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Entrevistamos a Pedro Burruezo

Pedro Burruezo publica Al Andalus S. XXI (Satélite K, 2019) bajo el emblema Burruezo & Nur Camerata. Un disco de gran belleza armónica que se desliza con naturalidad por la tradición árabe y sus poetas hibridándola con otros estilos como el flamenco o el pop. El que fuera componente de los míticos Claustrofobia sigue siendo un referente en el mestizaje sonoro, en la búsqueda, en definitiva, de la reciprocidad entre diferentes culturas y el aprendizaje permanente.

«Lo que más echo en falta en muchos artistas actuales es la personalidad»

Pedro, este es un disco, como los anteriores que has ido publicando, muy influenciado por el mestizaje de estilos. ¿De qué manera te influye este mestizaje en tu forma de componer?

Es que todas las músicas tienen un origen mestizo, diverso, heterogéneo. Todas las músicas beben, en sus orígenes, de diversas fuentes. Y, más aún, a partir de los 60 y la globalización. Todos los músicos y compositores nos hemos habituado a escuchar cosas diversas que acaban incorporándose, por activa o por pasiva, a nuestros trabajos. En los 80, por ejemplo, había grupos punks, mod, tecno, rocker, heavy, etc. Nosotros, con Claustrofobia, rompimos el hielo del hecho de que un grupo fuera capaz de tocar diversos estilos y/o géneros en un mismo álbum. Creo que en eso no se ha valorado demasiado el trabajo que hicimos. Antes, uno era una cosa y no podía ser otra. Ahora mismo, cualquier artista, sea cual sea su origen, en un género o en otro, se atreve a hacer cosas diversas. Yo, como otros músicos y compositores, me inspiro y escucho cosas diversas y acabo dejando que me influyan pero velando por que todo eso se cueza a mi manera, con mi sello. Lo más importante es siempre tener tu propia personalidad. Es lo que más echo en falta en muchos artistas actuales: la personalidad.

En tu último disco, Al Andalus S. XXI, te inspiras en referentes místicos. ¿Qué significa el sufismo en tu vida y cómo se plasma en tu música?

El sufismo, la vía mística del islam (para resumir, porque podríamos hacer varios libros para definir el asunto), lo es todo para mí. Es una forma de vivir, de pensar, de sentir, de obrar, de crear. Se trata de ser extraordinariamente riguroso contigo mismo en lo espiritual, bebiendo de fuentes primordiales, perennes, y, al mismo tiempo, de ser compasivo, respetuoso, con el otro. Sentir, el dolor ajeno, como propio. El aprendiz de sufí es una especie de Quijote de nuestro siglo cuyo Amado no es Dulcinea sino lo divino, lo sagrado, y que lucha contra los molinos de viento de su propio ego y sus pasiones y excesos para transformarse a sí mismo en una especie de flor que, incluso al ser pisoteada, sea capaz de responder exhalando el mejor de sus perfumes. Ay, si llegáramos algún día a eso… Buenos pensamientos, buenas acciones, sin mirar a quién. Siempre buscando la excelencia. En lo artístico, crear una obra que sea capaz de sanar, que sea capaz de irradiar luz, en un mundo cada vez más opaco, no sólo en términos de espiritualidad profunda, sino también sociales, ambientales, climáticos… La búsqueda de la belleza es una forma de lucha. Un hadiz qudsi dice: “Al.lah Yamil wa be hebbul Yamal”. “La Divinidad es bella y ama la belleza”.

¿Qué referentes musicales y espirituales esculpen tu nuevo disco?

