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Ride – Interplay (Wichita / [PIAS])

Parece que hoy, nada menos que en 2024, algo tan noventero como el shoegaze vuelve a estar de moda. Todo es shoegaze por aquí, shoegaze por allá. Algo mezclado con otras vertientes que antes eran más distinguibles, como el dream pop, de acuerdo, pero el caso es que es lo más desde hace un tiempo. Hasta el punto de que bandas como Slowdive, que en su época no fueron ni mucho menos una celebridad, ahora llenan salas de aforo considerable, encabezan festivales y son saludados como auténticos referentes por parte de la audiencia más joven, algo verdaderamente difícil hoy en día.

Lo mismo podrían decir, o deberían, la banda liderada por Andy Bell y Mark Gardener, Ride, todo un mito del shoegaze en su época, de hecho, con bastante más éxito comercial que Slowdive, pero que hoy día, pese a que, igual que los de Reading, llevan reunidos bastantes años y han facturado tres discos de alta calidad, no han alcanzado tales cotas de popularidad como las que describimos más arriba.

La razón quizá se halle en el hecho de que ellos han optado, tal como dice la dictatorial plataforma Pitchfork en su tibia reseña del disco que nos ocupa, por “negarse a resultar complacientes con su sonido clásico”. En lugar de eso, cada vez suenan más pop. Y además, según ellos, a pop ochentero de estadio, citando sin miedo como referencias a Tears For Fears, los Talk Talk más comerciales o los primeros U2.

A mi, particularmente, y aunque, sin ser para mí religión, sus clásicos Nowhere (1990) y Going Blank Again (1992) me parecen magníficos, esto de su tercera edad pop no me viene mal en absoluto. De hecho, la encuentro refrescante. No necesitan emplear la distorsión para epatar a nadie, ni para reivindicar nada. Su pasado ahí está. Y ahora miran al frente desde el parabrisas de discos tan bien cincelados como Weather Diaries (2017), This Is Not A Safe Place (2019) y, sin duda, este último Interplay, que, además de ser el que ha resultado más duro de acabar para la banda en toda su historia, según han contado, a mí es uno de los que más me han cautivado.

Olvídense de referencias ochenteras, Interplay es un disco luminoso, de canciones redondas y sonido épico, que en absoluto olvida el pasado de Ride y abraza la psicodelia e incluso ese sonido dreamy que ahora mismo comparte cartel con el shoegazing. De este modo, “Peace sign” suena a hit y da entrada a una colección segura de sí misma que rezuma inspiración. “Last frontier” es otro píldorazo pop que completa una dupla de entrada al disco de esas que hacen que quieras seguir escuchando (la banda sin duda sabe lo que hace en estos tiempos de escucha en diagonal).

“Light in a quiet room”, sin embargo, introduce un feeling distinto. Recuerda, en cierto modo, al sonido narcótico de Spiritualized. Pero no olvidan la épica ni la melodía, algo que va a ser constante a lo largo de canciones igualmente vaporosas, pero efectivas, como la estupenda “I came to see the wreck”, la incursión electrónica (y no la única) que propone “Sunrise chaser”, la maraña de guitarras en “Portland rocks”, quizá la que más trae a colación a los primeros Ride, o la más minimalista -y final- “Yesterday is just a Song”. Entre medias, algún hitazo más, como la infalible “Monaco” y algún pequeño resbalón, como la algo irrelevante “Midnight Rider”, lo cual no es óbice para que podamos concluir que Interplay es un trabajo más que notable, fiel reflejo de lo que fueron Ride, pero sobre todo, testigo de una evolución que augura que esta banda aún tiene recorrido para rato.

Escucha Ride – Interplay

 

 

 

 

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