Cracker + Eurotrash Girl – Sala Wah-Wah (Valencia)

Quisiera empezar esta reseña dando las gracias a Cracker (o, en su defecto, a quien corresponda) por el detalle que han tenido con el público español, en general, y con el valenciano en particular. Con el español porque muchas otras bandas (y no miro a nadie), en las difíciles circunstancias familiares por las que atraviesa David Lowery, seguramente hubiesen cancelado la gira. Y con el valenciano en particular porque muchas otras bandas (y sigo sin mirar a nadie) en lugar de aplazar el concierto del miércoles al domingo, y teniendo en cuenta que ya habían tocado en Valencia el jueves, directamente lo hubiesen cancelado. Ellos no: dieron su concierto inicialmente previsto el jueves en Valencia, luego actuaron el viernes en Barcelona, el sábado en Murcia, y finalmente el domingo 24 otra vez en Valencia.

Y es que Cracker son una banda diferente.

Pero empecemos desde el principio, justo desde el momento en que, al entrar en la sala, me recibieron los trallazos rockeros de Euro-trash Girl. A pesar de su nombre hay que aclarar que no se trata de una banda tributo, aunque su propuesta musical, lógicamente, no dista mucho de la de los Cracker más ruidosos. Tal vez demasiado ruidosos: un excesivo volumen, en mi opinión,  hacía difícil escuchar con claridad la voz de Judit Casado. No obstante, ofrecieron muchas ganas, mucha actitud, mucho rock  y algunas canciones interesantes. Jugaban en casa, así que el público estuvo con ellos en todo momento.

Y más o menos a las 22h 15 subieron al escenario David Lowery, Johnny Hickman, Frank Funaro y Sal Maida, la actual formación de la banda californiana. Unos tipos de gran presencia escénica, con mención especial para el bajista Sal Maida, con sus 2  metros de humanidad, que ya tocó con Roxy Music en su primera gira europea, allá por 1973, y con Sparks unos años después. Imponente figura y espectacular su forma de tocar el bajo.

Como también impone la forma de tocar la guitarra de Johnny Hickman, un tipo muy especial y versátil que sabe dar sensación de virtuosismo sin resultar cansino o aburrido, que es capaz de sacar unos falsetes que ni Barry Gibb en una canción, y a la siguiente recitar un blues cazallero, un buen showman que interactúa constantemente con el público y que lleva muchísimo tiempo siendo bastante más que la mitad de Cracker. Yo estaba justo enfrente de él, en primera fila, y disfruté como un enano. Jugón.

Habíamos quedado en que Cracker son una banda diferente. ¿En qué aspecto? Bueno, en muchos, creo yo. Pongamos un ejemplo: en esta gira vienen a presentar su último y excelente disco: Sunrise in the land of milk and honey (2009). ¿Cómo abren sus conciertos la mayoría de las bandas en esa situación? Pues con un par de temas del disco que vienen a presentar, lógicamente. Ellos no: arrancaron con “I see the light”, una canción, y no precisamente la más conocida, de su lejano disco de debut allá por 1992. Posteriormente siguieron con la más reciente “Everyone gets one for free”, de su disco “Greenland” (2006), que se ha convertido en poco tiempo en una de las más esperadas en sus directos. Luego sí, le llegó el turno a su último álbum del cual sonaron en primer lugar “Friends” y después su exitoso single “Turn on turn in drop out with me”.

A partir de ahí el concierto se volvió un tanto irregular. No digo malo, más bien todo lo contrario, pero irregular. Principalmente porque se alternaban los pepinazos irrefutables (“Movie star”, “Teen angst (What the world needs now)”, “Sweet thistle pie”, “The world is mine”, el éxito de los tiempos alternativos de la MTV “Low” y sobre todo la eternamente coreada “Eurotrash girl”) con medios tiempos más pausados y visitas fugaces al cuarto trastero de la música americana, o sea allí donde el blues y el country todavía campan a sus anchas. En esos medios tiempos muchas veces tomaba Hickman la voz cantante (¡grande “Lonesome Johnny Blues”!), dando descanso a un Lowery que tras un par de temas volvía a exhibir una potente voz que parecía que iba a fallarle en cualquier momento pero que siempre llegaba cuando y donde tenía que llegar. A esas subidas y bajadas de intensidad contribuyeron también seguramente algunos problemillas con los pedales de las guitarras, con algunos samples que llevaban en un portátil y con alguien del público que saludaba de forma continua y ostentosa a un colega que se encontraba justo al otro lado del escenario.

Pero el concierto remontó, y tanto que lo hizo. Todavía quedaban balas en la recámara: entre otras “Happy birthday to me”, “Don’t fuck me up (with peace and love)” o “Yalla yalla (let’s go)”, la canción que abre su último disco.

Y como Cracker son una banda diferente, se permitieron cerrar con otro tema de su último álbum, “Sunrise in the land of milk and honey”, en vez de acabar por todo lo alto con alguno de los momentos que muchos esperábamos, como “Get off this” o “Show me how this thing works”, y que finalmente nos quedamos sin vivir. No, ni siquiera en los bises sonaron. Como tampoco lo hizo su versión de “Shake some action”, el clásico de los Flamin’ Groovies, que sí tocaron en Murcia el día anterior.

En fin…como ya es casi tradicional, la gente sale de sus conciertos algo descontenta con la elección del setlist aunque, al mismo tiempo, entusiasmada por haber vivido una espectacular velada de rock en todas sus variantes y dimensiones. Rock americano pasado por el particular prisma de una banda que, no sé si lo he dicho ya, es diferente.

En resumen: una grandísima velada de rock, eso es lo que vivimos los que estuvimos allí.

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