Animal Collective – Centipede Hz (Donino / [PIAS] Spain)

Los anteriores trabajos en solitario tanto de Avey Tare, Down There (2010), como de Panda Bear, Tomboy (2011), dejaban claro que los dos músculos creativos de Animal Collective andaban ya por caminos muy distintos al transitado por su anterior disco, el celebérrimo «Merriweather Post Pavilion» (2009). Incluso sus últimos conciertos, incorporando de nuevo a la formación a Josh Dibb «Deakin«, mostraban una nueva reorganización de la banda dejando atrás al trío de artillería electrónica para pasar, grosso modo, a un cuarteto más clásico con Panda Bear en la batería, Avey Tare y Deakin con guitarras y dejando a Geologist a los mandos de los sintes. Si aún así alguien pensaba que en un disco conjunto del grupo volverían a retomar el sonido que les reportó el aplauso casi unánime del público evidentemente se equivocaba.

El colectivo continúa con la necesidad acuciante de renovarse a cada disco rechazando instalarse en el cómodo nicho que Merriweather Post Pavilion parecía ofrecerles. Esta vez parece que la idea fue volver a las localizaciones y hábitos de sus inicios a seguir reinventándose. Según confiesan decidieron crear el disco en su Baltimore natal, llegando incluso a ensayar en la casa de uno de sus padres. Este canto a la nostalgia y a las raíces no parece haber anquilosado su espíritu creativo ni han querido rehacer algo que se les quedó por el camino. «Centipede Hz» es un disco que no ofrece una comparación clara con ninguno de sus anteriores. Las semejanzas que se pueden encontrar se relativizan cuando se señalan sus diferencias. También es cierto que es un trabajo difícil y más árido que gran parte de sus anteriores discos pero en cambio es agresivamente vanguardista y claramente cada escucha es mucho más agradecida que la anterior. Las posibles influencias que se les quieran atribuir son demasiado largas e imprecisas como para siquiera intentar ponerse en serio a ello. ¿Psicodelia tailandesa de los sesenta? ¿New German Wave de los ochenta? ¿Por qué no? Unos eruditos de la música como ellos habrán captado sus ideas de mil lugares distintos. Lo que sí puede resultar más interesante es dedicarse a estudiar las letras que ofrecen una interesante visión de su cada vez más incipiente madurez que contrasta vivamente con una música que parece surgir al margen de los aburridos avatares diarios.

La inspiración más directa del disco nos la ofrece el propio Avey Tare explicando que en su niñez estaba fascinado por la amalgama de canciones y sonidos que se producía cuando se hacía rodar rápidamente el dial en una emisora de radio. Y realmente «Centipede Hz» remite a un gazpacho sonoro donde en lo que al principio parece oírse solo el resultado de un caos sonoro poco a poco, como en una de esas láminas donde hay que desenfocar la vista para apreciar una figura oculta, se empiezan a apreciar canciones y ritmos donde, todo a su manera, articulan una canción que a su vez se descompone en un viaje por la frecuencia modulada. Escuchando esta explicación se alcanza a comprender con claridad el significado del título del disco. A este esfuerzo compositivo hay que añadir el fantástico trabajo que realiza Avey Tare en las canciones donde canta en las que pueden ser algunas de sus mejores interpretaciones en disco. Indudablemente este es un disco imprescindible para quien esté interesado en la evolución de la música, esa que tantos llevan declarando muerta desde hace tantos años, y lógicamente cualquiera que haya disfrutado con alguno de sus discos encontrará como mínimo algo que le retraerá a sus mejores momentos. La extraordinaria variedad de estilos y abundancia de capas en cada uno de sus temas, un destacabilísimo esfuerzo de imaginación compositiva, con las que han tejido sus canciones hacen que se pueda afirmar que si una canción no te gusta puedes esperar un par de minutos a ver qué pasa luego. No obstante quizás es necesario señalar que es muy posible sentirse algo sobrepasado por el disco, como también resulte fácil imaginar quien lo proclame su mejor trabajo, ya que el collage a medio camino entre la improvisación y el desprecio a la estructura clásica de la canción convierten su obra en un disco erudito pero un tanto antipático y poco apto a paladares monocromáticos. Probablemente sea el disco más cerebral del grupo, es imposible tararearlo y aún menos bailarlo sin parecer espasmódico, pero la mejor noticia que nos trae es que el genio de la banda sigue intacto y que se ha escrito otro fenomenal capítulo en una de las sagas musicales más interesantes de la música popular contemporánea.

 

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