Bobby Womack – The Bravest Man in the Universe (XL Recordings – Popstock!)

Cuando se habla de soul clásico hay unos cuantos nombres que, inevitablemente, siempre vienen a la mente. Dejando aparte a los que Luis Lapuente llama, en su excelente librito El Mapa Del Soul, los «profetas mayores» (James Brown, Sam Cooke, Ray Charles), si a uno le piden que cite cuatro o cinco grandes solistas masculinos del soul es prácticamente seguro que saldrán a relucir los nombres de Marvin Gaye, Otis Redding, Stevie Wonder, Curtis Mayfield o Al Green. Con un poco de suerte tal vez alguien mencione a Wilson Pickett, Teddy Pendergrass o Solomon Burke. Pero a mí, particularmente, me resulta igual de interesante esa segunda línea en la que militaron personajes como Gil Scott-Heron, Shuggie Otis, Bill Withers o Bobby Womack. Un tipo este último que, ahora que se celebran los 50 años de los debuts de Dylan y los Beatles, lleva más años en esto que el bardo de Duluth y los melenudos de Liverpool. Más de medio siglo en el que ha vivido de todo: fama, olvido, escándalos, enfermedades…sin dejar de trabajar y publicar discos.

En realidad hacía aproximadamente 15 años que Bobby Womack no lanzaba un álbum con material nuevo. Las últimas noticias sobre su salud tampoco auguraban nada bueno, pero la historia de la música está repleta de resurrecciones milagrosas. De la mano de Damon Albarn (con quien ya colaboró en Plastic Beach, de Gorillaz) y Richard Russell (jefazo de XL y artífice de otro regreso sorprendente, el de Gil Scott-Heron en 2010 con I’m New Here), Mr. Womack se arranca los tubos, se levanta de la cama, carraspea, se aclara la voz y presenta un álbum que es una especie de presentación de credenciales (por no decir patada en el culo) a todos los supuestos renovadores del soul, aspirantes a herederos de los nombres arriba enumerados, para que sepan quién manda, todavía, aquí.

Y lo más curioso es que, mientras toda la troupe del neo-soul busca sonar como en los 60 y los 70, The Bravest Man In The Universe suena exactamente como lo que es: un disco de 2012. Salvo en «Deep river», la única concesión al más reciente pasado góspel del cantante, el resto del álbum brilla con una producción muy contemporánea, huyendo tanto de los clichés clásicos como del R&B de garrafón más comercial. Albarn y Russell arropan las canciones de Womack con un manto de electrónica (el efecto sorpresa de los dos primeros temas es apabullante para el oyente que no esté avisado), usando ritmos dub, samples y efectos de sonido futuristas con una habilidad que consigue hacer sonar vanguardista a un abuelo de 70 años sin caer en lo ridículo. Claro que no escatiman en gastos ni recursos: ahí está Lana Del Rey como estrella invitada en «Dayglo Reflection», y la verdad es que el resultado es más interesante de lo que cabía esperar. La otra voz invitada, Fatoumata Diawara, tampoco se queda atrás en una «Nothin’ can save ya» que pone la piel de gallina.

Aclaro, para acabar, que para nada estamos ante el típico disco de productor que busca la coartada de una voz (y sobre todo un nombre) de prestigio que le dé notoriedad. Ninguno de los protagonistas, a estas alturas de sus carreras, necesita nada de esto. Le doy a la producción el mérito que le corresponde, que es mucho, pero en mi opinión el protagonismo se lo lleva la voz de Bobby Womack, en una forma excepcional (el disco no se sostendría de no ser así) después de tantos años y tanto castigo. Y que dure.

 

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