Entrevistamos a Núria Graham por ‘Cyclamen’
La cantautora catalano-irlandesa Núria Graham, con Marjorie (Primavera Labels, 2020), alcanzó un cénit creativo que había ido labrando a través de sus anteriores álbumes, todos demostrativos de un talento superior a la media. Llegada la hora de enfrentarse a grabar música nueva, decidió hacerlo de la forma más casera posible, en su hogar de l’Empordà, así como contar con los colaboradores justos para dar forma a lo que es todo un triunfo sonoro, que recibe el título Cyclamen (Primavera Labels, 2023), y que probablemente sea uno de los grandes álbumes de este año. Ha sido un verdadero placer hablar con ella de sus inquietudes, del proceso de grabación y de todas las novedades que envuelven a este trabajo..
“Al final, cada paisaje me sirve para explicar un estado mental”
Pese a que Marjorie fue un disco muy celebrado, da la impresión de que con él cerraste un capítulo en tu forma de hacer las cosas, a la vista de lo diferente -sobre todo en lo formal- que es Cyclamen. De hecho, el disco parece una especie de renacimiento. ¿Estamos ante una nueva Núria Graham?
Es posible que haya un poco de intención y necesidad de nuevo comienzo, aunque el disco es simplemente un reflejo de quien soy ahora. He tenido la sensación de nuevo principio, en parte, porque ha sido cómo hacer un “mi primer disco” que tenía pendiente, algo que fuera un reflejo de lo que tengo en la cabeza sin ningún filtro y producido por mi misma.
Por supuesto, sugerir un renacimiento no quiere en absoluto significar que tu nuevo trabajo no sea plenamente reconocible dentro de tu trayectoria. Bastan unos segundos escuchando tu voz, aunque no se esté sobre aviso, para saber que lo que suena es Nuria Graham. ¿Sientes que has encontrado tu propio estilo como vocalista?
No creo que nunca encuentre mi propio estilo como vocalista ni como músico, siempre iré caminando hacia delante sin parar de intentar redescubrir mi voz y jugar con sus cambios. En este disco he focalizado mucho en la voz como un instrumento, en la letra, en el color y el timbre, cosas en las que antes creo que era menos perfeccionista!
El disco se ha grabado en gran medida en el salón de tu casa de l’Empordà ¿Buscabas hacer las cosas con una ambientación determinada o simplemente fue una cuestión de logística?
Fue una cuestión de adaptarme a la realidad. Muchas canciones han nacido en este comedor, en el piano, y al final lo que tenía más sentido era ser fiel a ello. Mi ingeniero de sonido Jordi Mora fue una gran ayuda porque me permitió poder tener libertad de grabar todo lo que quisiera en el comedor, después la gran faena fue ponerlo todo en su sitio y hacerlo sonar bien. Hay una curiosa mezcla entre lo DIY grabado en casa y todo lo otro que grabamos en el estudio.
De hecho, el disco desprende una calidez en su sonido que recuerda mucho a la de un hogar. Es un disco con un feeling muy unitario y que realmente aporta cobijo espiritual cuando se escucha. Creo que para todo esto ha sido determinante la participación del ingeniero de sonido Jordi Mora y de la arreglista Helena Cànoves ¿Qué planteamientos iniciales a nivel de producción teníais para el disco? ¿Se cumplieron?
Hasta que no tomé la decisión de autoproducir el disco, pasé por momentos de muchas dudas, poniéndome demasiada presión. Jordi Mora fue un elemento clave para la decisión porque mis miedos de producción pasaban por mis carencias técnicas, y lo que necesitaba era un técnico como él al lado. Pasamos muchos días hablando de qué tipo de disco tenía en la cabeza, yo lo único que sabía es que quería grabar en casa la mayor parte y hacer una grabación adicional en el estudio. A partir de aquí las canciones tomaron forma solas. Helena Cánovas apareció hacia el final del proceso, cuando estaba grabando arreglos con midi en mi ordenador y pensé, necesito alguien que controle estos instrumentos que tengo en la cabeza y sepa escribir bien para ellos. Llamé a Helena y todo fluyó, trabajando a distancia y después con ella en el estudio grabando las cuerdas, arpa y vientos.
