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Nick Cave & The Bad Seeds – Ghosteen (Ghosteen Ltd/Sony) 

Todo autor es capaz de canalizar a través de sus obras pasajes de dolor intenso. Momentos realmente catárticos en la vida de uno que o te destrozan o te hacen más fuerte. Nick Cave ya huyó del dolor que le dejó la breve pero especialmente tormentosa historia de amor que tuvo con la también cantante PJ Harvey a través de The Boatman’s Call (1998), disco que sorprendió a propios y extraños por su minimalista y pausada asunción de la oscuridad que rodeó su gestación.

Directamente relacionable con aquél trabajo, Ghosteen, anunciado por sorpresa en su consultorio online –The Red Hand Files– pocos días antes de su aparición el pasado 4 de octubre, llega marcado por la pérdida de uno de los hijos mellizos de Cave, Arthur, fallecido tras caer de uno de los muelles de la playa de Brighton, localidad donde el cantante reside con su familia. Si bien el trabajo puede considerarse la culminación de una especie de trilogía a la que da forma junto a Push The Sky Away (2013) y The Skeleton Tree (2016), con la que, tras el abandono de los Bad Seeds de Mick Harvey, su eterno colaborador desde tiempos de Birthday Party, el australiano ha explorado nuevos horizontes creativos de la mano de su nuevo lugarteniente, Warren Ellis, Ghosteen tiene entidad propia.

Se trata del primer trabajo que en su totalidad trata directamente del suceso mencionado y la asimilación del dolor posterior. The Skeleton Tree se publicó poco después de la muerte de Arthur, pero su contenido ya estaba pensado mucho antes. Aquí, desde el título, algo así como “fantasma adolescente”, todos los elementos guardan un halo de duelo, de misa funeraria por el hijo perdido, hasta el punto de tener la sensación cuando uno lo escucha de que asistimos a una ceremonia de cremación de una hora y pico de duración. Es tal su solemnidad, su pesar, que uno no puede sino asombrarse ante la sublime belleza que propone este disco, doble en su edición física, que debe escucharse como una sola canción. Un llanto.

Musicalmente, el disco da razón de lo que decíamos sobre la trilogía que forma con los dos anteriores. El viaje desde la ampulosidad de arreglos de unos Bad Seeds transformados en banda de rock hacia el aprendizaje que del minimalismo y la electrónica han supuesto la gran cantidad de bandas sonoras asumidas por el binomio Ellis-Cave, desemboca aquí en escapes sonoros reposados, casi de naturaleza ambient, que completan la enésima transformación de un creador que jamás se ha acomodado. Un artista total al que debe seguirse con ánimo de aventura, sin encasillamiento.

Ese encasillamiento en la figura de preacher man rockero, de Elvis siniestro, es quizá lo que ha traído cierta diversidad de opiniones acerca del disco. Empezando por la portada, un inicialmente horrendo cuadro new age con todo tipo de animales idealizados pastando en un bosque multicolor al cual el diseño gráfico transforma en algo extrañamente atractivo (para algunos), su contenido austero, completamente alejado de lo que esperan de él y su banda los fans de sus agitados conciertos en festivales y acabando por la complejidad conceptual de una obra dividida en dos partes, la primera para los hijos y la segunda para los padres. Todos son elementos que nos fuerzan a profundizar en una era en que todo debe ser inmediatamente asimilable. La era de lo fugaz, del usar y tirar, de las sensaciones fáciles, causa que a muchos les enoje no encontrar aquí nada que les atrape a la velocidad del rayo.

Y se equivocan. Si uno se deja sumergir en las profundas y mansas aguas de Ghosteen, encuentra sensaciones que raramente se ofrecen en un producto discográfico. Cave es un maestro manejando intensidades y aquí se ha empleado a fondo: el minimalismo monocorde de las canciones se ve apuntalado por sutiles percusiones, ora electrónicas, ora analógicas, un sabio uso, como viene a ser habitual en su banda, de los coros vocales y unas orquestaciones que muy puntualmente apoyan a la programación electro que domina a nivel instrumental. Todo ello crea un fresco, un paisaje sonoro impresionista, que nos hace partícipes del duelo. Participamos de la solemnidad de este colosal mausoleo, este Taj Mahal que un padre erige a su hijo para su memoria perpetua. Una obra maestra, quizá la más profunda de todas las que ya cuenta en su haber su autor, que va a ser realmente difícil de igualar para cualquier otro artista este año, o quizá incluso en esta década que culmina. Un trabajo sublime de parte de un hombre herido en lo más profundo, pero que nunca dejará de ser uno de los más grandes.

Escucha Nick Cave & The Bad Seeds – Ghosteen

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