Philip Glass Ensemble (Noches del Botánico) Madrid 26/06/24
En una tarde líquida, como tantas otras al comienzo de este verano en la capital, el minimalismo se apoderó del recinto del Jardín Botánico de la Universidad Complutense de Madrid. El miércoles 26 de junio, el ciclo Las Noches del Botánico se vistió de gala para deleitarse con las envolventes melodías, cuya repetición infinita y sutiles cambios capturan la esencia del minimalismo, que tanto marcaron la música clásica de los ochenta. El sonido de Philip Glass envolvió a todos los asistentes bajo una aura mística, difícil de definir con palabras, más aun considerando que el propio compositor estadounidense no pudo estar presente en esta ocasión.
Con 87 años, Glass ha dejado la interpretación de sus obras en manos del Philip Glass Ensemble, la formación que él mismo fundó en 1968. Dirigidos magistralmente por Michael Riesman, transmiten a la perfección la esencia que tantas personas encuentran en álbumes como Glassworks. Esta elección no es casual: Riesman ha sido el pianista desde la publicación del primer movimiento, «Opening», en 1982.
El concierto se desarrolló en el Jardín Botánico, con menos público del habitual, pero la noche fue perfecta en todos los sentidos. El respeto de los asistentes fue crucial durante los 120 minutos que duró el espectáculo, dividido en dos actos con un intermedio de veinte minutos. A las 22:00 horas, los miembros del Philip Glass Ensemble salieron al escenario entre una lluvia de aplausos. Sentados en semicírculo perfecto, con el equipo de viento madera resguardando la parte trasera junto a la compositora y corista Lisa Bielawa. La disposición era impecable. A la izquierda, Riesman al piano; a la derecha, los sintetizadores de Dan Bora; y en el centro, un subwoofer cuadrado de más de un metro, cuya presencia fue una delicia cada vez que entraba en acción, especialmente en la parte central del primer acto. Todo esto se potenció con el magnífico sonido característico de este ciclo de conciertos, logrando un resultado excelente en todos los sentidos.
El primer acto, con una duración de unos cuarenta y cinco minutos, consistió íntegramente en las composiciones del álbum Glassworks. Tras el impresionante «Opening», y prolongando la última nota, llegó «Floe», donde la sección de viento entró por primera vez en el concierto, creando un ritmo contagioso y agresivo gracias a la fusión de agudos de los sintetizadores y órganos con el potente sonido del subwoofer. La calidad del sonido era tal que resultaba imposible no sentir un escalofrío.
Después de esta composición, llegó «Islands», que generó un ambiente más tranquilo con sus variaciones tonales. Cabe destacar el impresionante aporte coral de Lisa Bielawa durante todo el espectáculo, que mejoró indudablemente cada pieza. «Rubrick» retomó el carácter agresivo de «Floe», mientras que «Façades» evocó la serenidad de «Islands». Este último tema, originalmente concebido para la banda sonora del documental de 1982 Koyaanisqatsi, encontró su lugar definitivo en Glassworks. El disco, al igual que esta primera parte del concierto, se cerró con «Closing», retomando elementos de «Opening» e incorporando todos los instrumentos.
El segundo acto, con una duración de unos cincuenta minutos, fue una mezcla de composiciones de diferentes óperas de Philip Glass, el 75% pertenecientes a lo que se conoce como «Trilogía de los Retratos». Estas óperas están influenciadas por la vida de figuras históricas que marcaron un cambio significativo en sus respectivas épocas, como Akenatón en la religión, Einstein en la ciencia y Gandhi en la política.
La primera composición presentada fue «Confrontation and Rescue (Act II, escena 1)» de su ópera Satyagraha de 1983, basada en Gandhi. La segunda fue «Funeral of Amenhotep III (Act I, escena I)» de su ópera Akhnaten de 1984.
Luego de esta parte, presentaron el tercer acto de la obra The Photographer de 1982, basada en la vida del fotógrafo del siglo XIX Eadweard Muybridge y su juicio por homicidio. Esta fue la composición más extensa del concierto, con una duración de aproximadamente veinte minutos. La última pieza interpretada fue parte de su obra Einstein on the Beach (1976), la primera ópera de la trilogía de los retratos y un punto de inflexión en la carrera de Philip Glass. Específicamente, se interpretó «Spaceship» (Act IV, escena III).
Hace años que su música entró en mi vida y, desde entonces, no ha dejado de acompañarme. Es raro que pase una semana sin que alguno de sus álbumes principales suene en mis auriculares, ya sea su ópera experimental Einstein on the Beach (1976) o su más reciente trabajo Philip Glass Solo, publicado en enero de 2024, donde revisita algunas de sus obras más famosas para teclado, grabadas en casa en 2021 durante la suspensión de los conciertos, como parte de su práctica diaria.
Al igual que para muchas otras personas, Glass fue mi puerta de entrada a un mundo tan mágico como inabarcable. Aunque está lleno de infinitas normas melódicas, rítmicas y armónicas, cuyo conocimiento me alegra profundamente no conocer, su música tiene esa maravillosa capacidad de erizar la piel y llevarme a lugares donde nunca he estado. En directo, superó todas mis expectativas, ofreciendo una experiencia infinitamente mejor de lo que jamás habría imaginado, incluso sin la presencia física del compositor estadounidense.
Fotos: Philip Glass Ensamble: Víctor Moreno (Noches del Botánico)