The Stone Roses – Razzmatazz (Barcelona)

Cuando hace varios meses Stones Roses anunciaron en una rueda de prensa multitudinaria que tras 15 años separados se reunían para volver a subir a los escenarios, la sorpresa inicial se transformó primero en lógica euforia, para pasar inmediatamente a la inquietud al recordar su (penosa) actuación en el Festival de Benicàssim de 1996. Tras anunciar más tarde que los de Manchester iban a estrenarse por fin en Barcelona, fue imposible resistirse: independientemente de que uno sea fan o no, la cita para ver el regreso de la mítica banda completa era obligada.

Por fin llegó el día y, a pesar del precio de la entrada, los fans (de entonces y de ahora, pero también de aquí y de allí) abarrotaron una sala Razzmatazz en la que no cabía un alfiler. Había ya  gritos, sudor y emociones contenidas en los minutos previos, hasta que Ian Brown, John Squire, Reni y un divertido Mani hicieron acto de presencia en el escenario y la sala se vino literalmente abajo con un griterío ensordecedor. Juro que hasta se movía el suelo.

¿Algún fan podía esperar un mejor inicio para este concierto que “I Wanna Be Adored”? Ni en sus sueños más salvajes. The Stones Roses iban a regresar a lo bestia. Y ya desde las primeras notas quedó claro que ese iba a ser un concierto de comunión, de exaltación, y sí, de baño de masas. Decir que la voz de Ian Brown nunca ha sido nada del otro aquel, probablemente sea quedarse algo corto. Pero cuando el público corea cada sílaba de un setlist de hora y media, poco importa: el entusiasmo es contagioso. Y aunque Brown no sea de los que físicamente demuestran ese entusiasmo, su entrega fue completa durante todo el concierto.

A partir de ese inicio memorable, el resto del concierto fue un paseo por la discografía mejor amortizada del pop británico y sus únicos dos trabajos publicados hasta la fecha. Desde la, ya lejana, “Sally Cinnamon”, hasta «Ten Storey Love Song»; desde “She Bangs The Drums” hasta  “Love Spreads”; desde  “Shoot You Down” hasta “This Is the One”. Y teniendo tiempo para acordarse de la cara B “Mersey Paradise”. Los ingleses fueron capaces de sacar el mejor sonido que esa sala permite: sonaron potentes y eficaces aunque algo sucios, con un Reni en excelente estado de forma, un Squire que tuvo momentos de lucimiento personal con algunos grandes solos y un Mani, que, aunque se perdió en algunos temas, parecía divertirse sobre el escenario. Sin olvidar a un participativo Ian Brown ocupado chocando manos con el público, regalando camisetas, bailando con sus jingle sticks… y dicen que cantando, aunque como el público se encargó de que no se le escuchara, no puedo asegurar que así fuera.

Tras una hora y poco de concierto, desaparecían del escenario para volver en unos minutos (en los que por supuesto el público no se cansó tampoco de silbar y corear) y cerrar la noche con una versión extendida de “I Am The Resurrection”, con nueva exhibición de Squire y un fin de fiesta que no por esperado dejó de ser apoteósico. Abrazos al estilo Rolling Stones para despedirse desde el escenario y la sensación de haber disfrutado del privilegio de ver a esta banda, solo 23 años después, en una sala de tamaño reducido.

Dicen que The Stone Roses son una banda que técnicamente no tiene un buen directo. Quince años de ausencia no han hecho que mejore. Pero lo de ayer iba de otra cosa. Iba de volver a tener 18 años, de tocar corazoncitos, de sueños cumplidos. Iba de excitación, de entusiasmo y de admiración. Y ahí, cumplieron con creces. No sonaron perfectos pero, visto lo visto, ¿a quién le importa?

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