Rachel Zeffira – The Deserters (Paper Bag)

Las composiciones del álbum de Rachel Zeffira, requieren abrir la escucha a un tempo de atención concentrado en el que lo pausado es un grato ejercicio de observación. Zeffira ya dio sendas pistas de sus posibilidades en el debut de Cat´s Eyes, junto a Faris Badwan de The Horrors, en el que plasmó arreglos que tenían un por qué más allá de la estética sonora de la propuesta.

Pero en este álbum, lejos de caer en la ampulosidad de recursos y registros de quien sabe que cuenta con posibilidades creativas para sobrarse, ella parece decantarse, afortunadamente, por una oportuna distribución de instrumentos y sonidos para que cada título tenga lo que requiere y nada más. Así, elementos como la repetición y el leve uso de estructuras minimalistas no distraen de la idea final de canción. Y esto es algo importante, más aún viniendo de alguien de formación clásica como Zeffira.

La italo-canadiense se apoya en ese saber repartir para beneficiar sus melodías, del mismo modo que deja que su voz de soprano maneje su tonalidad según se requiera y sin atisbos de empachos vocales.

Desde la homónima apertura del disco hasta el ceremonial cierre de «Goodbye Divine», se percibe su marcada personalidad gracias a su manera de cantar los discursos emotivos de las canciones y que, le emparentan sin duda alguna con el pop atemporal en su vertiente más melancólica y mágica. Ese pop donde, por ejemplo podrían estar muy cómodas hechiceras como Margo Guryan, Linda Perhacs o Julee Cruise, por citar ejemplos reconocibles.

Excepto «Here On In», con ese punto medio kraut que a algunos recordará a Stereolab o a Broadcast, y «Break The Spell», como marcadas invitaciones rítmicas, el resto del disco es un encomiable trabajo de manifestación creativa bien resuelto pleno de canciones que se van quedando en el ambiente justamente por la tranquilidad con la que se acercan y reconocen su sitio.

Y en ese sitio refulgen «Letters From Tokyo (Sayonara)», «Front Door», «To Here Knows When», «Waiting For Sylvia» o la preciosa y cósmica «Star», todas como parte de una ascensión en toda regla hacia quién sabe qué lugar pero que sienta tan bien como intentar atender a la voz de Rachel Zeffira con los ojos cerrados.

 

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