Nacho Vegas (La Riviera – Inverfest) Madrid 28/01/23

Es curioso comprobar cómo las canciones de Nacho Vegas han pasado a formar parte de la cultura popular, al menos para sus incondicionales. Ver la forma en que esas introspectivas composiciones han terminado fundiéndose con un discurso más comprometido y reivindicativo, que sus fieles festejan en cada presentación enérgicamente, por profundo que sea el mensaje.

Lo hemos constatado en la gira de Mundos Inmóviles Derrumbándose (2022, Oso Polita) asistiendo al inicio y a este tramo final, y sorprendiéndonos por la manera que el público sentía y transmitía su entusiasmo en cada una de ellas. Esa solemne escenografía con tres grandes esferas, una iluminación tenue y la presencia del asturiano convenientemente arropado por su fiel Manu Molina creando una elegante base rítmica junto al impecable Hans Laguna, el apoyo de los teclados de Ferrán Resines, el contrapunto rítmico de la necesaria Juliane Heinemann y un inmenso Joseba Irazoki realzando cada tema con su guitarra, son razones de peso para quedar atrapado. Pero lejos de conseguir el ambiente íntimo que supondríamos, volvieron a elevarnos hasta lo más alto.

Nacho Vegas llevaba sus botines verdes, los de las grandes ocasiones. El ambiente era el propicio para volver a su disco más reciente, del que sonaron seis de sus cortes, arrancando con la sacudida de «Belart» tras una intro alargada. No consiguieron «Detener el tiempo» con esa pieza incluida en El Manifiesto Desastre (2008) tan Dylan, aunque anduvieron cerca en la siguiente, una frágil «Ser árbol», otro clásico ya de su cancionero que por un momento silenció la sala. Continuaron con “Muerre’l branu”, bonita adaptación en asturiano del “Summer’s end” de John Prine y «El don de la ternura», expresión máxima de ese bien cada vez más necesario y escaso. Fue a partir de «Ciudad Vampira» cuando el concierto se catapultó a otra dimensión con el banjo de Irazoki y esos versos inspirados en Gijón, pero perfectamente trasladables a cualquier triste urbe de las que tenemos la desgracia de habitar. Por mucho que algunas digan tener el cielo más bonito del mundo.

«Esta noche nunca acaba» no formaba parte de los primeros sets de la gira, afortunadamente pudimos disfrutarla y dejarnos atrapar por ese emocionante tramo final; como también por esa nueva «Abnegación» con vítores generales para la estrofa «hoy en directo en la sexta Ferreras folla con Inda». Los coros multitudinarios en «Lo que comen las brujas» volvieron a dar muestra de la vehemencia de la audiencia hacia este cancionero. Quedamos absortos ante la sentida «Ramón In» y su coda final o ante la mutación de la acústica «El mundo en torno a ti» en una toma de dreampop ambiental de nuevo con Irazoki tirando de pedales e imaginación.

Aún hubo tiempo para recordarnos «Cómo hacer crac», para poner en un altar a Nina Simone en el pop envenenado de «Big Crunch» -con guiño al «My baby just cares for me» incluido-, o para convertir en una comunión coral cada frase de «La gran broma final» y una «La pena o la nada» apoteósica. El bis se abrió con un discurso a favor no solo de la libertad de expresión, sino de disidencia, esa que mantiene a músicos encarcelados o exiliados en un país permisivo con la extrema derecha e implacable con el contrario: «el machismo mata, la violencia mata, que yo sepa ninguna canción ha matado nunca». Para despedirse con «El ángel Simón» que empezó acústica y terminó mutando en un artefacto propio de los Bad Seeds, y con la esperada «El hombre que casi conoció a Michi Panero», que fue pura celebración.

Una noche mágica.

 

Fotos Nacho Vegas: Toni Delong

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