Conciertos

Ken Stringfellow + White Flag – Playa Club (A Coruña)

Un poco tarde pero bueno, conviene distanciarse un tanto de tus iconos adolescentes para abordar un relato con un mínimo de coherencia.

Medio lleno (o medio vacío, según se mire) estaba la Discoteca Playa Club para ver a Ken Strinfellow (ex Posies como todos sabréis) y los ya míticos White Flag, grupo de culto del punk rock americano de los 80 y 90 (por qué no decirlo)…

Desde luego que nadie que se haya acercado al Playa Club ese día quedaría indiferente ante lo que se vio allí, una autentica fiesta, con más entusiasmo que profesionalidad, pero que narices, a veces los conciertos se viven , no se escuchan.

Salió Stringfellow en plan songwriter americano como telonero, pero en el momento que vio que el público pasaba un poco del tema y ante su inminente borrachera (ver para creer), pronto se cameló al público a base de bien.

Subió a una chica y le tocó un tema de amor, bajó varias veces con el público y cantó a diestro y siniestro con el que quisiera (una amiga mía quedo encantada de que le entonara al oído), tocó versiones y algún tema de su Lp en solitario, que, por supuesto sonó diez veces peor, y resolvió la papeleta con algún tema meritorio pero, sobre todo, con mucha diversión y cara dura.

Lo realmente bueno (y punk) fue lo que vino después, Stringfellow se puso al bajo y….ladies and gentlemen….¡White Flag!.

Cuando todo iba a comenzar la explosión de sonido, con un Pat Fear un poco más rellenito de lo que yo recordaba; Javier Escobedo, exquisitamente vestido
y todo profesionalidad; y Ken Stringfellow, (ahora sí), irremediablemente borracho ,….la guitarra de Pat no suena.

¿Solución?. Montarla, liarla,… como lo queráis decir.

Y así fue, hubo para todos (la guitarra no se arregló hasta el final), los temas ya clásicos del grupo, infinidad de cameos, desde los Posies hasta Stooges, Nirvana, The Velvet Underground, todo perfectamente llevado a su terreno y con un desmadre generalizado (no hacían más que pedir al público que se pegase a primera fila) que causó estragos.

Tocaron sentados, de rodillas, tumbados sobre el escenario, Stringfellow se bajó los pantalones en múltiples ocasiones (llegó hasta a pedir heroína al público), fumaron con el público, en definitiva vivieron el concierto con nosotros. Algo muy de agradecer ante el creciente endiosamiento que parecen sufrir grupos que no tienen ni la mitad de tablas y actitud que tiene esta gente. De la vieja escuela, como diría alguno.

Tan de la vieja escuela que, a pesar del arranque de euforia, la profesionalidad pesa, y mientras Ken se dedicaba a hacer el hooligan (alguien me dijo a la salida, con toda la razón que parecía un niño pijo desvariando junto a autenticas leyendas), a Escobedo se le notaba sensiblemente mosqueado, su batería, capeó el temporal como pudo, y Pat puso el espíritu punk que siempre ha tenido a disposición del público, así el desaguisado no fue tal y salimos más contentos de lo que entramos, que de eso se trata.

Musicalmente: obviable. Pero lo que esta claro es que el que tuvo, retuvo, y de que manera.

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