Crowded House – Razzmatazz (Barcelona)

La verdad es que me planté en el concierto de Crowded House con la idea de que iba a presenciar un revival nostálgico de una banda que debería jubilarse pero que aprovecha el corazoncito de sus seguidores de antaño para seguir haciendo caja. Error número uno. También tenía el convencimiento de que los grandes éxitos iban a sonar como siempre estupendos, suaves y amables como en disco, y el resto iban a ser momentos de bajonazo total o aburrimiento colectivo. Error número dos. Después de veintidós temas y más de dos horas de concierto, se puede asegurar que la banda australiano-neozelandesa está incluso en mejor forma que cuando tuvieron su gran momento de gloria, allá por los lejanos noventa.

A escena se subió la actual formación, Nick Seymour (Bajo), Matt Hart (teclados, steel y guitarra), Matt Sherrod (batería) y un incombustible Neil Finn, que aún conserva inacta una voz que llegó a los bajos y los falsetos sin flaquear y que intercambió durante la noche guitarra y piano, y decidieron dejarse la placidez en casa y plantear un concierto más roquero que popero, cargado de guitarras y solos y con momentos lisérgicos para deleite de algunos y asombro de todos. Las melodías estaban ahí, pero el brío les daba otro matiz menos cándido, más psicodélico. Y los músicos, de una calidad y un aplomo indiscutibles, se pudieron permitir improvisar de forma cómoda, mientras se divertían sobre el escenario ante una sala llena.

Venían a presentar su nuevo trabajo, el nada despreciable Intriguer, aunque finalmente el setlist fue un profundo repaso a algunas de sus canciones más memorables. Abrieron con “I feel possesed”, que no fue el inicio más deslumbrante, para continuar con “Saturday sun”, de su nuevo trabajo (y quizá la más floja del set) y algunos de los asistentes levantaron la ceja. Pero a partir de ahí encadenaron una versión potentísima de “Private Universe”, con un final casi-progresivo, y “Fall at your feet” y dejaron encarrilado un set en el que el público entró en comunión perfecta con la banda y éstos, se dejaron llevar.

Por supuesto aparecieron “Whispers & Moans”, “When you come” o “Don’t dream is over”, que todos esperábamos. Pero no es menos cierto que los temas de sus trabajos más cercanos no sonaron fuera de lugar. Y así “Amsterdam” o “Isolation” vinieron a demostrar que Neil Finn ha vuelto a encontrar el camino de las canciones. Una hora y cuarenta y cinco minutos más tarde, hacían la archifamosa pausa para el bis y volvían entre gritos del público que echaba de menos algunas de las joyas.

¡Y qué bis! Media hora, seis canciones, y homenaje, ahora sí descarado, al Woodface, sonando “Chocolate cake”, “Four seasons in one day” y “Weather with you”, compartida de nuevo con el público, para acabar el concierto magistralmente con “It’s only natural” y la sensación de que la banda hubiera podido quedare sobre el escenario una hora más. Disfrutaron ellos, con un público participativo y cómplice, disfrutamos los asistentes, con una banda entregada y un sonido excelente (¡y hablamos de la sala mediana de Razzmatazz!). Y nos llevamos a casa la sensación de haber presenciado un concierto muy grande.

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