Mis gustos musicales son muy variados. Van desde Arvo Part o Samuel Barber hasta Omar Faruck o los “ensembles” persas y toda la música de Asia central o el jazz del músico africano Ibrahim Abdullah. También escucho a veces música antigua. Por supuesto, me encantan algunas agrupaciones de música andalusí y algunos artistas y grupos de pop nacional, como Antonio Vega, por el que no pasan los años. Ahí están también Robert Wyatt, Violeta Parra, Sisa y todos los flamencos, de los que soy incondicional, así como de algunos artistas indostaníes. En lo espiritual, bebo de las fuentes primordiales, como ya he dicho. Concretamente, todo lo que puedo, de los maestros sufíes. Soy miembro de una tariqa o cofradía sufí con un maestro vivo que nos urge siempre a ser un ejemplo para el mundo: acciones y pensamientos de luz en todo momento. Y unos buenos modales excelentes hasta para con las pulgas que te pican. La presencia de todos los sufíes andalusíes, y de su área de influencia posterior, en la cristiandad o en los trovadores occitanos, personajes como San Juan de la Cruz o Santa Teresa, por ejemplo, también son influencias que llevo en mi mochila. El verso de Santa Teresa “nada te turbe” define un estilo de vida. Imposible de seguir siempre, pero absolutamente bello y lo más vanguardista e indómito que he escuchado nunca, pues la sociedad actual te llama a todo lo contrario. Me gusta tocar la música oriental a mi manera. Siempre surge algo nuevo. Darle a la tradición un aire innovador, rompedor, valiente. Inventar, contemporaneizar, buscar. En las músicas tradicionales, como se ha visto con el flamenco, también hay lugar para el riesgo, la experimentación y la novedad. En realidad, yo lo que hago es lanzar un mensaje eterno bajo formas musicales contemporáneas, no exactamente tradicionales, pero sí muy respetuosas. Respeto, humildad, trabajo… eso siempre.

En “La Tarara Se Fue A Istambul” recreas a tu forma el universo de García Lorca. ¿Explícanos esta recreación cómo surgió?

Lorca era un poeta moderno en toda regla. Yo soy más de poetas orientales, previos a la industrialización, de mente antigua. Yo soy de antiguos poetas, de órdenes de caballería, de eremitas que viven aislados… Sin embargo, yo creo que él estaba fascinado por ese pasado oriental en Occidente que se manifestó a través de Al Andalus. Y, por otro lado, por el mundo gitano. Como ha dicho Penina Meller: “Lo romano, lo cristiano, lo musulmán, lo judío y lo gitano forman la trama histórica en la cual se traza el escenario lorquiano de lo andaluz en el Romancero Gitano de Federico”. Federico dijo: “Yo soy andaluz, no gitano, que no es igual, aun cuando todos los andaluces seamos algo gitanos. Mi gitanismo es un tema literario. Nada más». En gran medida, la obra lorquiana incluye toda la desgracia gitana y la morisca de los expulsados, que es, también, en cierta forma, la desgracia andaluza. Esas penas están, a su vez, encriptadas en sus textos. No sé si era consciente o no… En cualquier caso, esa pena es lo que hace de su obra algo salvaje y conmovedor y, también, universal. La fatiga de un pueblo es la fatiga de toda la Humanidad. Un día jugando, con mi mondol argelino, vi que “La Tarara” y el “Ashkudara” turco eran parientes armónicamente. Y decidí unirlas en una sola pieza. Siempre, siempre, el Mediterráneo… Yo veo a “La Tarara” como la mujer mediterránea (sea gitana, musulmana, cristiana…), tan injustamente tratada, pero tan hermosa… Nuestras madres, infatigables al desaliento…

“La Jove Negra” me recuerda a las texturas más íntimas de Claustrofobia. Muluk el Hwa era un grupo marroquí que versionó con Al Tall (grupo valenciano) este tema, ¿no es así?

Exactamente. Este poema, La Jove Negra, de Ibn Khafaja d’Alzira, que he musicado en catalán, ya lo musicaron, con otras melodías y armonías, la gente de Al Tall junto a mis queridos Muluk el Hwa, a los que conocí hace muchos años en Castellón. Es la última pieza del disco y la he grabado yo solo. Está muy cerca de la última etapa de Claustrofobia. Todo el disco es muy místico excepto esta pieza, que es un poema erótico, qué duda cabe. Me interesaba dar, también, otra visión de Al Andalus, no sólo su mística. Fue una sociedad, por épocas, muy abierta, muy alegre. La bibliografía poética de la época está llena de ejemplos de poetas místicos pero también de poetas, como Ibn Khafaja d’Alzira o la princesa Waladda de Córdoba, que le cantaban a un amor muy terrenal. Mística y erótica, según yo lo veo, pueden darse la mano muchas veces. No tienen por qué ser incompatibles. La mística sufí no está hecha de abandono y de negar la esencia del ser humano. No hay celibato, que no conduce a nada. El aprendiz de sufí vive como cualquier otro mortal. Pero busca al Amado en todo lo que hace. También en lo carnal. Dar placer a tu pareja también es una forma de misericordia.

