Gorillaz – Song Machine: Season One (Warner)
Pienso que la vida debería ser algo más que un ejercicio de fugacidad, risas enlatadas y ansiedad. Da miedo este mundo hermético en el que vivimos, donde sentimos hacia dentro y sonreímos hacia afuera. Un mundo impasible y escalofriante; y más en este año, donde todavía, en nuestras cabezas, sobrevuela esa idea de que sentir y, sobre todo, temer, nos hace débiles. Son muchas las cosas de las que me gustaría hablar y pocos los caracteres para hacerlo. Miro hacia el pasado e intento pensar en el futuro, pero no puedo olvidar lo que pasa una vez salgo de mi casa. Enciendo la televisión y me convierto en un boxeador que solo quiere tirar la toalla, pero todavía aguanta en el ring. Los puñetazos van llegando y ni siquiera sé en qué dirección. Primer golpe: ¿Cuándo nos convertimos en simples números? Segundo golpe: ¿Cuándo la ciencia se convirtió en religión? Tercer golpe: ¿Cuándo hemos dado la espalda a la cultura? Y así, uno tras otro. Tirado en la lona me doy cuenta de que de nuevo he perdido el combate. Este presente me ha vuelto a ganar. Aun así, me quedan algunas fuerzas para seguir resistiendo. Enciendo mi tocadiscos y me curo las heridas. Y es ahí cuando vuelvo a sentir la posibilidad de un mundo que no fue, mientras reproduzco el nuevo disco de Gorillaz. Las primeras melodías hacen su efecto. Suena “Strange timez”, un tema electro pop. Subo el volumen y apago el mundo. Y la voz de Damon Albarn junto con Robert Smith dicen: «Dando vueltas hasta que salga el sol, te he escuchado, tiempos extraños para ver la luz». Tiempos extraños para estar vivo. Me siento aliviado, no soy el único que lo piensa. Lo mismo es cierta aquella frase que dice que los locos son ellos. Los locos son los cuerdos.
Sería fácil recopilar todas las críticas que he leído de Song Machine: Season One – Strange Timez, pero no tendría ningún sentido ni significado si se ignora la experiencia afectiva que provoca escuchar sus canciones. Gorillaz, en este nuevo disco, nos presenta un trabajo reflexivo y maduro. Como en toda su discografía, Damon se ha nutrido del contexto presentándonos un disco que en sí es una combinación de diferentes elementos que han estado presentes a lo largo de su trayectoria, desde un factor experimental a otros más basados en el marketing. Solo el nombre ya es una promesa de que va a haber más.
Este séptimo álbum es un proyecto que nace del germen de un trabajo cancelado llamado Carousel, que a su vez posibilitó Plastic Beach (2010); dónde Murdoc, y el resto de los miembros animados del grupo, actúan como anfitriones en estos tiempos extraños. Un disco que nace de la unión de diferentes canciones independientes que nos iban presentando mensualmente, compuestas y publicadas durante la pandemia. Este es uno de los motivos por el que, quizá, nos cueste ver una cohesión final como disco. Aun así, también posibilita que cada canción cree una atmósfera propia mezclando multitud de géneros y estilos, donde participan más de dos docenas de artistas repartidos en once temas, en la versión estándar, y, diecisiete, en la versión Deluxe. Un disco donde la inmensa mayoría de las críticas han puesto la mirada en los estilos recreados y en los artistas que han participado olvidando lo más importante, sus letras. Feroces críticas que arremeten contra todo.
El tocadiscos sigue girando. Es el turno de “The Valley of the Pagans”, donde participa el artista Beck. Mediante ritmos en bucle y estribillos pegadizos nos presenta este tema que arremete contra la falsa imagen de las redes sociales, la sonrisa de plástico y la peligrosa adición de decir que siempre estás bien. Que gran sentido cobra en nuestra vida el mito de Narciso, aunque, en esta ocasión, lo que tenemos son espejos en el bolsillo. Ella es una cleopatra de plástico en un trono de hielo, una hemofílica con una vida de una batería que se muere (…) En el valle donde te despiertas cada hermoso día y donde el mundo que creaste en tu imagen es de oro. Un valle hecho de espejos. El siguiente tema, en el que participa Leee John, titulado “The lost Chord”, bajan el ritmo y nos adentra en un sonido ambient donde predomina la instrumentación analógica. El sonido de un piano nos sirve para realizarnos un análisis introspectivo donde intentamos encontrar nuestro propio camino, pero el de verdad, no el que nos imponen y nos autoimponemos. Quiero ser libre, rompe esas cadenas que te atan termina replicando la canción.
Es el turno de “PAC -MAN”, una de las canciones más interesantes de todo el álbum. Donde empieza con un sonido cinético, va evolucionando a lo largo de toda la canción hasta llegar a la intervención del rapero ScHoolboy Q. Y de nuevo, la crítica se hace patente, esta vez hacia el estrés de nuestras vidas, a vivir de forma nivelada o a la falta de oportunidades. Y es que no hay canción que no nos sorprenda, desde ritmos animados como “Chalk Tablet Towers”, pero que lejos de ellos, es un tema doloroso sobre como la depresión lleva al abuso de las drogas como forma de escapar de este presente. Otras tratan el amor como elemento de salvación, ya sea mediante un sonido al más puro estilo New Order en el que participan artistas como 2-D, Georgia o Peter Hook como es el caso de “Aries”, o con aires herederos del dancehall gracias a la participación de Octovian como es “Friday 13th”.
Al igual que ocurrió en el nuevo disco de Disclosure, hay dos invitados que también marcan la diferencia y que además configuran dos de las mejores canciones de este álbum. Por un lado, Slowthai, y por el otro, Fatoumata Diawara. El primero en la canción “Momentary Bliss”, uno de los primeros temas que conocemos de este proyecto, funcionando como corte del disco estándar. Un tema que se recrea en el hip hop en furiosas guitarras de punk gracias a Slaves y además nos sorprende con un estilo muy ligado al 2Tone de Ska. El otro tema es “Désolé”, un tema escrito en inglés, francés y bambara. Mediante un estilo rico y variado que va desde la bossa nova a un pop memorable, con reminiscencias vintage y un amplio equipo de metales. Aunque la canción más conocida de este nuevo disco es “The Pink Phantom”, un tema donde se unen Elton John y el rapero 6LACK, capaces de romper las fronteras que solo la música puede superar. Una canción que al principio parece descabellada, y, según la escuchas, te das cuenta de que ese extraño dueto funciona. La gran metáfora de lo que es Gorillaz.
Abstracción, miedo, vacío y ruido. Un año complicado y difícil. Donde la música nos ha ayudado a superarlo. Song Machine: Season One – Strange Timez es un álbum de disfrute rápido y escucha lenta. Un disco personal, crítico, extravagante y autentico, donde nos hace reflexionar y también bailar. No sabría deciros cómo saldremos de esta, la verdad, pero una cosa sí la tengo clara y es que no voy a dejar a nadie atrás. Porque en el colectivo reside la fuerza, sino que le pregunten a Gorillaz.
Escucha Gorillaz – Song Machine: Season One – Strange Timez
Gran disco y estupendo artículo.