Air (Noches del Botánico) Madrid 26/06/25
Como ha pasado con muchos grandes álbumes de la historia de la electrónica, el paso del tiempo está sentando muy bien y situando en en el lugar que merece un disco como Moon Safari de Air. Y no es porque no tuviera suficiente impacto cuando fue publicado hace ya casi tres décadas, cuando se convirtió en una especie de piedra angular protagonista de cualquier chill out, en el objeto de deseo más cool del momento y en un influyente espejo en el que no dejaron de mirarse cientos de artistas de todo el mundo.
Jean-Benoît Dunckel y Nicolas Godin redefinieron la identidad musical francesa junto algunos artistas de ese french touch de principios de los 90 –Daft Punk, Cassius o Etienne de Crécy…-, poniendo al país galo en la vanguardia internacional de los sonidos sintéticos. Desde ahí -antes habían publicado el EP Premiers Symptômes– fueron ampliando visiones y dando forma a una reivindicable obra que lleva tiempo sin actualizarse, por cierto.
En su paso por Noches del Botánico volvían a celebrar los 25 (ya 27) años de su debut interpretándolo casi íntegramente junto a un set final con paradas en otros momentos de su discografía. Ese disco como decimos seminal, a medio camino entre la tradición del pop melódico de los años setenta (Serge Gainsbourg, Pink Floyd, Burt Bacharach…) y la modernidad electrónica post-rave. Un trabajo lento y sofisticado que invita al hedonismo contemplativo y que fue protagonista de una exquisita hora y media de sintetizadores analógicos, vocoders, bajos redondos o distorsionados y una hipnótica puesta en escena de lo más cinematográfica a lo 2001 de Kubrick, donde el blanco pulcro del fondo y del vestuario del dúo de Versalles junto a su batería Louis Delorm, contrastaba con mil y una imágenes que se fundían con las canciones.
Fue arrancar los primeros compases de «La Femme d’argent» y sentir cómo todo se pausaba bajo su cadencioso pulso. Sin espacio para asimilar todos los estímulos que estábamos recibiendo, la encadenaron con la popular «Sexy Boy» con la que la última luz del día fue apagándose. «All I Need» en una versión con tonalidades diferentes, con la voz sampleada de Beth Hirch entrando y saliendo de manera testimonial, empezó a hacernos conscientes de la magnitud de este directo. He visto a Air en otras ocasiones y nunca habían sonado así. Su nuevo enfoque amplifica todo lo conocido en estudio y lo lanza al infinito de ese spacepop entre sintetizadores a lo Kraftwerk y unos beats de batería propios del rock progresivo.
El future-pop de «Kelly Watch the Stars», las cadencias de «Talisman» y su bajo atronador o los teclados crecientes y los vocoders de «Remember» van sucediéndose mientras el viaje atemporal continúa atrapándonos. El downtempo de esa banda sonora imaginaria que es «Ce matin là» da paso al ensoñador final compuesto por «New Star in the Sky» y «Le voyage de Pénélope». Un cierre a 45 minutos mágicos en el que quedó fuera -como en el resto de la gira- «You Make It Easy».
La continuación aún nos deparaba 45 minutos más que arrancaron en la que para mí es su segunda gran obra, un Talkie Walkie por el que parece imposible que hayan pasado ya 21 años. Una sucesión por sus tres primeros cortes nos hizo soñar en que también lo interpretarían al completo, pero se quedaron en la progresión ingrávida de «Venus», el pop melancólico de «Cherry Blossom Girl» y una casi narcótica «Run». Recuperaron «Highschool Lover», reverso minimalista de «Playground Love» para la banda sonora de Vírgenes Suicidas de Sofia Coppola, junto a la sombría «Dirty Trip», que vino acompañada de un despliegue visual realmente memorable. Una suerte de trance oscuro, elegante pero visceral, que nos dejó listos para la psicodelia glam de «Don’t Be Light». Otro epatante ejercicio de estilo de lo más sugerente.
Hubo tiempo para un bis, al que llegaron las notas orientales de esa «Alone In Tokio» escrita para Lost In Translation y culminar con «Electronic performers», toda una declaración de intenciones sobre la creación artística en la era digital, que puso fin a un maravilloso espectáculo de retrofuturismo.
Fotos Air: Fernando del Río