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Libro: Diez maneras de amar a Lana Del Rey. Una investigación pop (Liburuak)

En el ensayo Daddy Issues de Katherine Angel escribe lo siguiente a raíz de la elección de una voz narrativa: “Todo el mundo presupone e insiste en que escribir desde la propia experiencia es sinónimo de desnudez y vulnerabilidad. Y en cierto sentido es así, en gran parte es así, en gran medida porque las convenciones del lenguaje y la sexualidad que se aplican a las mujeres las hacen vulnerables al dictamen, al escrutinio y a la violencia. Pero la insistencia en la vulnerabilidad que comporta la escritura en primera persona insinúa algo más: es una elección literaria que no solo desnuda, sino que también protege. Escribir es un ensalmo, conjura una nueva persona y erige un muro protector”. Esta nueva personalidad que se erige tras la voz narrativa es un ejemplo aplicable a la diva pop de la nostalgia, Lana Del Rey. Ella escribe para exorcizar fantasmas pasados, presentes, y futuros – aun haciéndolo desde una potencialidad femenina arquetípica- pero más allá de hallarlo en el empoderamiento doctrinario lo encuentra en una mirada que repele todo lo que otras miradas esperan que sea. Es su escudo de protección, y a la vez es la manera que tenemos de reconocernos en ella.

 

El escritor, periodista y músico madrileño Luis Boullosa le ha dedicado un ensayo a la neoyorkina que bien podría ser un poema torrencial, aunque también un panegírico de amor de fan, aunque si nos ponemos a conjeturar, bien podría ser un (su) libro de autoayuda: la música de Lana se fue apoderando de sus sentidos de forma morosa hasta inocularle ese extraño veneno.

La autora de “Video Games” (en ese mismo momento saltaron algunas alarmas: entre el gesto candoroso e hipersexualizado, y el poderío de una mujer que sabe que la cámara la quiere y muestra una falsa vulnerabilidad chic) ha conseguido lo que muchos artistas no hacen ni aunque nacieran treinta veces: un imaginario propio, lleno de referencias teen, de juego de niños como bien apunta Boullosa, y de alzar una orografía de luces iridiscentes -un Los Angeles de gente bella, yates de lujo, camareras que van en patinete, luces de neón, poemarios de amor…- que atendiendo a las lecturas baudrillardianas, sería un espacio para el simulacro, porque además al filósofo francés le gustaba jugar con los axiomas. El juego, como se apunta en el libro, es uno de los puntales de la cultura pop junto a la rebeldía y el control de los cuerpos por parte del capital.

 

El juego y el romanticismo y el capital: tres ejes para entender este espejismo. Lana cree que el romanticismo, pero lo deconstruye, y se reafirma en ser la “Novia de América”. Boullosa compara ese romanticismo con otras mujeres poderosas como Chan Marshall o Jennifer Herrema que dejan sus heridas abiertas en cada canción. Primero fue la canción, luego la grafía. El amor para Del Rey es un hibrido entre desamor, juegos de niñas en los musculados brazos de un marine, de ser la imagen especular de su fandom en sus videos de TikTok. En definitiva, insinuar más que enseñar; de susurrar al oído marranadas fuera del campo de visión panorámico.

También el arte de Lana es el arte del vacío. Narra Valérie Arrault y Alain Troyas en su excelente ensayo El narcisismo del arte contemporáneo que en los cincuenta, y en reacción a los avances tecnológicos “en los espíritus sensibles a estos acontecimientos, esta potencia aviva en general el rechazo y el deseo de un refugio por fuera de las amenazas inherentes que aquellos [avances científico técnicos] contienen, allí donde se espera que reinen la sensibilidad y la neutralidad contra la fría amenaza cientifista […] Desde este punto de vista, el gusto por la ciencia suponía al mismo tiempo, como habían mostrado ya los textos supremacistas, un gusto por el espacio; y el espacio, simbólicamente, significa también esa plenitud de la nada, el vacío metafórico del nirvana”.Llos videos de la artista parecen alegorías al espacio, a la embriaguez del locus amoenus, de un mantra que gira entorno a sus poemas-río, a sus mitos de Laurel Canyon, a miles fotogramas quemados. Todo es un vacío insondable, que de tan lánguido da miedo.

Todo esto y más es esta mujer que parece que se haya difuminado en su propio fulgor. Luis Boullosa escribe con la pasión de fan y la erudición de un escritor acostumbrado a cartografiar los bordes de los mapas. En esos bordes crecen flores raras. Un libro excelente.

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