En el jardín de Coachella (Capítulo 1)

Asisto a mi decimosexta edición del festival de Indio después de ocho años sin pisar una de las tierras más energéticas de mi vida. Aquí conocí a Throbbing Gristle, me bebí una botella de vino blanco de 30 años del camerino abandonado de Paul Weller y, sobre todo, conocí a uno de mis mejores amigos, Joan F. Losilla, aka EL SOBRINO, a través de Dj Coco, que me lo “entoligó” años ha para que le mostrara el camino, que diría Peter Frampton, y acabamos regalándole flores a Lionel Richie en el Manchester Arena un año de cuyo número no quiero ni pienso acordarme.

“Fuck The Past, Make Love With the Present”, así que situémonos ya en Palm Springs, después de haber pasado la noche anterior en casa de Douglas Campbell, my american true brother, y llegar a un nuevo hotel de nombre “Saguaro”. Acostumbrado al Hotel California, de doce habitaciones y una clientela más bien viejuna, alucino con el hecho de verme en un “party-hotel” al más puro estilo de los de mi querido amigo Diego Calvo en Ibiza (Concept Hotel Group) pero en formato “requeteyankee”, o sea, bimbos rubias a tutti plain, jóvenes ciclados y recauchutados, y una fauna gayer que ríete tú del “Why Not” de Chueca un lunes a las siete de la madrugada.

Me subo a la habitación, despliego mi maleta en plan Sport Billy, y abro las puertas de la terraza de par en par para que el “boom-boom” de la música electrónica atraviese mi alma y bombee sangre a mi cerebro.

“Cerebro” que llevo la friolera de dieciséis años viniendo a conocer los grupos más jóvenes y talentosos de la música mundial al centro del universo y de pronto caigo en que esa es la mayoría de edad necesaria en los USA para asistir a un concierto. Número mágico in corpore sano, así que como estoy hecho un pincel debido a mi reciente dieta semi vegana y, sobre todo, a ayunos de 16 horas (que van de las ocho de la noche a la una del mediodía del día siguiente),  “skipping the breakfast” como diría Ophrah Winfrey, me pongo el bañador azul eléctrico emoción en plan “GRANJERO BUSCA ESPOSA” y me bajo a hacerme amiguis.

El primero en la frente.

Un señoro gay francés de unos sesenta años que se me queda mirando el culo y los ojos a la vez, o lo que viene siendo UN REPASO SORPASSO, y me pregunta que de dónde soy. Yo le respondo que de España, y el tío, ni corto ni perezoso, me responde:”Nobody´s perfect”.

Automáticamente LE AMO y le digo que podría ser peor y que bien podría ser francés, a lo que él me responde: “Je suis français”, y apostillo: “Siempre ha habido clases”.

Los dos nos descojonamos al unísono y empezamos a hablar de lo que hace cada uno en la vida. Él es arquitecto y diseñador de interiores, pero me dice que ya está retirado. Yo le digo que un artista nunca se retira y me dice que es verdad, puesto que está todo el rato modificando el jardín de su casa de Hawaii, la cual comparte con su marido de hace 30 años.

THIS IS AMERICA. LAND OF THE FREE. THE PROMISED QUEERDOM.

Me quito la gorra, le felicito por su longeva relación y le hablo del festival de música que haré este verano en Madrid (Roadtrip). Le pido asesoramiento para combinar las obras de arte que me gustaría instalar en el recinto, al más puro estilo Coachella.

El me mira un poco contrariado y me dice que le voy a hacer currar y que en el fondo le estoy haciendo una putada.

Yo le entiendo perfectamente, pero le digo que le voy a pagar, que no se preocupe.

Me contesta que a él el dinero siempre le ha sudado la polla, como a mí, y raudo y veloz se saca un porro de maría de la cartera y se sale de la piscina a fumárselo.

California entera huele a ganja, y es que no hay nada como la legalización como paso previo a la normalización y al disfrute.

Los efluvios de la planta de jah “che me chuben a la cabecha” y cuál Palito Ortega del surf me dirijo a la cabina a saludar a los Dj´s.

Uno, el más delgado, tatuado hasta el “colodrillo”, responde al nombre de Dean, y me dice que es súper colega de los Libertines y que sale en su más reciente gran documental (y mejor libro). Nos chocamos las manos, le cuento mis múltiples anécdotas con el ex de Kate Moss a lo largo de los años, y me pregunta que si quiero pinchar un rato.

En plan Servando Carballar le digo que “por supuesto, como no” pero mi única condición es que me deje pinchar con su música. El me dice que por qué, si no voy a conocer muchas de las canciones.

Yo le digo que tengo 30.000 discos y que lo conozco todo, así que, ni corto ni perezoso, pongo a la gente de la piscina del revés y me marco un viaje interestelar que va del Chicago House a la IDM pasando por Electro, Nu-Disco, Acid Jazz e indie-rock de alto octanaje.

Vale, ya he roto la barrera del “perfil bajo”, como diría mi amigo Marc Gili, y tengo a la clientela en “la palma de mi mano”, al más puro estilo Pale Fountains. El día no ha hecho más que empezar y ya he conseguido:

  1. Dos nuevos amigos de cabina con los que voy a pinchar de festi en festi a lo largo y ancho del orbe y tiro porque me toca.
  2. Alojamiento gratis en Coachella para el resto de mi vida a cambio de pinchadas en el que a partir de hoy es MI HOTEL.
  3. Comidas y dietas aseguradas más un sueldo cuanto menos curioso todos los días de festival, incluyendo los que no curre.

El colega francés, que lo está viendo todo desde la piscina junto a su marido, no da crédito, y pasa a mi lado diciéndome:

“¿Lo tuyo es así todo el rato?” Yo le respondo que solo “when i´m touched by the french touch”.

A MILLION OF STARS ( las de MOBY y mi querida amiga del alma MILA ) nos contemplan.

Tengo que salir raudo a acreditarme. Hoy tocan Ateez, la mejor banda de K-POP del mundo y no puedo perdérmelos.

Lee todas las entregas de En el jardín de Gerardo Cartón.


Gerardo Cartón es una agitador de la escena musical española. Lo más probable es que estos últimos 20 años os hayáis cruzado con su nombre en algún lado, bien en alguna de sus sesiones como el chico biónico, como 2PIASdjs, con alguno de sus podcasts o en algún que otro concierto o festival. Él es uno de esos tipos de la industria que han estado en todos los frentes. Dirigiendo el sello [PIAS] en España en su momento más exitoso, tocando en bandas como Micromachines o escribiendo libros tan divertidos como los dos volúmenes del Manual del Perfecto Festivalero o Así se baila el siglo XX (Muzikalia).

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