El Hijo – Capital Desierto (Intromúsica)

Las máquinas llegaron para colaborar con el hombre, y no solo en las atmósferas fragorosas de las grandes ciudades, sino también en los campos, que normalmente, hasta ayer, se caracterizaron por los silenciosos. Hoy la maquina creó una variedad y concurrencia de ruidos que el sonido puro, en su exigüidad y monotonía, ya no suscita emoción. 

El ruido como nuevo paradigma rupturista que propicie las bases a nuevas tensiones y desplazamientos dentro de las narrativas compositivas. El ruido es un arte disruptivo para Luigi Russolo, pintor y músico futurista que escribió el seminal El Arte De Los Ruidos (1913), y que arriba se extrae un pequeño fragmento.

Pienso en ruidos, sonidos maximalistas, política, y subversión de la canción popular mientras escucho el último disco de Abel Hernández bajo su alias de El Hijo. Con este espléndido Capital Desierto (Intromúsica, 2019) el ex Migala continúa en su empeño por dotar a su discurso de una estética de lo impuro, de lo mancillado por el ruido que lo cubre todo hasta saturar los sentidos, los loops repetitivos, las regresiones espaciotemporales, y en definitiva, buscar la belleza en la colisión entre lo bello y lo horrendo, entre el reflejo diamantino y la bisutería de todo a cien.

La antesala a todo esto podríamos buscarla en los sonidos hiperdimensionados de Rustie o Hudson Mohawke, aunque en este linimento informe, blancuzco y con ojos, hay mucho de choque de trenes frontal y con sangre desparramada que engendró Alex Cook en su sello PC Music hace unos años.

El Hijo entra de lleno en esta imaginería o metaespacio en el que conviven ordenadores personales en habitaciones de pisos compartidos, portales de compraventa en internet, el DIY, el diseño tendencioso, los emojis y el amor al comercio. Artistas como SOPHIE, Hanna Diamond, o A. G. Cook son referentes para entender este artilugio mutante. El pop entendido como un dispositivo en continúa (des)composición, y que encuentra asidero en la ingobernabilidad de la superproducción.

Estamos ante una de esas anomalías que se fraguan en ciénagas estancadas. Vida que nace en sumideros inhóspitos. Vanguardia y música urban dialogan entre sí para construir algo extremadamente avanzado a la par que primigenio. ¿Existe una naturaleza silenciosa? Si la hubiera, aquí está puesta en entredicho.

Ritmos ¿post-mainstream? que tallan historias de soledad e incomunicación (“Nuevo Brutalismo” con voz de Laura LaMontagne) con un pie puesto en Haxan Cloak y otro en algo parecido al flamenco deconstruido. Laura también pone voz al aislacionismo en “Repite” con ecos al J-pop, y a las producciones de Pharell Williams.

La lectura política se va imbricando entre los surcos. “Cerebro Plagado De Loops” contiene versos que desarman: “Mi mente es un gueto. Mi teléfono muere”. Estamos es la era del simulacro. Somos injertos erotizados high-tech, como esas señales que alguno de ellos dejó en la pantalla de un Samsung en “Las Huellas De Tus Dedos En Mi Samsung”.

Gran Hermano 24 horas. Los nuevos ojos son las miles de pantallas que vigilan nuestros movimientos por gps, y alienan nuestra existencia de postcuerpos inertes, y sumergidos en la rutina (“Ojos Que Miran”), y otras veces la imagen que devuelven esas pantallas video-vigilancia es la de nuestra muerte (“Espejo Selfie” con la colaboración de Tórtel).

Escucha El Hijo – Capital Desierto

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