Lindstrom – Where you go I go too (Smalltown Supersound)

La mejor premisa a la hora de componer música electrónica para un artista como Lindstrom es buscar sonidos e inspiraciones perdidos entre el pasado y el futuro. La melodía es algo que se ha trabajado desde hace décadas (por no decir siglos), pero la forma de exponerla, presentarla o dibujarla todavía puede ser novedosa y original; pasado y futuro.

La incursión de Where you go I go too (Smalltown Supersound, 2008) supone un paso adelante en la carrera del noruego Lindstrom, y también un interesante álbum que dota de cierto carácter espacial a la escena electrónica de éste 2008. Sin lugar a dudas los sonidos cósmicos han estado siempre presentes en la carrera del noruego, ya sea en un formato de canción más proclive al disco-single como en buena parte de sus anteriores trabajos en solitario: It’s A Feedelity Affair (Smalltown Supersound, 2006), o en compañía de Prins Thomas, Reinterpretations (Eskimo, 2007). En ambos ha conseguido mostrar ese aspecto lúdico y retorcido a la vez, sin caer en un exceso de extra-modulación en sus sintetizadores ni en un desmesurado tono épico. Pero es quizá éste el momento para Lindstrom para intentar dar un paso más allá del formato single, alargando el minutaje de sus canciones (primer tema 29 minutos), y acudiendo a la épica, a la electrónica progresiva y al uso exprimido de sus sintetizadores un tanto a lo Tangerine Dream de Phaedra (Virgin, 1974).

El primer tema que da título al álbum “Where you go I go too”, es el más largo y el que parece ser el centro de gravedad del disco (sólo tres “canciones”, cincuenta minutos en total), trayéndonos a colación un lado totalmente progresivo y nunca visto en Lindstrom; capaz de estirar la introducción hasta los cinco minutos: sobre un mantra ambient aparecen relajantes sonidos de olas, sueltos retazos de psicodelia hasta que una mínima percusión entra suave y repetitiva con un toque ácido. De ahí en adelante y durante más de diez minutos tenemos teclados, sintetizadores retorcidos con efectos como phaser o flanger que discurren sobre un ritmo 4×4 totalmente pegadizo, sin demasiada experimentación. Todo ello consigue transportar al oyente a otro mundo exterior como si de un viaje hacia el espacio fuese. Al cabo de más de un cuarto de hora de canción se produce un descenso, se apagan los motores y desaparece la percusión, quedando el sonido del vacío y el de la respiración: un momento de relax para el éxtasis final al cabo de unos cinco minutos después. Vuelta a despegar para recorrer esas olas cósmicas propias de la electrónica más progresiva del noruego. Sin lugar a dudas entre tanto minutaje pueden venirse a la mente aquella infinita autopista de Kraftwerk, Autobahn, o aquellos futuristas efectos (en su tiempo) de Giorgio Moroder en From here to eternity (Casablanca, 1977).

De ahí pasamos a los dos siguientes temas, “Grand ideas” y “Long Way home”. El primero se compone de más de diez minutos continuistas del primer corte, desarrollándose sobre un electro repetitivo y ligeramente variante: el viaje continúa. En “Long way home” encontramos la primera guitarra con reverb del disco; dos acordes, tono mayor y tono menor: melancolía. El ritmo se paraliza y se simplifica ante la agudeza y la simpleza del punteo guitarrero y los envolventes sintetizadores del fondo hasta llegados a mitad de canción, donde se transforma en la parte más disco y ochentera de todo el álbum hasta el final.

El sobre-minutaje y el lado conceptual del space-disco de Lindstrom en este disco pueden llegar a ser un tanto excesivos en bastantes partes del álbum, pese a que el primer tema del álbum esté muy bien trabajado y acabado. Todo ello consigue que se pierda un poco la credibilidad a una propuesta que parece querer ofrecer más de lo que puede (que no es poco), pese a todo el exquisito trabajo realizado por el Noruego hasta la fecha. Éste tipo de álbumes suelen tener una doble cara: la libertad artística innata en un artista que podría llegar a ser un multitudinario superventas y se queda en poco más que en artista de culto, por suerte; o en el intento fallido de un clásico para aquellos fans más extremos.

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