Miguel Zanón os presenta Mundialmente Desconocido

Hace un par de meses te hablábamos en nuestra sección 7 Minutos al Día de Juan Zarppa y Los Hombres Tristes, un nuevo proyecto de Miguel Zanón que ya había publicado otros discos, como Juan Zarppa a secas, en la última década.  Su disco, Manifiesto Daltónico, se encontraba en aquel momento solo disponible en su página de Bandcamp.

Casi al mismo tiempo que nos hacíamos eco de este nuevo proyecto de Miguel Zanón, el propio músico se encontraba preparando ya un nuevo disco, una creación que en este caso, como en tantos otros en los últimos meses, es fruto del periodo de confinamiento. Lógicamente, en estas circunstancias el álbum fue grabado totalmente en solitario sin ninguna ayuda exterior, con lo que Miguel ha optado por lanzarlo, por primera vez, con su verdadero nombre.

El disco se llama Mundialmente Desconocido, y contiene diez canciones que, a pesar de la situación, ofrecen un acabado interesante impulsado por unos inteligentes arreglos y unas letras igualmente llamativas.  Así pues, este primer trabajo de Zanón a su nombre va algo más allá de la típica grabación casera y se presenta como un álbum que trasciende la anécdota de las muchas grabaciones similares que han visto la luz en estos tiempos.

Damos la palabra al propio Miguel Zanón para que explique, de una manera divertida y sincera, la génesis de este disco.

Mi primer impulso, después del discurso presidencial del 12 de marzo y el inminente cerrojazo, fue valorar qué posibilidades tenía de disfrutar de luz natural, por lo menos una vez al día, en todo lo que durara la crisis vírica. Recordé que en el bloque donde resido hay un terrado donde antiguamente teníamos acceso. Pregunté en casa por la existencia de la llave y me dijeron que, después de una fiesta furtiva de Álvaro (antiguo compañero de piso), el vecindario nos la vetó. Intenté hablar con el presidente de escalera, pero asustado, en primer lugar por mi aspecto físico (desaliñado y tras varios días sin ducharme) y después de una serie de estornudos que se me escaparon sin remedio en el rellano de su casa (siempre me da por estornudar cuando me enfrento a situaciones comprometidas), no se digno a abrirme la puerta. Descarté pues el terrado como lugar de mis operaciones confinativas, sin saber que los terrados en estos días extraños se erigirían como el centro de la mayoría de actividades culturales y deportivas de un país sin cultura y donde al deporte llaman fútbol.

Volví a valorar la situación y por descarte, si quería disfrutar de un poco luz natural, solo me quedaba el pequeño balcón del piso. El bloque donde vivo está enfrentado, como en la mayoría de las ciudades, a otros bloques que cuentan también con pequeños balcones. Mi primer intento, y último, la sensación fue intimidatoria. Me encontraba cara a cara con todos los habitantes de las casas enfrentadas a la mía intentando realizar toda clase de actividades inimaginables en esos pequeños espacios de un metro cuadrado. En algunos se bailaba, en otros se aplaudía, en unos pocos se intentaba hacer sonar instrumentos musicales de lo más diversos abandonados a su suerte durante años y en muchos se hacían tablas de gimnasia sueca. En la mayoría se fumaba. Mucho. Por suerte los estancos ha sido el único establecimiento sagrado y respetado en todo este asunto tan extraño. Contrariado y con la idea de no reencarnarme en James Stewart y acabar viendo un asesinato inexistente, cerré el balcón y busqué la habitación más aislada de la casa para proteger mi intimidad, mutilando así mi instinto chafardero.

Y solo allí, bajo una sensación real de confinamiento, de encierro, de destierro, de exilio, de extrañamiento, de incomunicación, de ostracismo, de posposición, de presidio y de relegación, se me ocurrió componer canciones. Estas canciones. Si alguien busca consuelo espiritual en ellas, descubrir mi posición política, saber
soy un conspiranoico o un hipocondríaco, si compro el Pais o el ABC, creo que errará el tiro. Ya hablé de Orwell, del sistema capitalista y de mierdas así en otros discos y creo que repetirme, a parte de aburrido, no llega a ningún lado. Siempre he intentado obviar la coyuntura más evidente en mis composiciones (con más
o menos suerte) y creo que este trabajo es un ejemplo más. También advierto que se han suprimido solos de guitarra, compases extraños, partes innecesarias y colaboraciones con otros músicos. Solo encontraréis una voz, una guitarra y alguna herramienta informática que ayuda a digerir el plato. That’s all!

Y por cierto, aun no entiendo porque tuve el impulso de buscar la luz natural cuando llevo 30 años huyendo de ella.

 

Y tras las presentaciones, a continuación puedes escuchar a Miguel Zanón y su Mundialmente Desconocido en Spotify.

 

 

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