Vida Festival – Varios emplazamientos (Vilanova i la Geltrú)

Dudas y expectativas a partes iguales se amontonaban entorno al estreno de Vida, otro festival de los múltiples programados este julio por tierras catalanas. Como todo primerizo tuvo la oportunidad de degustar algunos problemas de organización, principalmente derivados de su situación geográfica: una masía cerca del municipio de Vilanova i la Geltrú (a unos 50km de Barcelona) a la que se accedía mediante un servicio de autobuses lanzadera que, como suele pasar, no disponían de una frecuencia suficiente.
Pero el heredero del Faraday aprobó con notable alto. Y con mérito, pues lo hizo mediante una combinación de artistas en cartel un poco difícil de entender a priori -después de una fiesta de inicio y un primer viernes con M. Ward y Rufus Wainwright como grandes reclamos junto a Timber Timbre y Mishima entre otros, llegaba el esperado sábado ofreciendo a distintísimos tipos de público ver a Lana del Rey, Yo La Tengo, Austra o Hidrogenesse entre otros.
El citado emplazamiento, la Masia d´en Cabanyes, resultó ser de sobresaliente: la misma organización afirmaba tener claro que el cabeza de cartel era el espacio. Entrando junto a una multitud de Lanas en miniatura al recinto este atrevimiento daba un poco de risa, pero pronto se intuía el porqué del mismo. Como se venía viendo con la promoción previa una de las bazas del festival era la cuidada estética; bombillas amarillentas, bolas espejo colgando de encinas y fusiones varias de hipsterismo con payesía lograron una gran presencia de este en las redes sociales pese a la coincidencia con Canet Rock y una sensación general de trato de rey hacia público e intérpretes.
Alejados de los escenarios principales, entre los árboles, Tom´s Cabin, Copa Lotus y Lawrence de Arabia -en substitución de Núria Graham, una de las prometedoras representaciones locales que al final no pudo ser- abrieron el día.
Sílvia Pérez Cruz i Raül Fernández Miró aparecían dentro de una barca que hacía las veces de escenario en lo que parecía una única pequeña concesión al aire marino que inundaba el Faraday tiempo atrás, sustituido por el bosque y la piedra. Sílvia enamoró a unos espectadores de todas las edades con su incuestionablemente preciosa voz y interpretaciones más que sentidas, heridas en ella. Raül -escondido normalmente tras Refree-, por su parte, no quedó eclipsado ni mucho menos: de su habilidad guitarrística vino cada uno de los clímax de el concierto. Este se nutrió del excelente por ecléctico pero bien unido cuerpo de versiones que conforman el álbum que presentan en conjunto, Granada: destacaron especialmente la medley de Albert Pla («Papa, jo vull ser torero», «La platja», «La sequia»), el crudo «Hymne a l´Amour» de Edith Piaf, y el famoso «Pequeño Vals Vienés» de Lorca, Cohen y Morente, actuación esta última de 11 sobre 10.
Ahora sí ubicados en uno de los escenarios grandes, el sol se fue poniendo al son de Yo La Tengo. Y que son, que nadie dedicó ni un segundo de atención al astro ocupados con disfrutar del privilegio de tener tanta potencia a tan poca distancia. Hasta a tocar el piano con su guitarra se atrevió Ira Kaplan ante el fervor popular generado después de temas como «Sugarcube» o «Little Honda». Quizás la que quedaría como LA actuación del festival por energía -y por saber modularla; también hubo espacio para la calma con «Ohm», por ejemplo»- y por saber combinar buena música y entretenimiento.
Inesperadamente brillantes -«inesperadamente» no por no confiar en su talento, si no por tocarles su turno entre las dos apariciones más esperadas de la noche- estuvieron Hidrogenesse. Enfundados en su habitual discreción de tacones, lentejuelas y poliéster, los de Barcelona divirtieron con sus clásicos -si es que se les puede llamar así, pues son de todo menos eso- como «Caballos y ponis» o «Disfraz de tigre»; con temas nuevos como la mejor interpretación de todas, «Cristopher»; y hasta con una versión de Los Punsetes muy en su línea gamberra, «Maricas», gamberrismo que se extendió a dedicar varias palabras a los fans de Lana con mucha gracia y poca ofensividad. Durante unos momentos, la Movida estuvo en Vilanova.
Una masa de gente había invadido horas ha los alrededores del escenario donde Lana del Rey defendería su nuevo trabajo, Ultraviolence. Para muchos el único motivo de asistir al festival y para otros la causa de casi no venir, hay que reconocer que la estadounidenca se desempeñó bien en el directo, con una voz que conservaba esa sensualidad de la que ha hecho marca y algunas interpretaciones dignas de piel de gallina como «Videogames» o «National Anthem». Pero de defender el nuevo álbum, nada: «West Coast», un fragmento de «Old Money» que cantó a capella a petición de un grupo de fans desgallitados y poco más. Destacable fue lo kitsch de todo el evento: Lana paseando por el escenario con su cara gigante proyectada detrás; cinco minutos entre canción y canción para fumar un cigarrillo intentando aparentar rebeldía; una pausa bastante larga en la que bajó a «querer» a sus fans firmando autógrafos y haciéndose fotos con ellos; y lo absurdo de ver a un enjambre de adolescentes cantando a la vez que van a morir con el «Born to die». Desde luego imagen para el recuerdo.
Se solapaban luego The Parrots con Austra, que ofrecieron un carrusel de sintetizadores pop, melodías bailables y un espíritu disco que hicieron del concierto un buen seguimiento de lo que habían empezado Carles Ballesteros y Genís Segarra horas antes. Despedían la jornada la música electrónica de Pional y el rock experimental de Paus, que gracias a la contundencia de su doble batería logró que el público ya cansado diera los últimos coletazos antes de abandonar.
 

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