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Verde Prato + Maestro Espada (Veranos de la Villa) Madrid 21/08/22

Anteceda a los siguientes párrafos la enorme gratitud por el evento que programó Veranos de la Villa aunando a Verde Prato y a Maestro Espada en la tórrida noche madrileña para insistir en que veamos que algo se está fraguando desde hace tiempo alrededor de la renovación del folclore regional a través de la vanguardia. Y es que los dos nombres que se juntaron en el pequeño escenario del porticado patio del Instituto de San Isidro llevan a gala esa vuelta de tuerca estética de profunda base tradicional aderezada, sin más, con la experimentación electrónica.

Verde Prato se sirve de y le sobra un mínimo equipamiento de teclado y apoyo electrónico para desplegar su seguridad con la que comerse el mundo. Apunta rápido a sus influencias, reconociendo con su versión del “Agurra” de Lourdes Iriondo en la apertura del recital que todas esas influencias están ahí, pero que pueden contar con muchas más vidas. Esa cadencia electrónica, casi básica que traduce el punteo de guitarra original en acordes sintéticos, le otorga el protagonismo a los juegos vocales de una cantante que languidece entre el cambio de luces y el leve humo y que indica, de paso, la presencia etérea de Mikel Laboa en su conjunto.

La declaración de intenciones da paso a su producción con una ejecución de muestreo y grabación instantánea que se repetirá, casi por necesidad logística, casi por ser marca personal, en todo el recital. En “Amaren kanta”, la apertura de su Kondaira eder hura, convergen casi todas esas opciones: los coros, voces y palmas preprogramados y registrados en el acto que llevan a crear un ritmo más progresivo y que enmarcan la voz de la tolosarra, que seguirán acompañados por delicados bailes sobre el escenario para complementar “Mutilaren kanta” y seguir con esa obra propia trazada como algo teatral.

Ese baile y el cuerpo como extensión de su obra se va haciendo más y más presente, tanto como para que forme parte de la representación de sus nuevas producciones (que, al parecer, tomarán forma de versiones para su próximo lanzamiento) y esa elegancia no impide que entren algunas tinieblas y reverberaciones, casi de toque industrial, que mantienen el modus operandi de ir apareciendo en ecos reprogramados. La capacidad de Verde Prato de alterar las dinámicas con éxito queda patente con la interpretación de “Haurraren kanta”, un canto a capella que muestra la tradición más nostálgica de su producción, o con esas reinterpretaciones como la del grupo Hertzainak que implica emocionalmente a un público más que entregado desde hace ya minutos.

El final del recital tomará el patrón establecido, intercalando esa secuencia de su álbum con alguna novedad y oscilando entre los pasajes más nostálgicos con los registros versátiles que delicadamente va dejando su voz en cada arco del patio del San Isidro. Aludiendo al amor en castellano que yacerá en su próximo elepé o prosiguiendo en euskera con la historia de aquella huida que vertebra su primer disco, Verde Prato ratificará con “Mundu Leunena”, de su EP Jaikiera, y “Neskaren kanta” su embrujo para con el público congregado.

Tras diez minutos anunciados (de quince a veinte en España, en general), se situarán sobre el escenario Maestro Espada, nomenclatura bajo la que están los murcianos Álex Juárez y Víctor Hernández. Ellos serán los encargados de seguir con el hilo conductor que se ha establecido para esta fecha: ratificar que la reinterpretación tradición musical regional, en este caso de la huerta murciana, pasa por una vanguardia electrónica que, aunque básica en su equipamiento, es más que suficiente como para apuntalar ese nuevo barniz.

Abriendo con una particular disección de la nana “Este niño tiene sueño”, despliegan ya uno de los símbolos de esa tradición recuperada: el uso de la castañeta. Esa caña de río cortada por la mitad produce, a base de golpes en su base, una percusión característica que imprimirá personalidad a su recital y hará que el público la espere una y otra vez. Y es que la percusión es relevante en su actuación, otorgando empaque y actualización a temas del cancionero popular como ese “En qué nos parecemos” que hace que Maestro Espada vayan haciéndose con más y más espacio (figurado) en el claustro.

Un punto muy interesante del recital de ayer es esa parte didáctica que no dudaron en mostrar. Hablamos de un folclore murciano, de castañetas y de instrumentos inéditos y de las formas de tocarlos, en cuadrilla, casi siempre, y eso, por lo general, suele requerir de una demostración práctica. Ellos ya llevaban dos temas para hacerlo efectivo, pero siguieron con ello sin temor a demostrar también que el drone, levemente posado, tiene su papel renovador en un espacio tan tradicional. Llegaron a “Murciana”, uno de sus temas editados, el primero, inspirada en un fandango y que muestra la esencia del dúo a ritmo de golpe y vocal (que, por cierto, irán intercambiando durante toda su participación).

Discurriremos por cartageneras y resucitarán a El Canario y a ese romancero que les sirve de espina dorsal para su proyecto. Muestro de cencerros nos acercan a registros vocales respaldados por cierta cacofonía que, sin embargo, resulta en conjunto armónica, en la recuperación de los cantos vinculados con la ganadería; y una versión de “La tonada de la luna llena”, en la que la electrónica va modulando con olas la buena sintonía sonora, acabarán desembocando en “Estrellica” -su segundo sencillo-, una carga de distorsión sintética que envuelve el tradicional sonido de la casteñeta y la pandereta.

El final correspondió a un tema, todavía en proceso de composición, basada en las parrandas populares del siglo XVIII, una muestra más de la erudición y ganas que reinan en este proyecto por rescatar y actualizar la música popular tradicional murciana y que casó, perfectamente, con el inicio que, desde el norte, nos dejó Verde Prato en un perfecto circulo de esperanza para la reivindicación de lo popular como una parte fundamental de nuestra variada identidad.

Fotos: Verde Prato + Maestro Espada: marcosGpunto

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