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Entrevistamos al compositor Micka Luna

Micka Luna ha editado la que nos parece una de las sorpresas más agradables de este 2020. 11 (Plenilumium Records), es una obra bella y oscura, que a base de ambientes hipnóticos, nos traslada a los sonidos nacidos en Bristol a comienzos de los 90 y bautizados como trip-hop.

El artista catalán debuta con un álbum en solitario después de que su labor de compositor le haya llevado a sonar en todo el mundo. Desde teatros como el Lincoln Center, Sydney Opera House, Sadler’s Wells, The Lowry a festivales de cine como Cannes, Berlinale, Sundance, Monterrey. Recientemente destaca su producción “Rouge” con Marion Motin, coreógrafa francesa de Madonna y Dua Lipa.

Quisimos charlar con él para que nos hablara de su nueva faceta como solista, sus inspiraciones y las colaboraciones que han participado en el álbum.

«Cuando canto y toco mis canciones en formato banda, estoy bajo el foco y no hay red de seguridad» 

Eres un reputado compositor y llevas un montón de años en la música, pero hay público en España que aún no te conoce. ¿Quién es Micka Luna?

Soy alguien que se mueve mucho, o tanto como puede. He vivido tres años en Wellington (Nueva Zelanda), tres en Londres, temporadas en París, Berlín, Barcelona. Mi carrera y mis amigos están bastante repartidos por todo el mundo. Siempre he intentado mezclar la música con viajar. Para mí es la combinación perfecta. De ahí quizás que parte de mi trabajo sea más conocido en el extranjero.

¿Cuándo empiezas a componer?

Fue un proceso gradual que empezó sobre los 16-17 años. En mi familia no hay músicos y por tanto los instrumentos no abundaban en casa. No recuerdo cómo conseguí una guitarra y empecé a hacer ruidos, porque otra cosa no eran por aquellos entonces. Luego me junté con algunas bandas de colegas de instituto y así tuve mi primer contacto con los directos. Hacíamos prácticamente versiones y poca cosa más. Con los colegas me lo pasaba bien, pero musicalmente era muy aburrido. Supongo que necesitaba cantar otra cosa y me puse a ello. Siempre como un hobby, pero durante los años siguientes no paré, de hecho, creo que no he parado hasta ahora. Sin embargo hace 15 años que la música se convirtió en mi trabajó y eso cambió mucho la dinámica. Progresivamente fui aprendiendo a tocar más instrumentos, centrándome en el piano, la voz, y sobretodo en la composición. No es algo que busqué. Me relajaba, me ayudaba a evadirme. La cosa se fue complicando para bien, y aquí estamos.

¿Se te hace raro compatibilizar tu faceta de compositor de bandas sonoras o piezas para danza al de artista pop que canta sus canciones?

Son mundos ciertamente muy, muy diferentes. Lo primero que hago cuando me piden una colaboración o realizo una obra “a medida”, bien sea como compositor, productor, para cine, danza etc., es preguntarme si lo que necesita la otra persona, grupo o compañía, está en mí de forma natural. Si es así, por muy grande que sea el proyecto, me tiro de cabeza, y si es un registro que no he hecho antes, mejor que mejor. En estos casos encuentro muy importante ser fiel a uno mismo como artista, pero sin olvidar que no es tu obra personal, y por tanto hay muchas más variables a considerar en comparación a cuando compones para ti mismo. Si partiéramos un auditorio o sala de conciertos en dos partes, el escenario y las butacas, según qué tipo de proyecto esté haciendo me encontrarás a un lado o al otro de esa ralla imaginaria. Cuando compongo para orquesta lo vivo de espaldas al público. Es la orquesta la que “defiende” la obra, mientras yo dirijo desde la sombra por así decirlo. La dificultad reside en trasmitir a la orquesta cómo quieres que suene la pieza en cada momento. Cuando canto y toco mis canciones en formato banda, estoy bajo el foco y no hay red de seguridad. Son ángulos y vivencias muy diferentes en lo personal, pero muy gratificantes y no tan diferentes en lo musical.

 

Tu nuevo disco contiene interesantes colaboraciones como las de Leonor Watling, Adrian Utley (Portishead), Jim Barr, Euan Dickinson (Massive Attack) o Ali Chant. ¿Cómo surge su participación?

