba viendo todo el mundo. Era un punk, y cada vez que recuerdas las cosas es increíble. Era un tío muy serio también, muy tenso, porque si rebajabas el nivel de admiración empezaban a sonar las alarmas, él tenía muy claro que tú te habías acercado a él para hacer algo y para aprender y para trabajar y entonces cuando te relajabas había movida, él pensaba que había menos atención y tendía a evadirse. Con esos genios hay que tratar un poco así, dejarlos irse y luego volver porque si no los estamos agobiando. Estuvimos quince años girando con él y cambió nuestra manera de ver la música, el negocio, a nosotros, todo… Saber que hay discos que solo necesitan corazón y enseguida cobran vida, en cuanto alimentas un proyecto desde el estudio y con la seriedad esta de querer estudiar y avanzar. Es como cuando pasas sobre las ascuas, que parece que te vas a quemar y te quemas, pero cuando sales piensas que no es para tanto.
 
Eso también es bueno, porque vosotros sois un grupo muy respetado entre otras cosas por eso, por haber demostrado una gran seriedad y coherencia en todo lo que habéis hecho.
 
Antonio Arias: Sí, un «suicidismo» galopante (risas). Yo lo he llevado a la práctica también cuando me he tirado desde el escenario.
 
Apuestas aparentemente suicidas que continuaste en tu caso con Los Evangelistas, y volvemos a recordar aquel primer concierto en Córdoba donde intentasteis más que conseguisteis presentar el disco con las correspondientes caras de incomprensión del respetable.
 
Antonio Arias: Claro, pero es que nosotros partíamos de una cosa que yo no había comprobado hasta ese concierto, que era que teníamos clarísimo, yo por lo menos, que cuando sonara «Gloria» o «Donde pones el alma» o cualquiera de esos temas la gente fliparía, pero el problema no es que nos desconocieran a nosotros sino que desconocían el repertorio de Morente, solo lo conocían como figura.
 
Juan Codorniú: Hemos estado de acuerdo en muchas cosas y en desacuerdo en otras, y tampoco lo hemos hablado ni lo hemos evidenciado, pero yo creo que es un acuerdo tácito el huir de los lugares comunes.
 
Antonio Arias: La respuesta de la gente me encantó porque me recordaba también a los inicios con Enrique. «Omega» tenía un sonido casero, estaba hecho en un pequeño estudio y siempre estará en nuestro corazón porque está el maestro, está también Vicente Amigo…
 
Juan Codorniú: Y el Tomate. Me acuerdo cuando Amigo estaba grabando «La aurora de Nueva York» que Enrique le decía desde el control «¡ole las campanas de la catedral de Córdoba!».
 
Antonio Arias: Y luego esa versión no salió, se regrabó en Madrid y mira que era bonita. Con el Tomate también tenemos otra versión de «Vuelta de paseo», pero es que yo no he vuelto a oírlas, las tengo por ahí. Como son en formato digital, ahora mismo están ahí desde los tiempos de Enrique. Había muchísimo material que grabamos porque cuando entrábamos en el estudio lo pagábamos nosotros, entonces hay muchísimas cosas. Luego cuando nos echaron de la compañía no teníamos dinero para pagar nada, pero todos esos ensayos en el estudio, canciones alternativas, a ver si salen.
 
¿Así que va a ser publicado en algún momento ese material?
 
Antonio Arias: La idea es que saliera para el veinte aniversario que es el año que viene, entonces se está hablando siempre con la familia, pero tiene que estar de acuerdo Aurora, por supuesto, porque eso tiene que salir con todas las garantías. Nunca ve uno el momento de ponerse porque es un trabajo de bastantes meses, pero sí, claro, habría muchísimo interés de sacarlo así en una caja de ciento cincuenta euros (risas). Se ha comentado con algunas compañías en las que se ha licenciado el disco y una vez me dijeron en una oficina «pero, Antonio, ¿tú qué meterías?», y dije que por lo pronto ciento cincuenta euros hay que sacarle ahí.
 
Para finalizar, ¿en qué edad se encuentra Lagartija Nick en 2015? Ahora que volvéis a ser los mismos del principio, ¿empieza una nueva vida para el grupo?

Juan Codorniú: Son varias preguntas en una, así que vamos por partes. Somos los mismos, sí, evidentemente el tiempo corre, pero cuando tocamos, en ese momento, a la hora de subirnos a un escenario, yo creo que ahora mismo estamos en un momento dulce, porque interpretamos con mucha más facilidad que antes las cosas, incluso yo creo que el sonido personal de cada uno individualmente es más depurado y eso hace que al principio fuera todo como más chirriante y ahora esté como más controlado todo. Yo cuando estoy con ellos es como un lifting, ¿no? (risas) Me siento otra vez grácil y ágil, me entran ganas de ponerme a los cinco minutos de empezar a tocar, si no lo estoy ya (risas).
 
Antonio Arias: Hombre, también hay un mito, ¿no? Sobre los músicos cuando salimos a tocar. Ten en cuenta que sales muy muy nervioso siempre y en ese estado no puedes salir, y tienes que meterte algo que te baje esa excitación para poder controlar. Pierdes un poquito de percepción sensorial pero ganas en tranquilidad y en comunicación. No es para soltarte, es para evitar un poco el estrés que estás sufriendo, porque en el fondo piensas «¿para qué salir?».
 
Es curioso lo del miedo escénico en bandas ya sobradamente experimentadas, y parece que vuestro caso es un ejemplo claro.
 
Antonio Arias: Yo he visto ejemplos como el de Víctor «El Charico», un cantaor de Granada, que tenía pánico escénico, que se suicidó y tal y no había manera de llevarlo a un escenario.
 
Juan Codorniú: Yo de todas maneras recuerdo un momento, aunque no sé dónde coño era, que estábamos subiendo al escenario para tocar y antes de subir la escalera empezamos a vomitar todos a la vez, y no era del ciego ni nada, era de nervios, de la adrenalina que generabas. Y a los diez minutos estábamos tocando.
 
Antonio Arias: Empiezas a generar esa adrenalina porque sabes lo que va a ocurrir después, entonces tienes que estar preparado porque puede pasar de todo.

Deja una respuesta

WP-Backgrounds Lite by InoPlugs Web Design and Juwelier Schönmann 1010 Wien