Dinosaur Jr – Sala Heineken (Madrid)

Si tuviera que elegir una reunión a la altura tanto en disco como en vivo de todas las que nos acribillan recientemente, no dudaría en elegir la de Dinosaur Jr. A años luz en vivo de las exhibiciones propias del funcionariado de hacienda de los Pixies y, en estudio, ridiculizando trabajos tan inofensivos como el The Weirdness (07) de los Stooges.

Además, su proliferación nos ha permitido disfrutan de dos discos tan rocosos y bien armados como Beyond (07) y Farm (09), y no me tiembla el pulso para decir que son sus trabajos que más disfruto y admiro, por encima de brutalidades como Bug (88) incluso.

Bien es cierto que esa costumbre mal adquirida de ver sus recitales delante de mis narices, hasta cuatro veces en dos o tres años, me aminoró la capacidad de sorpresa con respecto a este show, que por otra parte fue tan portentoso como los anteriores.

Abrió el propio Lou Barlow con un set encantador rescatando viejas gemas de la etapa Sebadoh gozando de un gran sonido él solo sentado con su guitarra. No obstante, un creciente murmullo de fondo por parte de la audiencia menos respetuosa se imponía a veces a la fragilidad  desnuda de sus composiciones.

Con la llegada del resto de dinosaurios, el pasota virtuoso de Mascis –qué look más atómico gasta el condenado- y el solvente pegador de Murph, la sala se calentó al máximo. La verdad que es excitante ver tocar a estos tíos, no sólo por su calidad y potencia endiablada, sino por las poses propias tan características de cada uno y ese énfasis adolescente a pesar de ir a su puta bola con las interrupciones constantes que cortan el ritmo y el afán amateurista de no tomarse en serio semejante alubión de maravillas, cosa que me impide que sean una de las bandas más cruciales de mi vida atesorando el suficiente potencial para serlo sin duda alguna.

Tuvieron que lidiar con algunos problemas de sonido con la batería, pero eso fue lo de menos: la madeja de sonido capitaneada por esa guitarra que funde a Neil Young con Robert Smith sin problema -maravillosa en “Crumble”- y expande esos solos mastodónticos –el de “Plans” fue memorable- se impuso. También fue grande ver cómo las gasta al bajo Lou Barlow y la entrega que muestra, tanto que me quedo de toda la velada con su interpretación de “Imagination blind”.

Otra constante fueron los pogos formados con “Pieces”, “Feel the pain” o “Freak scene” alguno algo absurdo, formado por la histeria teenager de los que sólo escuchan la primera canción de los discos descargados en coalición con borrachos con polo Lacoste que gastaban una cara para la situación propia de Otero cuando posaba en los cromos de la Selección.

Para el bis reservaron la sentida “I don´t wanna go there” y la pereza entrañable con que versionan “Just like heaven”.

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