Prince – Sign O’ The Times: desgranando su Super Deluxe edition

En 1986, Prince se sentaba en la cima del mundo. Tenía una nueva película en los cines, Under The Cherry Moon, un disco magnífico que hacía las veces de BSO, Parade, una banda para llevar de gira sus canciones, The Revolution, y estaba comprometido con la que él consideraba la mujer de su vida: Susannah Melvoin, hermana melliza de Wendy, la guitarrista de The Revolution.

Sin embargo, todo ese castillo de naipes se irá desmoronando a medida que avance el año, carta a carta. La película será vilipendiada por la crítica, el álbum certifica con sus escasas ventas en EEUU que su autor ya no es el niño mimado del público de su país (a diferencia de en Europa, en que su éxito asciende) y su banda, a la que él había dado más protagonismo del que realmente quería, ha acabado siendo un estorbo del que se quiere deshacer. De hecho, lo haría al final de la gira de presentación de Parade, lo cual arrastró consigo, por si fuera poco, su relación con Susannah, a la cual ella dio carpetazo, dejándole bastante maltrecho.

Sin embargo, la creatividad del genio de Minneapolis no conocía límites y toda esta adversidad sólo sirvió para enfrascarle más en su trabajo y convertirle en un hervidero de proyectos. Aunque Paisley Park, su particular parque de atracciones musical, aún no estaba completamente acabado, Prince ya contaba con un señor estudio en su casa, listo con creces para grabar y grabar sin descanso, que es básicamente lo que quería. Así, junto al disco que había proyectado para hacer con The Revolution, en work in progress desde 1982, que iba a ser doble y llevaría por nombre Dream Factory, se juntó una especie de gamberrada urdida bajo su alter-ego perverso, Camille, que al final se fusionaría con Dream Factory en un proyecto mastodóntico de triple álbum llamado Crystal Ball, a todo lo cual uniría un poco definido proyecto de musical denominado The Dawn.

 

Evidentemente, la presentación de todas esas ideas abrumó a Warner, su discográfica, de tal modo, que puso sus condiciones: podría hacer como máximo un álbum doble, como lo había sido ya 1999 años antes. Eso, evidentemente, cabreó mucho a un Prince acostumbrado a salirse siempre con la suya y empezó a deteriorar sus relaciones con el sello, pugna que llegaría a su punto álgido pocos años después, con las famosas apariciones en público del músico con la palabra “slave” escrita en su mejilla.

Así pues, Prince contaba con una cantidad ingente de material que debía condensar en tan sólo dos discos. Si miramos el listado más definitivo de canciones de lo que se conoce que iba a ser Dream Factory, o su mix con el proyecto Camille para convertirlo en Crystal Ball, vemos que es bastante parecido, en versión extendida, con respecto a lo que terminó siendo Sign O The Times (Warner), con ciertos matices, que hicieron de éste el álbum poliédrico, monumentalmente variado y trascendental que acabó siendo. Pese a que en un principio muchas de estas canciones estuvieron basadas en su ruptura con Susannah, eso al final pasó a un segundo plano y la temática acabó siendo extraordinariamente variada, explorando argumentos tales como el SIDA, la religión, la sexualidad o diversas preocupaciones sociales que nunca antes parecían haber asomado por la música de Prince.

Cuando el álbum salió a la venta, obviamente, deslumbró a la crítica, que lo encumbró rápidamente a la categoría de clásico. Y es que, lo quisiera o no Prince, la exigencia de su discográfica de concreción de ideas le había obligado a sintetizar una enorme cantidad de trabajo y su elección y descarte, además, fue acertada. No faltaba ni sobraba nada. Desde la trascendentalidad de la canción titular, que parecía aproximarle al Marvin Gaye de What’s Going On en términos de canción-protesta, hasta los acercamientos al funk y al hip hop más atrevidos de su carrera (“Housequake”, “It’s gonna be a beautiful night”), hasta algunas de sus dianas más pop como “Starfish and coffee”, “You got the look” o rock, como “I could never take the place of your man” o la espiritual “The cross”, con su épico crescendo psicodélico, el disco puede perfectamente situarse junto a los otros grandes dobles de la historia (el blanco de The Beatles, Blonde On Blonde, Electric Ladyland…) en cuanto a muestra de una variedad estilística que le hace candidato a eterno manual de aprendizaje de los diferentes lugares a donde nos puede llevar la música moderna si uno se aventura hacia su interior.

