Especial: Sade, 40 años de extrema elegancia

¿Qué tiene la música de Sade? Esa quiet storm -término y estilo inventado por Smokey Robinson– que trae su sonido despliega un halo de misterio, de sofisticación, de bruma con olor a jazz, de extrema elegancia, que nos envuelve y hace que el mundo a nuestro alrededor se transforme en otra cosa. La voz satinada de Helen Folasade Adu nos mece y nos lleva de viaje hacia otras tierras, a océanos de distancia, hacia historias a las que sólo podríamos acceder leyendo novelas, hacia un sitio que sólo su música nos ofrece. Porque muchos lo intentan, pero nadie suena como Sade. Ni de lejos.

Antes que nada, limpieza de tópicos. Sade (pronúnciese Sha:dei) es una banda. Sí, recibe su nombre de su vocalista y ella, con su belleza, su estilo inalcanzable al vestir, su talento y su personalidad magnética, ha sido siempre el objeto de todas las miradas, pero ella sola no es la banda. Sade es, de hecho, una combinación de personalidades que ha durado, con hiatos largos de por medio, nada menos que 40 años. Una mezcla de talento y buen hacer que ha rubricado una carrera intachable. Sin altibajos. Algo que muy pocos pueden decir.

Pero sí, el principio de todo es ella. Sade Adu nació en Nigeria en 1959. Su padre es de allí, su madre, británica. Y cuando su madre se separó de su padre, volvió al Reino Unido llevándose a sus hijos consigo. Sade se crió en Essex, pero se mudó a Londres en 1977 para estudiar en la escuela de arte diseño de moda, que es para lo que iba encaminada. No obstante, allí conoce el clima efervescente de una ciudad a la que el punk y toda su onda expansiva ha tomado al asalto. Sus gustos no van para nada en esos derroteros, así que su inquietud musical la invierte en bandas de latin soul como Pride, en la cual coincide con el saxofonista Stuart “Cottonbelly” Mathewman, el bajista Paul Denman y el batería Paul Anthony Cooke, con los que en 1982 decide iniciar un nuevo proyecto. Una nueva visión, que llevará por nombre el diminutivo por el que todo el mundo la conoce: Sade.

 

Como decíamos, pese a esa centralización en su persona a través del nombre de la banda, este para nada es un proyecto en solitario. A Mathewman y Denman se les une Andrew Hale como teclista en 1983 y con esa formación van dando sus primeros conciertos, de hecho, debutan en el mítico Danceteria de Nueva York. Un comienzo de lo más prometedor que no hacía sino augurar todo lo que estaba por llegar.

Y eso que, tal como contaba la propia Sade, “Cuando empezamos lo que nos preocupaba no era fabricar éxitos, sino grabar discos, conseguir como producto final una pieza de vinilo auténtica. Y no nos resultó fácil: las compañías no sabían qué hacer con nosotros, no encajábamos en ningún estilo específico, así que tuvo que pasar un tiempo hasta que alguien se atrevió a lanzarnos. Una vez que conseguimos un contrato en Gran Bretaña, nos encontramos con que la filial americana no quería hacerse cargo de nosotros porque no veía nada claro el producto. Sonará extraño, pero cuando empezamos nadie confiaba en la viabilidad comercial de Sade.”

Pero con la sustitución del batería Paul Anthony Cooke por Dave Early se completa la formación que será la que despierta tal interés que no tarda nada en firmar un contrato con CBS (poco después absorbida por Epic) y graba un primer single, “Your love is king”, que inmediatamente se coloca entre los diez primeros puestos de las listas. La canción, compuesta por Sade y Matthewman, de hecho todavía es su mayor hito comercial. Introdujo al mundo ese sonido inconfundible de la banda, entre el smooth jazz, el soul y el pop, que causó toda una tormenta perfecta.

Era el momento, por tanto, de trasladar todo eso a un lp. Así que la banda se mete en los estudios Power Plant de Londres, bajo las órdenes del productor Robin Millar (un nombre esencial para la construcción del sonido de la banda) y salen con un álbum absolutamente perfecto, que llega al mundo en julio de 1984, hace ahora 40 años. El disco se titulaba Diamond Life, tenía una portada elegantísima, con una foto irresistible de Sade, y empezaba con una canción llamada “Smooth Operator” (de la que os habló aquí Txus Iglesias en su sección Singles Supremos), que quizás haya sido siempre con la que más se ha identificado a la banda. Y además de esta propinaban aquí clásico tras clásico: “When I’m I going to make a living”, “Hang on to your love”, “Cherry pie” o su relectura del clásico soul de Timmy Thomas “Why can’t we live together”. Un todo que no deja resquicio a la imperfección y que acabó convertido en éxito enorme a ambos lados del Atlántico. Número uno en 14 países, ha vendido a día de hoy 12 millones de copias y por si fuera poco, la banda recibió gracias a él un Grammy al mejor artista novel.