Llama la atención que, al igual que sucedía en Marjorie, Cyclamen comienza con una canción cuyo título es el de un lugar. “Connemara” era, creo, la población de Irlanda donde pasabas las vacaciones con tu familia. ¿Qué es “Procida” para ti además de una preciosa localidad en una isla Italiana? ¿Se ha convertido en un fetiche para ti esto de empezar los discos con canciones dedicadas a situaciones geográficas? De hecho, en el disco vuelves a referenciar Nápoles con “Disaster in Napoli”…
Al final, cada paisaje me sirve para explicar un estado mental. Más que una oda en el sitio en sí, que también lo es, es una manera de auto-descubrirme o analizarme a través de ideas, sueños, o paisajes. Los sitios y paisajes de Nápoles (isla de Procida, el volcán Vesubio, el caos de la ciudad de Nápoles..) me han servido para poner sensaciones en una especie de mapa mental imaginario.
Sorprende que una de las letras del disco (“Poisonous sunflower”) está escrita junto al que sueles citar como uno de tus referentes, Blake Mills ¿Cómo surgió esta colaboración?
De hecho la letra es toda suya. Yo ya tenía mi letra y él la reescribió de un modo que tenía mucho más sentido. Fue un proceso muy bonito porque no solía trabajar junto a nadie en lo relativo a las letras, y esto abrió un nuevo camino en mi manera de escribir. Surgió de casualidad, que és como me gusta que pasen las cosas!!!
No puedo evitar escuchar en “Birdman”, un tema que, curiosamente, por cuestiones de producción, relacionaría más con Brian Wilson, ecos de la línea melódica del “Blackbird” que escribió para los Beatles Paul McCartney ¿Es así o me traiciona el subconsciente?
Mi subconsciente se fue para allí, seguro!
Y al hilo de todo esto ¿Tuviste algún referente a la hora de pensar en la producción del disco? ¿Buscabas ese sonido tan coherente, tan unitario que se respira a lo largo de todas las canciones intentando evocar algún disco concreto de un artista que admires, como por ejemplo, el Van Morrison de Astral Weeks?
No tenía muchas referencias concretas de sonido, ni de producción. De hecho creo que en el proceso de escribir o producir puede ser muy traicionero tener referencias demasiado marcadas. Por decirlo de alguna manera, nunca sé muy bien dónde voy, lo único que tengo claro es que voy hacia un sitio. Evidentemente durante toda esta época estuve escuchando mucha música, en especial el último disco de Aimee Mann, el último disco de Blake Mills, Pino Palladino, Scott Walker, de todo…
Así como en Marjorie las letras giraban mucho entorno a tus sentimientos más profundos y a tus recuerdos familiares, aquí acudes mucho a lo onírico y a las referencias botánicas (el Cyclamen que da título al disco es una flor autóctona de la cuenca mediterránea) o relativas a animales ¿Necesitas siempre buscar un concepto unitario a la hora de escribir tus letras? ¿Existe eso en este disco?
Nunca busco un concepto, se me van presentando cosas y yo voy detrás un poco ajetreada intentando saber por qué estoy haciendo aquello y no otra cosa. El concepto se revela después, durante el proceso, o incluso más tarde. En el caso de lo botánico, es gracioso porque el título fue lo último, cuando estábamos mezclando con Jordi Mora muchas señales nos llevaron a darnos cuenta que el disco tenía que llamarse así. No le doy demasiadas vueltas, lo que hago es estar muy pendiente de señales.
Este, que es ya tu cuarto álbum, se publica a través de una colaboración entre New Deal y Verve Forecast junto a Primavera Labels y Universal Spain, eso significa una mayor proyección de cara a Estados Unidos y el resto del mundo ¿Cuáles son tus expectativas al respecto?
Estoy muy contenta, y con muchas ganas de trabajar. Al final mi única ambición es seguir haciendo discos y aprendiendo. No me pongo metas, solo quiero dejarme llevar por lo que pasa y por donde me lleva la música
De hecho, ya has girado por Estados Unidos y tras tu gira europea, volverás por allí a dar más conciertos. ¿Te sientes cómoda en un territorio tan vasto y diverso como es aquello? Debe ser un público muy diferente al de aquí. ¿Llegas a sentir vértigo, al pisar un terreno tan difícil, pero a la vez, tan atractivo?