 

Semejante mastodonte, por supuesto, es difícil de superar y claro, a partir de ahí todo fue en descenso. Ni Lovesexy ni ninguno de los muchos discos que le sucedieron lograron igualar la bestialidad de esta cima de la música pop y rock que es Sign O The Times. Y por supuesto, de todo ello siempre ha surgido una gran pregunta: ¿Estaba todo lo que se guardó Prince en un cajón a la misma altura que lo editado en este álbum?

La respuesta a esa pregunta, el vacío que no han conseguido llenar ninguno de los muchos discos pirata que han contenido una gran cantidad de grabaciones inéditas de la época, pero nunca su totalidad, es lo que viene a dar esta monstruosa reedición, sobre todo en su versión super deluxe, que aparece ahora. Uno de esos muchos tesoros que la liberación de material que ha supuesto el fallecimiento del artista, siempre tan reticente a vivir de su pasado, está trayendo a las tiendas, para mayor enriquecimiento de su familia y vitoreo de los fans.

El contenido de esta edición de 8 cds o 13 vinilos, ambas con DVD adicional con un directo en Paisley Park en la nochevieja de 1987, versa, en primer lugar de las grabaciones originales, los dos discos oficiales, debidamente remasterizados, así como las caras b de los singles, de las que destacan las ya conocidas “La, la, la, he, he, hee” y “Shockadelica”. A partir del cuarto cd o quinto lp, ya nos metemos en harina: un total de 45 canciones rescatadas de las “criptas” de los estudios de Prince y convenientemente restauradas para que no desentonen, al menos en cuanto a sonido, con las míticas grabaciones del disco original.

 

Obviamente, difícil sería que todo igualara a las 16 canciones que tan bien escogidas y ensambladas componían el doble de 1987, pero además, vemos claramente que Prince hizo muy bien en dejar la mayor parte de este material durmiendo el sueño de los justos, pues en el grueso se compone de esbozos, curiosidades o travesuras que en absoluto tienen posibilidad de comparación con la obra maestra de referencia. Es complicado, de hecho, encontrar material que se acerque, aunque lo hay: empezando por una interesante lectura de 1979 de la magnífica “I could never take the place of your man” que curiosamente la aproxima bastante a aquél “When you were mine” que Prince incluyó en Dirty Mind (1980).

Junto a esto, y desechando esforzados pero estériles ejercicios de jazz, incluso con la participación del gigante Miles Davis (“Can I play with you?”), jams interminables de funk abrasivo (los casi trece minutos de “Soul psychodelicide”), intrascendentes miniaturas instrumentales, versiones alternativas poco reveladoras de algunas de las canciones originales o incluso alguna grabada al revés, obviamente en 45 temas podemos encontrar algo de plata o incluso oro, aunque haya que escarbar.

De este modo, nos topamos con maravillosos alardes de sofisticación pop como “Teacher teacher”, cuya grabación data de 1985, o “Promise to be true”, miniaturas barrocas como “A place in heaven”, alguna que otra reinvención del blues a la manera de Prince como la tremenda“Train”, golosinas de soul psicodélico como “Eggplant” o “Everybody want what they don’t got”, aguerridas exhibiciones guitarreras como “Cosmic day”, números funk con gancho como “Jealous girl” -que, algo más pulida, hubiera podido ser un gran single – o algún que otro arrebato romántico como la magistral “Wally”.