 

Obviamente, Sade se convierte en icono. El sonido de la banda se escucha en todas partes, su onda es la que manda. Y Sade, la mujer, sale en la portada de prácticamente todas las revistas de moda del mundo. Son una de las imágenes de los ochenta. De hecho, si uno busca la elegancia en el recuerdo de toda la década, irremediablemente acude a su mente su imagen. Formaron parte, por supuesto, de los artistas que actuaron en Live Aid, siendo la vocalista la única artista nacida en el continente africano de todos los que actuaron. En fin, eran lo más. Y la cuestión es que nunca han dejado de serlo.

Esto representa, además, el comienzo de un idilio con los Estados Unidos, donde son el epítome de la sofisticación, que nunca ha cesado. Incluso con mucha más intensidad que en su país, Inglaterra, donde sí, han cosechado éxito, pero no tanto como en muchos otros países del mundo. Algo raro, pero quizás explicable en el hecho de que el público británico siempre anda buscando un nuevo hype y guarda poca fidelidad a los artistas que en un momento dado fueron moda.

En todo caso, su carrera a partir de mediados de la década de los ochenta es meteórica. En noviembre de 1985 aparece Promise, un segundo álbum que es de nuevo éxito rotundo a ambos lados del atlántico y vuelve a venderse en cantidades astronómicas. Incluye clasicazos como “The sweetest taboo”, “Is it a crime?”, “Never as good as the first time” o una favorita personal del que suscribe, la suntuosa “Jezebel”, un ejemplo claro de la elegancia del sonido de una banda que continúa en estado de gracia.

No obstante, como es bien sabido, no es oro todo lo que reluce. La cantante, una persona mucho más sencilla de lo que la gente se empeña en creer que es, no se encuentra nada cómoda con esta fama masiva que el grupo ha alcanzado, con ser objeto de todas las miradas. Por si fuera poco, su vida tampoco va bien: la muerte de su padre y una separación sentimental hacen que quiera huir lejos. Piensa en España. Su capital, Madrid, puede ser un buen sitio para ocultarse de la mirada de la prensa inglesa. Además, no hace mucho, ha conocido a un asistente de dirección que formaba parte del staff de producción de algunos de sus videoclips. Carlos Escola Pliego vive en Madrid. Se reencuentra con él allí y ambos enloquecen de amor. Comienzan una intensa vida juntos. La música pasa a un segundo plano.

 

Pero la máquina es demasiado grande como para pararla. Tras un tiempo separada de sus compañeros, se reúne con ellos -acompañada, por supuesto, de su ya inseparable Carlos- en los míticos estudios Compass Point de Nassau, en las Bahamas, y dan a luz un tercer álbum que, sin grandes sorpresas, reivindica de nuevo todos los aciertos de los dos anteriores. Stronger Than Pride, que aparece en 1988, tres años después de Promise, contiene de nuevo singles de éxito como “Paradise” o “Nothing can come between us”, es, en general, notable, y embarca a la banda en el mayor tour que han hecho hasta la fecha, que les lleva por todo el mundo, hacia una audiencia que está cada vez más rendida a ellos.

Pese a un éxito que se niega a abandonarles, son cada vez más frecuentes las ausencias. El cuarto disco, quizá el mejor de la banda, llega nada menos que cuatro años después que el anterior. Pero no es extraño. Sade se casa con Escola en 1989 y el matrimonio se rompe de forma muy abrupta un año después, con una huida bastante traumática de la artista desde Madrid a Londres sin mirar atrás. Tiene que recomponer las piezas rotas de su vida y necesita tiempo. Pero al final, todo acaba en las canciones. Love Deluxe es, quizás, el disco mejor cincelado del cuarteto. Sade es cada vez más una voz plenamente integrada en el conjunto de la música, como un instrumento más. Y el sonido de la banda se renueva, abrazando un modelo de producción más acorde a aquellos tiempos y que, de hecho, aún hoy sigue funcionando. Sus canciones son las más definitivas de su carrera, con maravillas como “Cherish the day”, “No ordinary love”, “Like a tattoo”, “Pearls” o “Kiss of life” y ha vendido a día de hoy cerca de nueve millones de copias.