El llevar quince años trabajando como compositor, productor, viajando mucho, me ha brindado la oportunidad de conocer a muchos artistas de disciplinas muy dispares. Es un mundo muy grande pero a la vez pequeñito. Cuando conectas con alguien tanto en lo personal como en lo artístico surgen sinergias de forma natural, te llames como te llames. A Adrian y Euan les conocí a través del mundo de los sintetizadores. Los tres somos muy fans del Ondes Martenot, uno de los primeros sintetizadores de la historia, 1928, y del cual yo estaba participando en un proyecto de desarrollo de una versión actualizada. Nos conocimos, conectamos, y de una forma muy natural surgió una amistad que llevó a esta colaboración. Bristol tiene una escena musical impresionante y una atmósfera que encajaba muy bien con ánimo del disco. Adrian sugirió a Ali (Chant) para la mezcla, ingeniero habitual de PJ Harvey, e Invada Studios para la grabación. Por tanto todo el proceso acabó llevándose a cabo en Bristol. Es un lujo poder trabajar con amigos e ingenieros de tanto talento. En la grabación hubo margen de improvisación y experimentación, ya que Rubén, coproductor del disco, y yo, no quisimos llegar al estudio con todo cerrado. Cuando empezamos a trabajar en “Am I Dreaming?” y a decidir sonidos, vimos que un contrabajo era el contrapunto que buscábamos. Y Llamamos a Jim (Barr), que es el bajista de Portishead. En el disco hay un tema cantado a dúo con una voz femenina y pensé en Leonor (Watling) a quien conocí en una comida. Tenemos amigos músicos en común y ambos hemos trabajado con el director Manuel Huerga. Le conté a cerca de mi disco, le pareció interesante y le pregunté si le gustaría cantar ella el tema a dúo. Lo escuchó, dijo que sí, y la grabamos en Madrid unos meses después. Leonor desprende una energía muy positiva, y su voz es muy especial. En “You´ll Never Catch Me” encuentro que aporta una presencia preciosa en un registro en el que no estamos muy acostumbrados a oírla.

«Bristol tiene una escena musical impresionante y una atmósfera que encajaba muy bien con ánimo del disco»

Hablas de Bristol, se ve claramente la influencia del trip-hop en todas las canciones.

Crecí escuchando grupos ingleses mayoritariamente, y música clásica, aunque también me gustaba mucho la energía que transmitía el hip hop en particular. De aquella época sí que recuerdo el impacto de artistas o grupos como Tricky, Massive Attack o Portishead. Eran artistas que sonaban muy diferentes a todo lo demás. En particular las producciones de Tricky me parecían, y siguen pareciendo, una maravilla. Esa atmósfera y sonido de Portishead… Pocas bandas han aparecido con un impacto tan grande en el “sonido” como ellos. Si te paras a pensar, no es casualidad que sus discos hayan sobrevivido al tiempo sin envejecer. Del “Dummy” han transcurrido 26 años y me sigue sonando más inspirador que mucha de la música actual.

El disco tiene unos ambientes muy cinematográficos, ¿tienes algún compositor predilecto que te haya influido?

Muchos, sin duda, y muy diferentes entre sí. He tenido épocas monotemáticas en las que me centraba en profundidad en estilos y autores concretos. Minimalistas y/o experimentales como Iannis Xenakis, Terry Riley, Steve Reich, Philip Glass, Karlheinz Stockhausen, John Cage. Y con más relación con el cine, compositores como Angelo Badalamenti, Jóhann Jóhannsson, Max Richter, Hildur Guðnadóttir, Vangelis, Zbigniew Preisner. Este último, con sus colaboraciones con el director Krzysztof Kie?lowski, fue quien más me impactó cuando era un chaval. Recuerdo en especial dos bandas sonoras que me marcaron. Una es “La Doble Vida de Verónica”, con secuencias tan mágicas y oscuras como el baile de la marioneta, el concierto de Verónica… Y la otra la bso de “Azul”, de la trilogía de los colores. Recuerdo el impacto de escuchar esas piezas sinfónicas tan llenas y valientes, irrumpiendo en secuencias y planos tan íntimos y duros. El contraste y el ángulo de incidencia de la música sobre la imagen me siguen pareciendo a día de hoy de las simbiosis más geniales.

 

Nos sorprenden aparte los grandes arreglos del álbum.

Supongo que el cuidar mucho la producción es algo que siempre ha estado presente en mi trabajo. Quizás por haber escrito para orquesta sinfónica, en la que tienes a 80-90 músicos interpretando con precisión todas y cada una de las notas que has escrito, y también por la fascinación que me produce el propio sonido en sí mismo. El oído es un sentido fascinante. Un sentido que puede ser muy mentiroso en algunas circunstancias, pero también muy inspirador. Es lenguaje sin codificar. Cuando estoy al piano cantando un tema me vienen ciertos pasajes y arreglos. La cuestión es ser capaz de capturarlos luego, tanto a nivel de partitura, como sonoro. Es tan importante una parte como la otra.