Es una sensación más fresca que vertiginosa. En realidad, de algún modo, es como volver a empezar de cero, pero con el plus de tener mucho rodaje. Las dos giras que hemos hecho allí han ido muy bien y esto es un chute de energía para seguir trabajando.
En el single “Yes It’s me, the goldfish” no puedo evitar, al escuchar algunos de sus arreglos, encontrar ciertas referencias cinematográficas, o mejor dicho, a bandas sonoras, como algunas de Morricone, o Piero Piccioni, aquél sonido tan de peli europea de los setenta y tan mediterráneo, a la vez ¿Hay algo de eso?
Mira, ¡qué gracia que me digas esto! Literalmente hay una línea de saxo en el disco que está basada en un tema de Piero Piccioni, “Endless love”. Ha sido una influencia enorme en este disco y me ha marcado muchísimo la paleta de colores, este imaginario mediterráneo de arreglos de ensueño y casi imperfectos.
Hablando del Mediterráneo, creo que es un disco en el que se respira ese mar ¿Tuviste en algún momento la idea de componerlo en castellano o en catalán?
No, no me sale. Creo que tengo muy definido el “personaje” que escribe y canta en inglés y por allí lo saco todo sin ningún filtro, no me sale cantar en catalán porque es mi lengua y no logra plasmar a la Núria más misteriosa. En castellano escribo más, pero no para cantarlo yo, no me gusta cómo suena mi acento.
¿Con qué formato estás llevando al directo un disco de sonido tan carnoso y cálido, pero a la vez complejo, como es este? ¿Crees que es adecuado llevar algo tan íntimo a escenarios grandes, como por ejemplo, los de festivales?
Ha tenido ya varios formatos en directo, ahora vamos en cuarteto a la mayoría de conciertos. Con Malcus Codolà a la batería, Jordi Matas en el bajo y guitarra y Marcelí Bayer en los clarinetes. Anna Godoy es la arpista que viene también en algunos conciertos. Cada concierto es diferente de algún modo y esto es lo que me hace pasarlo tan bien. No tengo miedo de que sea más íntimo, en realidad creo que siempre va bien un espacio o un concierto en un festival que no esté en la guerra del volumen extremo!
En una de las canciones del disco dices: It ‘s no secret that I only like the beginnings of things. ¿Es así? ¿No te gusta ver las cosas acabadas? Imagino que a veces, dar un proyecto creativo por concluido es un poco una muerte de todo lo que te ha llevado hasta ahí. Como una sensación de vacío…
No se muy bien porque lo digo, pero supongo que tengo esta tendencia a emocionarme mucho con el principio de las cosas, la primera idea, la primera demo, donde está la energía, el “spark” . En el disco he intentado ser muy fiel a esto y por esto ha quedado estructurado de un modo maquetero, con estructuras cortas, como sketches no acabados, un poco por mi miedo, o casi incapacidad, a acabar algunas cosas. Un poco así fue también la revelación de ver que el disco acababa y comenzaba igual, así que me he quedado más tranquila porque cada final es un principio and so on… ha ha!!
Al hilo de esto de acabar las cosas, vamos a terminar la entrevista con algo que suelo pedir a toda la gente que entrevisto. Me gustaría que (sólo si te apetece, claro), elabores una pequeña lista de discos que tú consideres que te han traído hasta el preciso momento en que te encuentras ahora. Ojo, no una lista de tus discos favoritos de la vida, sino la que consideras que te ha situado en este momento concreto, o en este disco, si lo prefieres, tanto si es a nivel de influencia, como simplemente, anímico.
Blake Mills – Mutable Set (Verve/New Deal, 2020)
Scott Walker – Scott 2 (Phillips/Smash, 1968)
Tom Waits – Real Gone (ANTI-, 2004)
Billie Holiday
Escucha Núria Graham – Cyclamen (Primavera Labels)