No obstante esto, el paciente y fiel público de Sade tuvo que esperar no menos de ocho años hasta poder degustar nuevo material, únicamente interrumpidos por la edición de la primera recopilación de la banda, The Best Of Sade (1994), que se vendió como rosquillas, por supuesto, y contenía una canción no incluida en sus álbumes oficiales, la versión del “Please send me someone to love” de Percy Mayfield que grabaron para la banda sonora de Philadelphia. Seis años después del recopilatorio y con la recientemente inaugurada maternidad de Sade Adu de por medio, llegaba Lovers Rock, título referencial a una especie de subgénero del reggae jamaicano. Otro disco de tonalidades románticas y cristalinas que hacía honores al legado de Sade y no decepcionó a su fandom, que volvió a comprarlo a manos llenas.

 

Lovers Rock, grabado parcialmente en España,  es un disco intensamente elegante, algo más melancólico de lo acostumbrado y más comprometido socialmente que sus antecesores, con canciones como “Inmigrant” o “Slave song” para certificarlo. Contiene la que es considerada por muchos su mejor canción de amor, “By your side”, así como “King of sorrow” o “Somebody already broke my heart”, un material que presentan en directo a lo largo de un gran tour, que les sirve para editar, en 2002, el que es su primer disco en directo, el fantástico Lovers Live, también disponible en película documental, siendo un fiel reflejo de su poderío escénico.

Y de nuevo nos embarcamos en un hiato. La cantante, cada vez más celosa de su intimidad, sólo desea llevar una vida anónima. Se muda desde Londres a una pequeña localidad en la campiña de Gloucestershire y vive allí con su hija y su pareja. No necesita trabajar. Ha vendido más de 50 millones de discos y su contrato con Epic blinda su salud financiera. Sólo hará música si realmente quiere hacerla.

Por eso pasan nada menos que diez años hasta se reúne de nuevo para dar forma a Soldier Of Love (2010), un disco en el que de nuevo imprimen su alma, con un sonido renovado, mucho más sofisticado y suntuoso que el de Lovers Rock y que es un auténtico bombazo cuando sale, ascendiendo al número uno tanto en las listas de Estados Unidos, como en las de muchos otros países. La gira que lo presenta es su última hasta la fecha y es realmente espectacular. No hay más que ver o escuchar su directo Bring Me Home  (2012) para comprobar la fuerza de aquellas actuaciones, que presentan a la banda en su mejor momento, casi treinta años después de su creación. La sinergia de Sade con sus compañeros, que se han mantenido unidos contra viento y marea, es algo que se muestra sobre todo en el escenario. Una pena que se prodiguen tan poco.

 

Y es que, tras este último disco de estudio, pocos movimientos más ha dado la banda. Han aparecido dos temas nuevos en bandas sonoras: “Flower of the universe”, para la película de Disney A Wrinkle In Time y “The big unknown”, para Widows, ambas en 2018. Además de eso, la edición remasterizada de todos sus discos de estudio bajo el título This Far, en forma de box set de lujo, llegaba en 2020. Pero de momento no se sabe que vaya a haber nuevo álbum de una manera oficial, aunque el partner compositivo más habitual de Sade en la banda, Stuart Mathewman, ha comentado que han trabajado en música para un séptimo álbum y de hecho se sabe que durante 2022 tuvieron lugar sesiones de grabación en los recientemente remodelados Miraval Studios. Pero nada hay, como decimos, confirmado un nuevo álbum ahora, en 2024, cuando precisamente se cumplen 40 años de la publicación de primer y más célebre disco, Diamond Life, y la banda ha sido propuesta para ser inducida en la próxima edición del Rock And Roll Hall Of Fame.

Y es que así es Sade, un misterio. Y ese es su atractivo. Un atractivo que no ha hecho más que crecer y ejercer un influjo que llega hasta las nuevas generaciones. Su influencia se nota en Solange, Cleo Sol, Jorja Smith o Janelle Monae, sus fans son ahora también millennials y todos, todos, esperan nueva música o una gira de despedida, pero nadie sabe si esto llegará. Y quizás sea mejor así. Como dijo no hace mucho el músico y erudito Miqui Puig, “Con ese inapelable legado, tampoco pasaría nada si no vuelve”. Y es cierto. Su carrera es escasa en contenido en relación con su duración, pero da igual, no hay altibajos. Y no envejece. Cuarenta años de elegancia, buen hacer, humildad y honestidad dan para eso y para más. Sade ya es eterna. Infinita. Infinitos.

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