¿Por qué el título de ‘11’?

Es un número que me ha perseguido durante muchos años. Miro atrás y veo que ha sido testigo, de una forma u otra, de muchos capítulos de mi vida. En numerología soy 11, mi padre murió un día 11, a las 11pm, en una habitación de hospital número 11. Este disco va dedicado a él, y de una forma no muy racional sentí que ese número englobaba todo ese camino que representan las 11 canciones del álbum.

Este álbum en principio no querías compartirlo, eran canciones íntimas. ¿Por qué te decides finalmente a hacerlo?

Más que íntimas, que lo son, como la mayoría de canciones de cualquier artista, sentía que eran privadas. No me senté a componer ninguna de ellas. Todas surgieron en diferentes momentos, como reacciones a situaciones duras por las que estaba pasando. Nunca las visualicé como piezas para ser compartidas, ni a nadie detrás escuchándolas. Debo tener unas cien escritas o así. Supongo que es lo más parecido que tengo a un diario. Las canciones de este disco engloban un periodo de unos 15 años de mi vida. Muchas heridas abiertas que tenían que cicatrizar, y el último paso para desprenderme de algunas cargas pasaba por darles vida propia y dejarlas marchar en paz. Publicar este álbum era algo necesario para poder dar paso a otros trabajos en los que estoy trabajando en la actualidad.

«Cuidar mucho la producción es algo que siempre ha estado presente en mi trabajo. Quizás por haber escrito para orquesta sinfónica, en la que tienes a 80-90 músicos interpretando con precisión todas y cada una de las notas»

Comentas que eres gran amante de antiguos sintetizadores, no vemos que seas muy fan de los digitales.

(risas) Bueno, no es que trabaje bajo un dogma estilístico que me haya autoimpuesto y en el cual no hay cabida para instrumentos digitales. Concretamente respecto a los sintentizadores, es cierto que por lo general me siento mucho más atraído por instrumentos que son o poseen un tono o comportamiento más analógico. No es una decisión que haya tomado. Es más bien una hecho que veo cuando me doy cuenta de qué suelo escoger para diseñar sonidos o interpretar melodías o ritmos. No es algo sobre lo que se pueda generalizar, pero sí es cierto que suele gustarme mucho más el sonido de algo analógico, que está mucho más vivo y por tanto es más impredecible, que algo que parte de una síntesis mucho más programada y en cierto modo, estática. Sin embargo, en fase de posproducción utilizo algunos plugins con los que puedo hacer cosas que, o bien no puedo hacer analógicamente, o bien requerirían demasiado tiempo e infraestructura para el resultado obtenido. Encuentro que el sonido analógico en general tiene más presencia, y una firma diferencial, incluso entre distintas unidades del mismo sintetizador, delay de cinta, o reverb de planchas. Es más personal. Pero al final se trata de utilizar aquello que se asemeja más al sonido que tienes en mente. Cuando oigo música en mi cabeza, no oigo un Moog o un Oberheim, sino un sonido más o menos abstracto que luego he de intentar recrear de la mejor forma que posible. A veces es con un Moog o un Oberheim, pero a veces es con un teclado de juguete, sampleando cubertería, o aporreando bidones industriales o una bombona de gas. Manda lo que has oído en tu cabeza.

Eres un artista en diversas disciplinas, ¿Qué más haces aparte de dedicarte a la música?

Además de la música, últimamente me estoy especializando en dormir mal!! Son tiempos difíciles. Los peores para sacar un disco, en realidad, o para cualquier actividad cultural. No por eso hemos de dejar de avanzar. Me atraen muchas disciplinas como la pintura, el video-arte, la escultura, la fotografía. Todo lo que tiene que ver con la comunicación, la imagen. En definitiva creo que se trata de expresar “eso” que tienes ahí dentro y que necesitas o quieres compartir. El medio en este caso no es más importante que el contenido, o la función que le das a éste. La dirección hacia la que camino es la de poder llevar a cabo obras de un corte más multidisciplinar. Me encantan las simbiosis artísticas, y de artistas. Es de lo más inspirador y emocionante para mí. Poder mezclar una orquesta sinfónica con un conjunto de sintetizadores, danza con proyecciones. Tecnología antigua con puntera. Son mezclas fascinantes. Ahora bien, un sencillo espectáculo con un piano y una lucecita sobre él, me parece igualmente interesante y evocador. Mientras intentes ser lo más honesto posible con lo que estás contando…

 

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