Brian Fallon & The Howling Weather (Ochoymedio) Madrid 13/05/22

El viernes que inauguraba las Fiestas de San Isidro en Madrid ofrecía un variopinto repertorio de posibilidades lúdicas y escénicas. Un buen puñado de conciertos de diferente pelaje coincidían en distintos puntos de la capital, y si bien decantarse por Jesse Malin y Brian Fallon suponía una de las elecciones más excitantes tampoco cabe ocultar, por las comparaciones con sus sendos y gloriosos pasados, la veta de riesgo y desafío interior que entrañaba. En un juego de espejos que hacía especialmente oportuna esta alianza en el cartel, ambos músicos, en términos de evolución musical, han recorrido un camino prácticamente idéntico. Lejos queda ya la mordiente y la exuberante inspiración de las formaciones respectivas que lideraron (D-Generation y The Gaslight Anthem) y mucho más cerca un formato de cantautor de raíces más standard y reposado, tan eficaz por momentos como menos especial y personal que antaño, en sus antiguos registros.

Se daba, además, una curiosa paradoja: si bien puede decirse que Fallon ha caído menos con respecto a Gaslight Anthem, y su conmovedora voz ha sabido seguir vibrando en su asalto al formato en solitario, es inevitable añorar en el desaforado intimismo de Local Honey (20) el dinamismo y la chispa de sus dos notables primeros álbumes. Malin, por su parte, ha mostrado a cuentagotas ese colmillo vocal tan hipnótico y sensual que exhibía en su maravillosa banda en su dilatada andadura en solitario, y quizá haya incurrido en parajes más melódicos e inofensivos de lo deseable, pero curiosamente se encuentra en uno de los mejores momentos de su carrera con el muy atinado Sad And Beautiful World (21). Y ese pico de inspiración lo refrendó con un concierto acústico extremadamente solvente.

Acompañado solamente por un músico de apoyo, el neoyorquino dio un repaso breve a canciones de diferentes épocas de su carrera y demostró el progresivo empaque que ha ido adquiriendo con los años. Conservado impecablemente, muy comunicativo con el público, y derrochando carisma y clase, cuando atacó con intensidad “Dance With The System” fue inevitable sentirle como un león enjaulado, como un músico anclado a un formato que, por actitud y pasión, se le queda pequeño. Otros lances, en cambio, resultaron emocionantes en su minimalismo e introspección como “Broken Radio”, dedicada con auténtica aflicción a Howie Pyro, ex bajista de D-Generation recientemente fallecido. “Revelations”, “Room 13” y “Meet Me At The End Of The World”, cierre y lance en el que el público ya estaba en su mayoría rendida al duende de Malin, fueron otros puntos destacables.

A continuación, y como antesala del concierto de Fallon, se coló una segunda actuación telonera protagonizada por Chris Farren. Toda la continuidad estilística trazada entre Malin y Fallon, todo ese juego de espejos que referíamos, saltó por los aires con un concierto tan insólito como delicioso y disfrutable. Ataviado con una guitarra eléctrica y un humilde proyector de imágenes, que destacaba los repetidos solos de guitarra de la actuación y reiteraba sin complejos ni falsa modestia un listado de presuntas virtudes del protagonista, lo cierto es que Farren estuvo a la altura de lo autoproclamado y se lució con su repertorio, de maneras muy indies, pulso power-pop y ramalazos muy glam y teatrales. Con resonancias muy regocijantes a bandas actuales como Foxy Shazam o Buzzard Buzzard Buzzard todo el set fue una extravagante genialidad, con la colosal “Human Being” como colofón y cénit.

No lo tenía fácil el gran protagonista de la velada, tras dos entremeses de verdadera enjundia, y lo cierto es que el arranque del concierto de Fallon no fue prometedor. Centrado en Local Honey (20) más de lo deseable, los primeros compases se antojaron algo melifluos y anticlimáticos. Afortunadamente, cuando giró el foco hacia Sleepwalkers (18), su obra más intensa e inflamada, la intensidad comenzó a aumentar y los corazones de los allí reunidos a palpitar de verdad. Es imposible no postrarse ante algo tan hermoso y sentido como “Come Wander With Me”, que supuso el primer punto verdaderamente brillante del set. Bien escudado por The Howling Weather, la banda de acompañamiento, luciendo bajo la camisa una camiseta de Red Hot Chili Peppers y visiblemente feliz y risueño, no dudó en compartir con su parroquia la fijación que parece haber desarrollado con Juego De Tronos. Los discursos que largó al respecto desataron las risas y la complicidad pero quizá pecaron de excesivos, y desde luego cortaron algo el ritmo de una actuación que, por lo demás, ganaba progresivamente en temperatura. “Mary Jane’s Last Dance”, versión de Tom Petty, mezcló a la perfección, en el tramo central, con alguna formidable ejecución, en términos tanto emocionales como interpretativos, como “Sleepwalkers”.

Pero lo mejor llegó al final: nada más y menos que “Rosemary”, épica y desatada, tal vez su punto álgido como solista; la siempre efectiva “Wonderful Life”, que provocó la algarabía entre el público; una absorbente “Etta James”, que si bien comenzó algo desangelada terminó levantando el vuelo con un Fallon dejándose las cuerdas vocales en su recta final. “Smoke”, con su delicioso sonido de raíces y la vulnerabilidad que la atraviesa de principio a fin, fue el punto y final. Los tiempos de plenitud de Malin y Fallon con sus legendarias bandas probablemente no vuelvan jamás. Pero siguen siendo artistas con empaque, con incipiente y progresivo marchamo de clásicos. San Isidro y sus múltiples ofertas escénicas, decíamos, no lo puso fácil, pero, definitivamente, quien eligió este triple cartel, eligió bien.

Fotos Brian Fallon The Howling Weather: Pedro Rubio Pino

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