 

Para acabar, por si fuera poco, los dos últimos discos contienen un hirviente concierto en Utrecht, con un irresistible setlist compuesto de una generosa selección de éxitos y muchas de las canciones del doble, un documento que hace más deliciosa, si cabe, la adquisición de este excesivo artefacto para los numerosos fans acérrimos del pequeño y llorado genio de Minneapolis. Porque si algo está claro aquí es que estamos ante otro rasca-bolsillos para fanáticos que no aporta tanto como promete a la discografía de un artista que ya en vida fue especialmente prolífico en materia de edición de música. Ahora tenemos, sencillamente, mucha más, aunque eso sí, perteneciente a un período de estado de gracia de uno de los músicos más brillantes que el mundo haya dado, lo cual le otorga un componente de valor histórico que tampoco podemos ignorar. Sólo por el tremendo directo que incluye (y otro grabado, como decíamos, en la nochevieja de 1987 en Paisley Park que aparece en el DVD que incluyen tanto la versión vinilo como la del cd), así como varias de las canciones inéditas, de las cuales fácilmente podríamos sacar una playlist de 10 ó 12 que daría forma a un más que decente lp, ya constituye una alegría para el oyente medio, dado que el streaming permite disfrutar de este contenido sin tener que desembolsar la animalada que piden por el producto físico. Pero no se preocupen, seguro que los irredentos de Prince harán que no dure mucho en las tiendas y se descatalogue rapidísimo. Y es que hay que ver lo mucho que se le puede llegar a añorar.

Nuestro Sign O The Times, alternativo

 

 

6 comentarios en «Prince – Sign O’ The Times: desgranando su Super Deluxe edition»

  • el 30 septiembre, 2020 a las 10:51 am
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    Redescubriendo a Prince. Debo decir que, pese a las alabanzas del mismísimo David Bowie, el de Minneapolis nunca me sedujo en los 80´s. Around the World in a Day era el único álbum que me llevó a las tiendas de disco, quizás por el tema Paisley Park (realmente hermoso). Purple Rain estaba demasiado presente en las FM´s. Hoy estoy haciéndome con las remasterizaciones de Purple Rain, el mencionado Around the World in a Day y este Sign of the Times, que me ha parecido un gran álbum, con multitud de estilos en fusión. Por cierto, el tema The Cross me recuerda enormemente a los Velvet Underground. Comienza igual que Heroin, y su progresión es muy parecida a lo que hacían Reed, Cale y cía., incluyendo esas guitarras sucias en el crescendo de la canción. Un hermoso redescrubrimiento.

  • el 30 septiembre, 2020 a las 2:13 pm
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    Una obra maestra, reconozco que cuando salio me costó entrar en ella porque mis oídos estaban más acostumbrados al pop y al rock y el disco es denso, pero es una Enciclopedia de música negra

  • el 30 septiembre, 2020 a las 7:33 pm
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    A mi Prince siempre me ha flipado. Sobretodo el Purple Rain. Este album no esta entre mis preferidos, muy variado, pero con menos hits que otros.

  • el 2 octubre, 2020 a las 12:03 am
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    No tenía pensado escribir ya que no se puede añadir nada a esta Maravilla. Igual parto con la ventaja de habérmelo pillado en vinilo justamente nada más ponerse (llovió un rato) a la venta. Si, tenía todo lo anterior desde Purple Rain pero este Baila a los tres anteriores en todo, absolutamente en todo. Solo decir que a mi parecer tan solo fallan 2 canciones y bastante, las cuales son »Play in the Sunshine» y » It’s gonna be a beautiful night» pero todas, absolutamente todas las restantes son una auténtica maravilla.

  • el 9 octubre, 2020 a las 9:18 pm
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    Estoy totalmente de acuerdo con la critica. Yo lo sigo, bueno lo seguía mejor dicho desde Lovesexy y ya compre todo lo q sacó.. Incluyendo… Directos y demás. Para mi el Super Deluxe, es el disco sin más, como se nota que estaba en todo su auge. El mejor disco. Ojalá hubiera sacado en el 87 un cuádruple con las canciones que habéis rascado. Muy buenas.. El cuádruple hubiera Estado entre los mejores discos jamás editados… Estoy seguro de ello. En fin era un genio, pero como genio también había q echarle de comer aparte muchas veces y «elaboraba» Canciones q solo el entendía.. Pero este disco repito es el disco. Su obra maestra.

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