Mishima – L´ànsia que cura (Warner)

Casi 15 años cumple ya la banda de poetas –David Carabén, Marc Lloret, Dani Vega, Xavi Caparrós y Alfons Serra–  con nombre de poeta –Mishima– y parece que su esencia, sea lo que sea que quiera decir eso, se mantiene y mejora, como el buen vino. Los antaño angloparlantes y ahora constructores de los techos más altos cuanto a letras en catalán se refiere , han hecho dos viajes para sacar a la luz L´ànsia que cura: uno, en el plano físico, a Francia; otro, en el abstracto, a Italia.

Hasta la francesa Anjou se ha ido el grupo para grabar este álbum medio aconsejados por Dominique A, fans como son de la chanson. La producción firmada por Peter Deimel es un intento por aportar al álbum el sonido de sus directos, de desnudarlo, dicen: la verdad es que consiguen un minimalismo -que no sencilleza- que contrasta bastante con sus anteriores trabajos.

Tengo que reconocer que mi primera reacción fue «oh». Oh, echo de menos el último álbum. Oh, aquí no hay ninguna epicidad digna de «La Última Ressaca» o «El camí més llarg» ni equivalente alguno a «Ossos dins una caixa». Pues bien, tan brillantes como las primeras resultan el single «Mentre floreixen les flors» y «Llepar-te». Pero claro, esto ya me había pasado con L´amor Feliç mirando hacia Ordre i Aventura, y tiempo después mi opinión cambió, así que le dediqué tiempo. Y se produjo el mismo fenómeno: tras varias escuchas, L´ànsia que cura desvela pequeñas emanaciones de belleza por todos sitios. No diré elitista porque su éxito me contradeciría, pero contiene algunas de las canciones más literarias de la banda: como cualquier texto que se precie, no se acerca uno a su completo significado sin degustarlo con paciencia.

Por segundo viaje entiendo el que ha llevado a Mishima de la mano por el mediterráneo en la construcción de estos nuevos temas. Asentando su capital en la italiana isla de Lampedusa durante «Mentre floreixen les flors» -recordando suponemos el reciente desastre allí ocurrido; que no se dediquen a la canción protesta no significa que no les preocupe la sociedad, y es que si la política cambia el mundo a corto plazo, el arte tiene la verdadera capacidad de transformarlo-, David ha sumado a su amplia lista de referentes culturales -de Rilke a Dreyer- Dante y las posteriores referencias renacentistas al paraíso, tema sobre el que gira el álbum; y, quizás en parte como consecuencia de este intento de mostrar la piel del grupo, ha plasmado también una mediterraniedad más evidente que en ocasiones pasadas. «El corredor», sin ir más lejos, se constituye como homenaje al territorio, al público, y a la banda misma.

Decía antes que en un primer momento no había encontrado la epicidad de «La última ressaca» o «El camí més llarg» ni equivalente alguno a «Ossos dins una caixa. Pues bien, tan brillantes como las primeras resultan el single floreixen les flors» i «Llepar-te», y el tono escéptico-humorístico de la tercera es relevado por «Els vells hippies». De nuevo demostrando su amor por el formato álbum como conjunto, es este quizás el más conscientemente tejido de Mishima: una entrada cantando sobre el empuje no palpable a avanzar («La brisa») y una salida hablando sobre un cambio ya sufrido («L´element del paisatge»), con una destacable caída formada por las más oscuras «Ja no tanca els ulls», «Despertar amb caiguda» -¿quién dijo que no queda sitio para los intermedios instrumentales?- y «Aquí hi va un do». Dicen ellos «potser ja no som els mateixos, o algun element del paisatge ha canviat«: son los mismos de siempre, pero distintos.

 

 

 

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