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Pajaro Sunrise – W (Lovemonk)

Yuri Méndez, el cerebro y todo el cuerpo de Pajaro Sunrise, debe ser un tipo de una cuerda especial. Si repasamos su biografía, su carrera está llena de baches de los que ha sabido reponerse una y otra vez: disoluciones de bandas que se vuelven a formar y se vuelven a disolver, accidentes que lo dejan fuera de circulación en plena promoción, rupturas sentimentales… Dirán algunos que eso es la vida, y es verdad, pero hay que ser de una pasta fuera de lo normal para insistir una y otra vez haciendo lo que a uno le apasiona a pesar de las adversidades. Pero si algo distingue las canciones de Pajaro Sunrise, o de Yuri Méndez que es lo mismo, es que las cosas se toman siempre con un particular sentido del humor que convierte su música en un melancólico disfrute.

Para este nuevo álbum, W (Lovemonk, 2018), Pajaro Sunrise cambia de rumbo y se acerca a la electrónica. En realidad lo hace a medias, puesto que justamente es medio disco el que está soportado por sonidos sintéticos; el otro medio nos devuelve al Pajaro Sunrise que conocíamos por anteriores trabajos: el del folk introspectivo no exento de arreglos preciosistas, el pop taciturno pero sin cerrar las puertas al optimismo, las canciones de persianas bajadas pero no lo suficiente para que no entre algún travieso rayo de sol.

Las cinco primeras canciones son descaradamente electrónicas, sin reparos. Desde las cálidas atmósferas de «Now everything makes sense» o la melancólica «Home», pasando por el pop de juguete de «Echoing bells» y la sintética belleza de «What’s there and what’s not there» hasta el desafiante ingreso en el negociado de las pistas de baile con «Leave the rubbish out», un rompepistas que jamás diríamos que ha salido del mismo tipo que es capaz de crear maravillas de folk florido como las que ocupan la segunda parte del álbum. El cambio a partir de  la maravillosa «Trembling stars» es total, ni mejor ni peor, simplemente muy diferente. Es otra liga, la del folk refinado, los arreglos delicados, las letras agridulces, la voz aparentemente doblada hasta el punto de recordar a Simon and Garfunkel («Thirty-one»), el suave aroma campestre («Strangers») y el suave final con «If I could choose». Como una cebolla a la que se le van quitando capas, el disco parece ir despojándose de su revestimiento hasta quedarse casi desnudo en este espléndido final con Yuri y su guitarra cantando a un amor desaparecido al que se sigue esperando a pesar de todo. 

Una pena que los días no tengan 48 horas y las semanas 14 días para poder escuchar a tiempo todo lo que se publica. Una pena también que las listas de lo mejor del año salgan siempre con prisas y con el toro a un palmo de tus posaderas mientras te preguntas qué disco falta, cuál no has escuchado, qué joya te habrás perdido y luego te arrepentirás de no haber votado. Bueno, aquí tenéis la respuesta.

Escucha Pajaro Sunrise – W

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