Tu música es atemporal y única en el sentido de que jamás has tenido la necesidad de ofrecer ningún tipo de concesiones. ¿Cómo se siente un artista que se mueve en los márgenes? ¿El mensaje audaz que intentas transmitir a quien crees que va dirigido?

Yo no sé si es atemporal, pero sí es sincera. Vivo al margen de la gran industria discográfica, pero no al margen del público, que, vayamos donde vayamos, nos despide siempre (o casi) puesto en pie al final del concierto, nos conozca o no (cuando hay público, claro). Yo voy a mi bola. Como decía Camarón: “Yo siempre iba a lo mío / Yo siempre iba a lo mío”. Me importa bien poco lo que digan los críticos, lo que digan los programadores y hasta lo que diga el público. (Aunque, obviamente, prefiero que hablen bien, pero no es algo que vaya a hacerme sufrir). Un artista genuino no tiene que tener deudas con nadie, tampoco con su público. Si pierde seguidores en el camino… eso puede llegar a ser muy sano y muy renovador. Cuando me hice musulmán y sufí, en el mundo del rock se me cerraron muchas puertas. No es un mundo tan abierto como presume. Ahora, por fortuna, muchos críticos y seguidores están entendiendo que se pueden tener creencias de hondo calado espiritual y que eso no significa ir de iluminado por la vida ni de “cura sermoneador”. Y que, al mismo tiempo, hoy la vanguardia o, más bien, la pseudovanguardia ya no se debería manifestar repitiendo el mismo discurso presuntamente transgresor que las vanguardias históricas, sino con un discurso en las antípodas. Son otros tiempos. La Humanidad se encuentra al borde de un gran colapso mundial. El combate ahora ya no se hace con provocaciones, con “boutades”, con onomatopeyas o buscando “estados de conciencia alterados”. Hoy lo que toca es buscar estados de conciencia lo más inalterados posible y no hacer sufrir a nadie con tus actos: es decir, volver a la esencia, a lo primordial. La belleza es la mejor forma que he encontrado de combatir la fealdad del mundo moderno, que ha destruido la ecosfera, que, hasta hace dos siglos, era un auténtico paraíso. El mensaje que intento transmitir es que hemos perdido la gran guerra contra la modernidad y su capacidad destructiva. El abismo está muy cerca y va a causar mucho dolor a millones y millones de personas (de hecho ya está ocurriendo, pero esto es solo el principio). Ahora, lo que toca es preparar a la población para lo que se avecina: ser capaces de crear luz y belleza donde hay oscuridad y fealdad. “Aunque es de noche”, como decía San Juan. Salvar, si no el mundo, sí, al menos, tu propia alma y la de los tuyos, rodeándote de belleza y paz y compasión. Buenos pensamientos, buenos actos, excelencia siempre en el comportamiento con todo el mundo, incluso con los que te desprecian. Me dirijo a todo aquel que quiera vivir la vida sin olvidar la llama… dándole la espalda al materialismo que está destruyendo el mundo y, lo que es peor, el alma del mundo.

Los sonidos que llevas tiempo tejiendo tienen mucho de mántrico, de liberación de la mente, de canciones que crean tupidos espacios al amparo de la fabulación. ¿Te consideras más un narrador de historias que otra cosa? 

