Recordamos a Pete Seeger. Homenaje al comprometido artista, recientemente fallecido

Ha fallecido Pete Seeger, y lo ha hecho en el peor momento.

Los que creemos en la justicia social, los que hacemos lo que está dentro de nuestras posibilidades (think globally, act locally) para luchar contra las injusticias, nos hemos quedado un poco huérfanos. Sin grandes alardes, sin un excesivo carisma para el gran público, con naturalidad, Pete Seeger representó durante buena parte del siglo pasado el papel de Pepito Grillo del sueño americano. Traidor comunista para unos, encarnizado defensor de los derechos civiles para otros, lo que casi todos reconocen es que sus canciones, propias o ajenas, tenían el poder de despertar y mantener alerta la conciencia de la gente.

Pete Seeger aprendió prácticamente al mismo tiempo a tocar el banjo y a interesarse por los problemas de la sociedad. Creció entre música folk, viviendo de primera mano el trabajo recopilatorio del incansable Alan Lomax, pero antes de lanzarse definitivamente al mundo de la música estuvo unos años dedicados al activismo político. Cuando abandonó sus estudios y se dedicó a recorrer el país siguiendo las huellas de músicos y canciones, su encuentro con otros grandes pesos pesados de la lucha social como LeadbellyWoody Guthrie le convenció de que ambas cosas, la música y la revolución, eran compatibles.

En los años de la Segunda Guerra Mundial vivió en sus carnes el desasosiego de sentirse comunista y, al mismo tiempo, ferviente patriota americano. La breve alianza USA – URSS contra Hitler aplacó su conciencia, pero pronto se vería enfrentado de nuevo a su propio país. En plena caza de brujas promovida por McCarthy, sólo unos defectos de forma le libraron de la cárcel. Su breve carrera musical parecía, al menos comercialmente (nunca dejó de tener actuaciones en circuitos «underground», como los universitarios), enterrada. Y no era la primera vez ni sería la última que sentía la animadversión de sus compatriotas: en sus inicios o en los convulsos 60, en solitario o con sus grupos Almanac Singers o The Weavers, muchas veces tuvo que huir por piernas de la policía, de los fanáticos sureños, incluso del Ku Kux Klan.

Con la llegada de los 60 y el apogeo de las luchas por los derechos civiles, las protestas anti Vietnam y un repentino deseo de paz y solidaridad entre las personas flotando en el aire, la figura de Pete Seeger experimentó un resurgimiento. A ello contribuyó, por supuesto, que sus apariciones por el Greenwich Village acabaran produciendo un séquito de seguidores que se dispusieron a recorrer el mismo camino que él había emprendido décadas atrás, el de la recuperación del folk. Gente como Dylan o Joan Báezreivindicaron la figura de Seeger, siendo tal vez sus más prominentes discípulos. De repente se convirtió en una especie de gurú del movimiento folk más politizado, aunque  incluso grupos poco sospechosos de antisistema como Peter Paul and Mary o The Byrds se subieran al carro de la Seegermanía y grabaran sus canciones.

Seeger, sin embargo, ya se había desencantado del comunismo. De hecho había dejado de militar en el partido unos cuantos años antes, cuando se dio cuenta de lo que realmente estaba haciendo Stalin en la URSS. En una entrevista de hace unos pocos años incluso afirmó estar convencido de que, si el comunismo hubiera triunfado en los Estados Unidos, él mismo hubiese sido uno de los primeros represaliados. Su desencanto político, de todos modos, no impidió que siguiera defendiendo los derechos de los más débiles y luchando contra las desigualdades sociales. En la década de los 60 estuvo en primera fila de todos los movimientos civiles, sobre todo por el fin de la segregación racial y el voto negro (causa a la que arrastró por un breve tiempo al mismo Dylan, y que adoptó «We shall overcome» como una especie de himno) y contra la guerra de Vietnam.

La depresión general que se extendió el planeta tras los floridos 60 alcanzó también a Pete Seeger, aunque por supuesto su actividad no decayó. Su nueva causa era el ecologismo, al que dedicó principalmente sus últimos años. En 1969 puso en marcha el proyectoClearwater para limpiar (y sobre todo para concienciar a la gente de que era necesario mantenerlo limpio) el río Hudson de basura. Cada vez más mayor y más cansado, su ámbito de actuación fue reduciéndose más y más hasta hacer realidad aquello de «piensa globalmente, actúa localmente», aunque cuentan que cuando se legalizó el Partido Comunista en España, Pete Seeger estuvo en algunas de las primeras fiestas que se pudieron realizar de forma legal. Por supuesto no era la primera vez que Seeger se involucraba en la política de nuestro país: no podemos olvidar su incondicional apoyo a la causa republicana durante la Guerra Civil, una simpatía que cuajó en un álbum de canciones dedicadas a las Brigadas Internacionales.

Aunque desde los 90 no han dejado de aparecer recopilatorios y discos homenaje a Pete Seeger, tal vez el más importante de ellos el que en 1998 reunió a gente como Donovan, Jackson Browne o Billy Bragg bajo el nombre Where Have All The Flowers Gone, The Songs of Pete Seeger, el definitivo rescate del personaje, sus canciones y su trayectoria vital lo llevó a cabo unos años después uno de los participantes en aquel evento: Bruce Springsteen. Bruce había cantado «We shall overcome» en aquel álbum de 1998, y desde entonces estuvo dándole vueltas a la idea que finalmente resultó en su famoso álbum (y gira posterior) Seeger Sessions de 2006. La vida de Seeger no cambió excesivamente salvo por el hecho de que, en sus propias palabras, «recibía más correos en su casa», pero de alguna manera el mundo se dio cuenta de que había una figura ahí, siempre en la retaguardia, que había estado velando por la dignidad humana y los derechos civiles durante muchos años. Las revistas musicales, y otras no tanto, llamaron a su puerta, y el viejo Seeger pudo contar sus batallas (viejas y nuevas, porque hasta el final estuvo defendiendo alguna causa perdida) a todos los que quisieran escucharlas.

Ahora el banjo que acorralaba al odio y lo obligaba a rendirse ha callado definitivamente. Insisto: en el peor momento. Su legado quizás está ahora más vivo que nunca en los últimos 40 años. Sólo nos queda esperar que Seeger y Martin Luther King tuvieran razón, y efectivamente el arco del universo moral, aunque desesperadamente largo, tienda hacia la justicia.

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