Los aprendices de sufí purifican su alma repitiendo constantemente los nombres de los atributos divinos. Horas de recitación de lo sagrado, el dicker, en soledad o en compañía. La repetición constante ayuda a pacificar el corazón, despeja la mente, protege contra los demonios (los interiores, los peores) y tiene un sinfín de virtudes también desde un punto de vista sanitario, también fisiológico. Introduzco todo lo que he aprendido en mi tariqa o cofradía, siquiera de una manera simbólica, en las piezas del disco. A veces, es un detalle. En otras ocasiones, el dicker es el protagonista de la pieza. Son palabras o frases de carácter esotérico (esa palabra tan incomprendida por las masas) profundo que causan un hondo bienestar en el que lo canta y en el que lo escucha (cuando el que canta y el que escucha tienen puesta la atención en ello, claro). Tengo muchas anécdotas de una interminable ternura que tienen que ver con todo esto. Como el día en que se me acercó una señora, tras un concierto, que acababa de perder a su hijo, para explicarme que, durante el recital, no lo había olvidado, pero había dejado de sufrir al menos por una hora y media. O como aquel señor que, durante la velada, había experimentado un profundo bienestar de carácter emocional, a pesar de encontrarse en un pozo sin salida en su vida diaria. No hay ningún mérito propio. Las palabras y el dicker, en árabe clásico, funcionan por sí solos. A veces, se producen microéxtasis. Sólo ocurre en muy contadas ocasiones y, más que con el talento del artista (en mi caso, no en el de otros), tiene que ver, como ocurre en las músicas espirituales tradicionales, con la repetición constante de los nombres del Amado. Yo introduzco el dicker en la creación contemporánea. Introduzco lo espiritual en la vanguardia. Algo insólito tal como está el patio. Sin duda, es nuestro disco más oriental, también en un sentido guenoniano. “El caballo blanco y negro del día y de la noche atraviesa al galope…”. Nos despertamos llorando del sueño cuando un infinitamente pequeño haz de luz de lo invisible se hace visible en un momento inexplicable. Un instante de esos, de cinco segundos, vale toda una vida haciendo música. Eso no se aprende en las escuelas de música ni en los conservatorios. No proviene del intelecto, sino de la intuición y del corazón. No es mental. Yo llevo persiguiendo ese instante toda mi vida. A veces, creo haberlo visto…

Atendiendo a las necesidades en cada concierto echas mano de diferentes músicos para conformar tu trova. ¿La formación varía según qué necesidades? 

Mis músicos habituales son máquinas de belleza melódica, rítmica y armónica. Maia Kanaan, viola y voz. Jordi Ortega, coros y chelo. Robert Santamaría, kanun, santur persa, derbuka. El jovencísimo Teo Larosa, flautas. O la derviche Virginia Joëlle, que aporta una gran belleza con su danza. El sonido del kanun ayuda mucho a materializar esa etereidad mágica que persigo. No hablo de new age ni de nada parecido. Tampoco de música narcotizada trasnochada mezclada con libros de autoayuda y gurus de pacotilla. Hablo de la misma esencia de la música tradicional espiritual expresada con formas musicales que respetan el pasado pero que miran hacia el futuro. En realidad, es más difícil hablar de esto que hacerlo al tocar y al cantar. Cada concierto es un mundo. Cada formato, cada espacio, cada festival, requieren un formato ad hoc. Ahora bien, a veces, según las disponibilidades de cada cual, los presupuestos, el espacio, etc., también sabemos dar lo mejor con aquello de lo que disponemos. Ahora te explicaré una cosa del directo que puede servirle a algunos músicos para reflexionar. Hasta ahora, cuando había hecho conciertos en el mes de Ramadán, había roto el ayuno por temor a caer desmayado o así, habida cuenta de lo entregado que soy en cada recital. Pero desde hace dos años rompí el hábito y hemos dado ya varios conciertos conmigo y Wafir S. Gibril (cuando ha coincidido que estábamos juntos) en un estado muy bonito “bajo mínimos” tras un montón de horas de ayuno en días de mucho calor. He descubierto que, en lo artístico y en lo emocional, después de tantas horas de ayuno en días de canícula, uno no puede dar aquello que no es realmente esencial. Es decir, que, sin ningún combustible, y en tiempo de Ramadán, no hay lugar para el artificio, ni para el disimulo, ni para la hipérbole. Todo lo que sale es quintaesencial. No es posible más. El resultado es ir a la materia primera de la música. No hay engaño. No hay tablas. Sólo hay la savia. Ni tronco, ni hojas, ni flores. Sólo la savia… Es una experiencia bellísima que te enriquece a ti y al público que te escucha, incluso si no sabe que tú estás en ayuno. Los indígenas hacían ritos sacrificiales antes de salir a cazar. Esto sería algo paralelo.

 

Tu asociación con el sello Satélite K viene ya de lejos. ¿Es el sello que mejor entiende tu propuesta actual?

Te explicaré una anécdota. Cuando Claustrofobia dejó de existir, sentía que había que cerrar una etapa y pensé que sería bueno publicar un recopilatorio del grupo más alguna canción nueva. Como sabes, para un artista con una cierta trayectoria, se hace pesado buscar nuevos editores, mánagers, etc. Pero hay que hacerlo. No sabía dónde llamar. Al tuntún, marqué el teléfono de K Industria (su nombre de entonces) como podría haber marcado cualquier otro. Se puso el propio Enric Pedascoll, su director, al que, obviamente, entonces no conocía. Le dije: “Hola. Soy Pedro Burruezo. ¿Sabes quién soy?”. La voz que respondió dijo: “Hola, Pedro. ¡Qué placer escucharte! Soy fan tuyo desde hace muchos años. Estuve en tu concierto de la Galería Ciento en el 84 y todavía lo recuerdo. Fue total. Y luego he estado en otros. Dime lo que quieres hacer y lo hacemos. Así de fácil”. Como comprenderás, nunca más me he alejado de él. Este año, además, hemos tenido la fortuna de que el Departament de Cultura de la Generalitat nos ha concedido una subvención a este disco tan singular y estoy muy contento porque el editor no ha tenido que hacer una gran inversión de su bolsillo. Sólo he editado en todos estos años un disco en otra compañía, con Tormina Records (el sello finlandés de Lidia Damunt), que fue un disco producto de una banda sonora ya realizada para el cineasta Albert Serra y que al final no vio la luz en el filme pero que el director me regaló porque le gustaba mucho y porque quería dejarme contento a pesar de lo frustrante que fue todo. Y pensé que aquel disco tenía que salir con otro sello porque era un trabajo muy diferente. En fin, esa historia la conoces bien. Aparte de eso, Pedascoll y yo siempre hemos trabajado juntos. Es un buen hombre. A estas alturas, uno valora más eso que muchas otras cosas… Pedascoll no es que entienda o no mi música: es que me aprecia como artista y como persona, y yo a él. Eso es un tesoro. Y, por ello, valora todo lo que hago. Más que la fidelidad al estilo del romanticismo bobalicón, lo que me interesa es la lealtad. La lealtad es bella.

¿Qué queda del Pedro Burruezo de aquellos míticos Claustrofobia? Conociéndote un poco sé que la nostalgia no es un factor que te influya…

Pues ahora te voy a sorprender. Pedascoll y yo, precisamente, tenemos un nuevo proyecto entre manos para 2021. Los seguidores y críticos que han seguido de cerca mi trabajo desde los 80 hasta nuestros días… coinciden en que, realmente, las formas no han cambiado tanto como podría parecer, aunque sí ha cambiado el contenido de las canciones. Y tienen razón, mucha razón. Así que, si Dios quiere, en el 2021 publicaremos un vinilo con, por un lado, en una cara, cinco canciones de Claustrofobia históricas, una de cada disco. Y, en el otro lado, en otra cara, cinco canciones inéditas de la Nur Camerata. Y el que escuche seguidas las dos caras podrá darse cuenta de eso que comentaba al principio. Sí, han cambiado algunas cosas, pero no son tan radicales. Hay una evolución en el continente muy natural. Y, en el contenido, está la misma rabia, pero expresada hacia el interior, en vez de al exterior. Un disco que explicará mi historia y, al mismo tiempo, la de mucha gente…

Próximos conciertos

Domingo, 9 de febrero. BarnaSants. Auditori Barradas de L’Hospitalet. Amb Rafel Arnal. Mística i erótica, la revolució infinita

Sábado 29 de febrero. A Coruña. “Al Andalus S. XXI”

Viernes 13 de març. El Vendrell. Con la actriz Marta Millà.

Domingo 12 abril. Sant Feliu de Guíxols. Monestir. “Al Andalus S. XXI”

Principios de octubre. Laraix. Marruecos. “Al Andalus S. XXI”

Viernes 6 de novembre. Casa de Cultura de Girona. “Al Andalus S. XXI”

Otras actuaciones confirmadas que no especifico para no aburrir: Lorca, Madrid, Huesca, Caldes d’Estrach, Museu de les Cultures del Món de Barcelona, Tarragona, etc.

 

 

 

 

 

 

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